(del FaceBook del Archivo Municipal de Jerez)
UN JEREZ DE ÁRBOLES.-
En el 126º aniversario de la Fiesta del Árbol, el investigador Agustín García Lázaro nos recuerda en un artículo suyo (véase: https://www.facebook.com/100009160565457/posts/3552697451712239/) la importancia de dicha fiesta para Jerez.
Pero quizás las raíces de
esta Fiesta del Árbol (Jerez, acuerdo capitular de 17 de noviembre de 1897 -que
adjuntamos-) haya que buscarlas decenas de años atrás cuando la ciudad, con los
nuevos aires de la Ilustración (impulso urbanístico en toda la Europa del
último tercio del XVIII), más el gusto por la vuelta a la naturaleza del
romanticismo, etc., va cambiando al compás de la nueva sensibilidad cultural
que deja atrás, definitivamente, los usos y costumbres del Antiguo Régimen.
Porque la Fiesta del Árbol nace en y para la ciudad, no en el campo.
Puede comprenderse,
leyendo el artículo del archivero Municipal Adolfo Rodríguez del Rivero -que
adjuntamos y que conservamos en el Archivo Municipal-, cómo la construcción de
alamedas y paseos en el Jerez del siglo XIX constituye, muy probablemente, el antecedente
más directo de esa “Fiesta del Árbol” que se implanta en 1897. Es decir, esa
fiesta no nace en el vacío, sino como eslabón de un hilo paisajístico urbano
que, ya entonces, en 1897, tenía más de un siglo.
Veamos un ejemplo: el
paseo de Capuchinos (cuyas obras comenzaron en 1784):
“La primera plantación de
árboles en este paseo fue en el año 1817, invirtiéndose en ella 1779 reales… En
23 de octubre de 1823, siendo corregidor el marqués de Campo Ameno, acordó la
Junta de Propios se continuasen las obras en el dicho paseo, bajo la inspección
del mismo marqués y del diputado del Común don José Gallegos, y es fama que
entonces fue destruido el arbolado plantado en 1817. La segunda plantación de
árboles se ejecutó en la parte de adentro de las huertas en 1843, siendo
alcalde don Manuel María Fernández… Pero abandonada después, tan completamente,
que a los pocos años no quedaba una acacia en la huerta de Campo R….”
Lo que estamos señalando
lo recoge bien el escritor Fco. Montero Galvache (1917-1999) en un artículo
suyo (que también adjuntamos) donde, en su visión poética y nostálgica de un
Jerez idílico, dice:
“La vega va haciéndose
más ancha y más distante. Luego, ya atardecido, se torna en lumbre de
silencios: estrellas altas y amigas que señalan un camino de arboleda. Toda la
ciudad está cercada de árboles. Desde Tempul al Retiro, desde la vieja Alameda,
familiar y menuda, hasta el Parque de arena de otoño, olmos, eucaliptos,
olivos, álamos, vierten a la noche su soledad fresca y penetrante”.
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Véase también:
Fernando Aroca Vicenti:
“De muladar a alameda: evolución
de algunos espacios de recreo en el Jerez moderno y contemporáneo.", de
Fernando aroca Vicente, RHJ, nº 10, 2004, pp. 125-146 (https://www.cehj.es/app/download/5882665/10.pdf)