Tres de los
signos identitarios de Jerez son el vino, los caballos y el flamenco, aunque la
ciudad y su amplio mundo rural tiene otros muchos rasgos definitorios, como,
por citar algunos, el mítico río Guadalete, los muy singulares Montes de
Propios, la secular cría de ganado vacuno, la histórica cultura cerealera, la rica
presencia del pueblo gitano, etc. Ejemplos estos que, dado que
venden poco, son marginados (Jerez carece
siquiera de un museo de historia de la ciudad). Pero aunque algunos pocos quizás
así lo quisieran, la historia de Jerez no es un topicazo sin sentido. Jerez
tiene historia cierta, es decir, tiene lógica, tiene raíces hondas, nada
efímeras o envolvibles en bolsita de duty free.
También sin duda
uno de los rasgos más principales que definen nuestra historia es la brutal división de clases
sociales. Por un lado los ricos terratenientes y unas cuantas familias que, a
su servicio directo, han gobernado la ciudad desde hace siglos. Por otra una
masa de un 80% de la población dedicada al campo o al trabajo en las bodegas.
Esta división social tajante y sangrante es la clave más visible, desde luego,
de esa nuestra larga historia de injusticia sin compasión… o con la compasión
justa puesta como guinda por una iglesia católica nada crítica con esas
injusticias, amiga de los poderosos que detentaban la capacidad de construir
iglesias o subvencionar al mínimo alguna obra caritativa que los curas pudieran
protagonizar como mártires, bien publicitados, de virtud y entrega. La posesión de la tierra y la
exportación cerealera y vinícola en manos de una élite impúdicamente rica en un
océano de pobreza, tuberculosis y analfabetismo, fue siempre el nervio de
nuestra historia.
Los sucesos de
la Mano Negra y el asalto campesino de 1892, tras el fiasco social de la
revolución del 68, marcaron en Jerez el ritmo de las cosas, un ritmo de
represión y dictadura caciquil de dimensiones parecidas a un campo de
concentración. Obviamente, la burguesía, atenta a los motines de desesperación
del pueblo, no tardó en construir aquí un monumental cuartel de caballería, el
nombrado Fernando Primo de Rivera (tío
de “nuestro” general Primo de Rivera, I marqués de Estella y Ministro de la
Guerra en tiempos de Maura y de Dato), dominando en la altura del final de la
c/ Taxdirt toda la ciudad. Desde ese cuartel, y no es una casualidad que esto
viniera a ocurrir así, el comandante Salvador Arizón Mejía segó la vida de muchos
cientos de jerezanos en 1936 y organizó la toma militar de varios pueblos de la
provincia de Cádiz a las órdenes de Queipo de Llano.
Este es, muy
grosso modo, el panorama histórico en el que se ha desenvuelto Jerez en los
siglos XIX y XX. La rica burguesía, por ejemplo el ducado de Algeciras para los Sánchez Romate, no abjuró del medievalismo nobiliario. Al revés.
Enseguida reclamó o compró a la frágil monarquía borbónica la concesión de
títulos honoríficos con los que hacer ostentoso su poder delante de todos. Los
Domecq y los Primo de Rivera son, igualmente, ejemplos claros de este afán nobiliario, por
lo demás hueco, falso, de ostentación pomposa de nombramientos a la vieja
usanza.
Y fruto de todo
esto es, por supuesto, el viejo programa iconográfico-simbólico que continúa a
día de hoy señoreando sin tapujo las calles, avenidas y plazas de la ciudad. La
avenida principal se llama Domecq (a pesar de que empezó llamándose de
América), la plaza principal, la del Arenal, está aparatosamente ocupada por el
general Primo de Rivera y la puerta de Sevilla está guardada por la estatua del
Marqués de Domecq junto al convento de dominicos donde hace siglos se
hospedaron los inquisidores. La estatua a Rafael Rivero, o la dedicada al padre
Coloma, los ciento y un nombre religiosos de calles de la ciudad, etc., rematan
con rotundidad aplastante cuál es el relato (asfixiante), el argumentario
(incontestable) y la narración histórica (impuesta) por la élite de la ciudad…
Todo está meridianamente claro.
Miguel Primo de Rivera con Mussolini
Y ahora,
teniendo en cuenta ese contexto histórico, que cualquier jerezano conoce bien en
sus carnes, centrémonos no ya en el imperial caballo sobre el que permanece
Primo de Rivera y defecan tranquilas las palomas, sino sobre los generales
fascistas que están en uno de los lados del pedestal que sostiene el anacrónico
conjunto escultórico.
Al pie de la
estatua del dictador Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930) están
representados unos militares golpistas que pertenecían o apoyaron al bando
militar sublevado que cañoneó la IIª República. Eran generales que, además de
ser fieles ejecutores de la "dictablanda" de Primo de Rivera en sus
intereses de ocupación de Marruecos, protagonizaron (varios de ellos) en 1936 y
años sucesivos sendas acciones contra lo que, democráticamente, la ciudadanía,
un 14 de abril de 1931, había decidido para el país. La vigente Ley de Memoria
Histórica (https://www.boe.es/boe/dias/2007/12/27/pdfs/A53410-53416.pdf)
no debería permitir que permanezcan donde están, porque fueron cómplices
directos de una represión política en todo el país que se llevó por delante
decenas de miles de vidas. Veamos:
-El general golpista
José Sanjurjo Sacanel (1872-1936) como alto oficial participó en la guerra
contra Marruecos (desembarco de Alhucemas, etc,) y al principio de la IIª
República llegó a ser, por breve tiempo, Alto Comisario de España en Marruecos.
Protagonizó en 1932 un fallido golpe militar contra la IIª República. Estaba
previsto que fuera él el comandante en jefe de los sublevados en julio de 1936,
pero falleció precisamente el 20 de julio cuando se dirigía a la zona sublevada
para hacerse cargo de la rebelión militar y golpe de estado.
-El general
golpista Ignasi María Despujol i Sabater (1867-1959) tuvo un papel muy
destacado en el desembarco de Alhucemas (1925). Fue Gobernador Civil y Capitán
General de Cataluña (hasta abril de 1931). Este Teniente General recibe en 1957
la Gran Cruz al Mérito Militar por su trayectoria política y militar. Con la
Ley de Azaña de 1932 se retiró del ejército, pero en 1936 se adhirió al
movimiento golpista contra la IIª República. En 1938 traduce al español el
libro del general Duval "Enseñanzas de la guerra en España" (Duval
era en aquella fecha alto oficial francés en la zona sur de Marruecos).
-El general
golpista Emilio Fernández Pérez (1871-1941), fue nombrado por Franco, en
septiembre de 1939, Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. “Teniente general, Presidente del Consejo
Supremo de Justicia Mi litar, Director General de la Guardia Civil, Capitán
General de la Sexta Región Militar, Gobernador militar de Valladolid, Director de
la Academia de Caballería, Coronel del regimiento Alcántara, Consejero Nacional
de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., Presidente del Casino de
Madrid, Medalla Militar, Gran Cruz de San Hermenegildo, Gran Cruz de la Corona
de Italia, Gran Cruz del Mérito Militar, Naval y otras muy distinguidas” (http://ancienhistories.blogspot.com.es/2015/03/la-academia-de-caballeria-y-sus.html).
-El general
Leopoldo Saro Marín (1878-1936) con 58 años los milicianos madrileños matan en 19
de agosto de 1936 en Madrid al que fue miembro del Directorio Militar presidido
por Primo de Rivera. La IIª República lo separó del servicio, siendo procesado
por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por su participación en el
pronunciamiento de 1923, siendo sentenciado en 1932 por el delito de alta
traición y auxilio. Ingresó en prisión y se le amnistió en 1934, pasando a la
situación de 2ª reserva.
-El
contralmirante Eduardo Guerra Goyena (1862-1934), jefe de las fuerzas navales
del protectorado murió en 1934 y en 1931 juró fidelidad a las autoridades
republicanas (Diccionario RAE).
La dictadura de
Primo de Rivera premió a Leopoldo Saro, a Despujol y a Sanjurjo en varios
decretos de 1926. Una “heroica” descripción del desembarco de Alhucemas (1925) -donde
aparecen todos los militares, Franco incluido, cuyas biografías estamos
glosando- del desembarco en ABC: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1950/09/07/005.html
En definitiva, a
los jerezanos y a las jerezanas no nos van a engañar fácilmente con eso de que
la estatua del general es muy bonita
porque la hizo el escultor Benlliure… No, porque la cuestión no es de estética.
La cuestión es ética, cívica y política: Franco fue la consecuencia lógica,
programada, de la dictadura, claramente protofascista, de inspiración directa mussoliniana,
del general jerezano Primo de Rivera (padre de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la también golpista Falange). No lo digo yo, sino Paul Preston: "Los temores de la élite se apaciguaron
temporalmente en 1923, cuando el Ejército volvió a intervenir y se instauró la
dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Como capitán general de
Barcelona, Primo de Rivera era íntimo de los barones catalanes de la industria
textil y comprendía que se sintieran atacados, y como procedía de una adinerada
familia de terratenientes de Jerez, también comprendía los temores de los
latifundistas. Era, por tanto, el guardia pretoriano ideal para la coalición
reaccionaria de industriales y terratenientes que se consolidó a partir de
1917. Mientras permaneciera en el poder, Primo de Rivera ofrecería seguridad a
las clases medias y altas. Aun así, y pese a cierta colaboración del régimen
con el PSOE y la UGT, sus ideólogos se esforzaron con ahínco en construir la
noción de que, en España, dos grupos políticos y sociales, incluso morales,
estaban abocados a librar un combate a muerte, movidos por una mutua e
implacable hostilidad. Concretamente, y como anticipo de la función que más
tarde desempeñarían para Franco, estos propagandistas pusieron todo su empeño
en advertir de los peligros que representaban judíos, masones e izquierdistas".
Mejor trasladar
esa estatua a otro lugar y volver a dedicar la plaza del Arenal a lo que
siempre fue hasta que vino el dictador y sus ansias de pasar a la eternidad, a
saber, dedicarla a una simbólica y bella fuente como la que se puso en recuerdo
de la traída de aguas del manantial de Tempul en 1869. Porque la estatua de
Primo de Rivera es una apología del fascismo y Jerez no debe seguir homenajeando
a dictadores. No es que queramos cambiar la historia, lo cual no se puede, es
que no queremos que nuestras calles englorien continuamente al fascismo.