Viene esta
reflexión a cuento de que la Biblioteca Municipal fue creada en buena medida, lo que se ha comentado bastante poco en mi
opinión, para que estas masas de trabajadores pudieran tener acceso a la
Cultura y, con ello, elevar el nivel educativo de una mano de obra hasta el
momento sin otra cualificación que el aprendizaje y la propia práctica
tradicional del oficio. Efectivamente, en la época, muy conscientes de esto, se
escribió: “¡Cuántos modestos obreros, dotados por la Providencia de gran
talento natural, pueden adquirir por medio del estudio gratuito en estas
bibliotecas, el desarrollo intelectual y los conocimientos necesarios para
hacerse ellos mismos una posición y ser al propio tiempo útiles a sus compatriotas
y a la Nación de que forman parte!... Es también evidente que las ventajas de
la instrucción no son solamente de un orden moral, sino también de un orden
material; el obrero que adquiere instrucción, que se perfecciona en su arte o
en su industria, por el estudio, por los conocimientos que adquiere, está en
aptitud de ganar más, de producir mejor, y elevándose él, eleva también la
potencia productiva del país donde vive, haciéndolo más rico, más humano y más
poderoso… hemos notado también con gran complacencia el numerosos concurso de
obreros que asiste por la noche” (Javier Piñero: “La Biblioteca Municipal”,
El Guadalete, 28 de marzo de 1906)
La preocupación por que los obreros
usaran la Biblioteca Municipal, cosa que hacían, era muy tenida en cuenta en la
prensa local de esta forma: “Habiendo obedecido principalmente la erección
de este utilísimo establecimiento al deseo de proporcionar medios de
ilustración a las clases obreras de nuestra ciudad, las cuales por lo general
sólo pueden disponer de algunas horas para su recreo o enseñanza durante las de
la noche, creemos sería muy conveniente que en vez de ser el nuevo horario de
siete a nueve, lo fuera de siete a diez, cuya reforma sería acogida con general
aplauso por los numerosos obreros que de noche concurren a la Biblioteca…”
(El Guadalete, 30 de octubre de 1909)
En este año 2021 la espléndida Biblioteca Municipal de Jerez celebra sus 148 años de existencia. Por nuestra parte, hemos pensado celebrarlo, en la conmemoración del Día del Libro, en 23 de abril, citando esas notas hemerográficas ya transcritas y comentando sucintamente un expediente que se encuentra en la sección de Inventarios de Bienes Municipales del Archivo Municipal de Jerez, en el año 1918. Entre 1885 y 1918, sin remuneración alguna, fueron bibliotecarios-conservadores primero el abogado José Luis de la Herrán y Lacoste (fallecido en 1908) y luego su hijo José Luis de la Herrán (autor del inventario de enseres de la Bca. Mpal. en 1918 ya mencionado). El gobierno municipal invertía poco o nada en la Biblioteca, pero algunos miembros de la burguesía local, de profesión abogados, es decir, media burguesía, sí cuidaba personalmente, con cierto enfoque también asistencial y benéfico, ese establecimiento público.
En la descripción
del pórtico y zaguán
del edificio del Cabildo viejo, donde estaba la biblioteca publica municipal,
los siguientes enseres: balas de piedra romanas, columna miliaria, escudos de
Jerez en piedra, estatuas togadas, lápida sepulcral del s. I, púlpito de planta
hexagonal, torso de Hércules, etc. En la descripción del salón 1º de lectura:
alzapies, archivadores de cartas, barómetro inglés de cubeta de mercurio, busto
de santa del s. XVI, cuadro sinóptico de los reyes y jefes de estado españoles,
diagrama astronómico por Reynolds, escupidores de hierro, grabado sobre lienzo
con moldura negra y dorada "filoxera vastatrix", hacha de piedra
resto arqueológico, máquina de escribir sistema Remington, monetario sin
clasificar, monedas de cobre árabes, palmatorias, paragüeros, perchero, plano
parcelario de Jerez, prensa de hierro, reloj grande circular, tijeras, tintero,
esportón almaciguero...
En la descripción
del salón 2º
o interior encontramos: atril de caoba giratorio, blusas para director y
conserje, esfera de cartón piedra y pie de madera (deteriorada), estante
portátil para libros sometidos a limpieza, gradilla con cuatro escalones con
pasamanos, plumeros, ratonera de alambre, tinteros de cristal, etc. El autor
del inventario, el resignado director de la biblioteca en 1918, dice:
"Desde el fallecimiento del Ilmo. Sr. D. José de la Herrán y Lacoste
(q.s.g.h.) ocurrida en febrero de 1908, en cuya fecha tomó posesión de su cargo
el que suscribe, no ha variado absolutamente nada, ni aún la colocación del
mobiliario que venía utilizando su amadísimo antecesor".
Los recortes de
prensa que pueden espigarse en El Guadalete arrojan alguna luz sobre la cruda
intrahistoria de la Biblioteca Municipal de Jerez, la que en aquella época
recibía, a pesar de su enorme valía, una muy escasísima atención del
ayuntamiento, propietario titular de la misma. Tan poca que ni los
bibliotecarios cobraban. Padre e hijo de la Herrán bien merecen, por ello, un
homenaje de reconocimiento, dado que resistieron contra viento y marea aquel
descuidado proceder municipal; incuria que no surtió efecto gracias a ellos, a
quienes, en buena medida, debemos pues que en el s. XXI disfrutemos de una
biblioteca pública municipal muy rica, muy interesante, una brillante joya de
Jerez.
Y es que, como leemos en el libro La biblioteca municipal de Jerez, 112 años de historia, la instrucción obrera estaba grabada en el ADN de esta espléndida biblioteca abierta por las autoridades locales de la I República en 23 de abril de 1873: “Pero no seria hasta 1857, lunes 21 de Diciembre, cuando los señores Ortega, Ortiz, S. Martín y Fernández y González en su “expuesto” sobre la necesidad “literaria y moral” de dar al pueblo de Jerez una Historia de la ciudad, recogen a su vez otra petición: «…y si resultare alguna suma sobrante, sirva con los elementos de la sociedad que con aquel objeto deberá formarse, para sostener un verdadero Ateneo donde se de instrucción gratis a los artesanos y agricultores del pueblo; o si no es bastante, se aplique al establecimiento de una Biblioteca Pública u otra obra digna»”