lunes, 26 de septiembre de 2022

El jerezano Pedro Estupiñán y Virués (1465-1505)

(del FaceBook del Archivo Municipal de Jerez)

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EL JEREZANO PEDRO ESTUPIÑÁN Y VIRUÉS ( 1465-1505).-


Cuenta Parada y Barreto que un sicario truhán, en el monasterio de Guadalupe, le ofreció taimadamente una raja de melón envenenado y que por comerla murió, en 1505, el militar jerezano Pedro Estupiñán de Virués (Jerez, c. 1465-Guadalupe, 1505). Y esta es la historia completa que sobre Estupiñán narró nuestro Diego Ignacio Parada y Barreto en su conocido libro de biografías, publicado en Jerez en 1878, “Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera” (págs. 130-138).


Aprovechamos la ocasión para adjuntar también dos artículos de Agustín Piñero, publicados en El Guadalete de 07/11/1893 y de 28/11/1893, sobre el militar Pedro Estupiñán de Virués; y dejar citado un libro -que conservamos en la biblioteca auxiliar del Archivo Municipal de Jerez- bajo el título “Conmemoración del 450º aniversario de la conquista de Melilla. Curso de conferencias históricas…”, Excmo. Ayuntamiento de Melilla, Melilla, 1947 (del que incorporamos, asimismo, dos imágenes acerca de Estupiñán).


PARADA Y BARRETO:


<<Pedro de Estupiñán, el célebre conquistador de Melilla, fue uno de los varones mas eminentes que produjo en el siglo XV y XVI la noble ciudad de Jerez. Intrépido soldado, militar y marino de dotes superiores, llevó a cabo por una parte multitud de proezas personales, y por otra prestó al país servicios de alta importancia, que han hecho sea su nombre conservado en nuestra historia con justa celebridad. Era perteneciente a una antigua y noble familia establecida en la población desde los tiempos de la conquista según las memorias que de ella se conservan (1). Su padre D. Ramón Estupiñán era comendador del orden de Santiago y caballero veinticuatro de Jerez, y su madre, asimismo jerezana, lo fue doña Mayor Virués, señora de noble y distinguida familia.



(1) Esta familia que se dice de origen alemán, tomó su apellido del castillo de Estupiñán en las montañas de Jaca, donde tuvo su antiguo solar y señorío. Sirvieron largamente a los reyes de Aragón, y en tiempo de D. Jaime ganaron el lema de su escudo soli deo honor et gloria. Dedicados a la marina, sirvieron también a los reyes de Castilla y los hermanos Ramón y Bernardo Estupiñán ayudaron con sus naves al rey Sabio en las conquistas de Andalucía. Cuando las de Cádiz y Jerez D. Ramón tuvo repartimiento en la primera y Bernardo en la segunda, y de uno y otro provienen las familias de este apellido que ha habido en una y otra ciudad.


Pocas son las noticias que se conservan de su juventud que debió haberla pasado ejercitándose en las armas, y debió haberse señalado en las guerras de la comarca, y principalmente al servicio del duque de Medina Sidonia, de quien fue altamente protegido y considerado. Cuando principia a ser conocido en la historia, se le encuentra al servicio de este poderoso señor, bajo cuyas banderas servía como otros muchos caballeros de aquel tiempo, siendo contador de su casa y el servidor a quien el duque dispensaba toda su mayor confianza. Bien merecida era indudablemente esta porque eran muy distinguidas las prendas que adornaban a Estupiñán.  Entre las hazañas personales que se le refieren, daremos cuenta de una que manifiesta bien claramente todo su valor e intrepidez.


Hallábase en compañía de la duquesa de Medina presenciando en Conil las almadrabas o pesca de los atunes, sobre la que tenían los duques el derecho de propiedad, cuando apareció en el mar una galera africana, de las que anclaban por aquel tiempo pirateando por las costas andaluzas, y afectando venir a la pesca se acercó para la costa internándose por entre las barcas de los pescadores. Al menor descuido pudo apresar una de estas y escapando ligeramente con ella levantó en medio del mar bandera de rescate. No bien se apercibió del hecho Estupiñán, quiso lanzarse armado contra los piratas: pero conociendo al punto que en esto exponía irremisiblemente la vida de los cautivos, se fue en una barquilla hacia el galeote de los moros sin llevar armas algunas y con solo tres o cuatro hombres desarmados también por toda compañía. Llegado que hubo de esta manera al buque, fue admitido en él cortesmente, y entablado trató sobre el rescate; mas eran tan altas las pretensiones de los piratas, que Estupiñán enfurecido desistió luego de todo convenio, y no teniendo armas con que poder obrar en su corage, se abraza furiosamente al capitán de la galera y arrastrándolo consigo se arroja con él al agua. Los que venían en su barquilla trasluciendo el objeto y motivo de aquel arrojo se apresuran a recoger a entrambos y antes de que los moros pudieran acudir al lance, Pedro Estupiñán caminaba con presteza hacia la orilla llevando en su barca cautivo al capitán del galeote. De este modo se rescataron luego fácilmente los marineros apresados, y la galera morisca tuvo que marcharse burlada y hasta generosamente despedida. Claramente se ve en este suceso todo el temple de alma y el ímpetu de carácter de este jerezano, así como también se pone bien de manifiesto la manera como andaban por entonces los piratas africanos acometiendo por nuestros mares y nuestras costas.


El duque de Medina Sidonia, queriendo poner algún coto a esta piratería, y con anuencia de los reyes católicos, a quienes les era el proyecto conveniente para sus miras sucesivas, determinó tomar algún punto en la misma costa de África desde el cual se pudiera fácilmente ejercer vigilancia sobre los moros de aquella parte, y que al mismo tiempo sirviera de abrigo para nuestros buques y de punto de apoyo y de partida para hacer otras conquistas, y también como de resguardo para la multitud de caballeros andaluces, que iban de continuo a hacer en el territorio de África sus entradas y correrías.


Melilla entonces capital de una provincia y plaza que por su posición podía ser conservada y defendida, fue después de algunos reconocimientos el punto señalado para el intento. Pedro de Estupiñán, conocedor que era de aquel territorio, donde más de una vez había dirigido sus excursiones; capitán por otra parte que había ya demostrado su valor y su pericia en multitud de ocasiones diferentes, y halládose en las guerras de Granada, y hombre en fin, como le llama Barrantes Maldonado (1) bien entendido é diligente en toda cosa, fue desde luego el elegido para mandar y dirigir la expedición. Dispúsose al fin esta, y con una escuadra respetable pertrechada y provista con todos los útiles de guerra y con 5.000 hombres de todas armas para desembarco, salió Estupiñán del puerto de Sanlúcar de Barrameda en 1496, y el 17 de septiembre de dicho año se hallaba con su armada formalmente colocado al frente de Melilla.


(l) Ilustraciones de la casa de Niebla, 9ª parte, capítulo 4º donde trata de la conquista de Melilla, tomo 2º, página 406, y siguiente de la edición publicada en el Memorial histórico de la Real Academia de la historia. Allí puede comprobarse también la patria de Estupiñán que Cambiaso y Verde en su Diccionario de hombres célebres de Cádiz, quiso sin razón alguna disputar a la ciudad de Jerez.


El objeto y preparativos de esta expedición no habían pasado desapercibidos para los habitantes de la plaza, quienes, como era natural, habían tratado de prepararse para la defensa, y hasta habían invocado el auxilio de algunos otros estados africanos. Ocupados sin embargo la mayor parte de estos con luchas intestinas, no pudieron dar auxilio alguno a los de Melilla; y solo el rey de Fez, que también se hallaba a la sazón en guerra con sus vecinos les pudo enviar un refuerzo de unos 500 hombres de a caballo.


Empero el nombre de Estupiñán, ya por aquellas costas conocido y respetado, y viniendo al frente de un cuerpo de ejército cristiano numeroso, con infantes, caballos y artillería, los puso desde luego en grande apuro, y apenas se atrevieron a oponerle una resistencia decidida. Sostuviéronse sin embargo por algunas horas; y poco seguros de poder rechazar el ataque del cuerpo expedicionario, se retiraron inmediatamente y se atrincheraron a campo raso. Estupiñán entre tanto se posesionó de la plaza en la misma noche del 17 de septiembre, y con una actividad incansable comenzó a reponer los fuertes y parapetar los muros disponiéndose de este modo para rechazar todo ataque imprevisto que pudiera venir de los infieles. Últimamente, después de haber resistido algunos intentos de estos, los batió y arrojó por completo del territorio, obligándolos a marchar y fortificarse en Quidivan, donde quedaron establecidos y donde parece que aun subsisten hoy sus descendientes.


Así se llevó a cabo la conquista de Melilla, que desde entonces viene estando constantemente en poder de nuestros reyes, y cuya importante adquisición que se tuvo en aquella época, como el primer eslabón, dice Washington Irving (1), de una larga cadena de guerras sucesivas contra los infieles de África, le valió a Estupiñán honrosísimas distinciones por parte de los reyes, entre las que una de ellas fue el hacerlo veinticuatro de su misma patria, Jerez. Por hacer bien a vos, D. Pedro de Estupiñán, acatando vuestra, suficiencia y fidelidad e algunos servicios que nos avecles fecho o facedes de cada día, especialmente el servicio que nos hicisteis en la loma de la ciudad de Melilla en alguna enmienda e remuneración de ellos, tenemos por bien e es nuestra merced e voluntad que ahora e de aquí adelante e por toda vuestra vida seáis nuestro veinticuatro de la ciudad de Jerez de la Frontera. Así dice la real cédula en que se le concede esta merced, dada en Salamanca por los Reyes Católicos en 1497, y refrendada por el secretario Fernant Álvarez de Toledo y el canciller Fernant Ortiz (2).


(1) Vida y viajes de Colón, libro XIV, cap. V.

(2) Los Reyes Católicos apreciaron tanto más esta conquista, cuanto que antes de la expedición de Estupiñán habían ellos enviado a su vasallo Martín Galindo para que reconociese la plaza, y había vuelto con el informe de que era imposible tomar y conservar la ciudad por la muchedumbre de moros que en el territorio había, y que sería aquello un matadero de cristianos. La expedición, toma y reedificación de Melilla costó al duque de Medina Sidonia doce cuentos de maravedises, que los monarcas le resarcieron, dándole un juro de tres cuentos de maravedises al año y otros auxilios, para lo que había de seguir gastando en el sostén de la plaza.


Al año siguiente de 1498 volvió Estupiñán a Melilla con socorro para la plaza, y entonces internándose hacia Orán hizo un gran destrozo en los moros, habiéndose traído para Sanlúcar de Barrameda un considerable número de cautivos y otros muchos despojos que fueron por el duque de Medina repartidos entre los expedicionarios. 


Poco después de estos sucesos encontramos ya a Estupiñán desprendido del duque de Medina Sidonia, y colocado por los monarcas al frente de una armada real, en cuyo importante puesto debió prestar grandes servicios que entre otras distinciones le valieron la de una encomienda de la orden de Santiago.


En 1503, hallábase D. Fernando el Católico apurado con la guerra que por la parte del Rosellón le había suscitado el rey de Francia, amenazando nuestras costas y fronteras con un ejército respetable y grande aparato bélico de mar y tierra. La población y castillo de Salsas fue el punto adonde principalmente se dirigieron los enemigos, poniéndole un estrecho cerco. El rey D. Fernando, sagaz y previsor siempre en sus negocios, había previsto esta acometida, y dispuso convenientemente las fuerzas de su ejército, y estableció en el Mediterráneo una armada, nombrando por general de ella, como refiere Mariana (1), a D. Pedro Estupiñán. He aquí las instrucciones que para esta ocasión recibió este del monarca: Comendador, Pedro de Estupiñán: Porque la armada de Francia es venida a la parte de Colibre, y porque ya veis cuanto conviene remediarse en ello a Dios y a Nos, mediante a que nos dé su ayuda; yo vos mando, ruego y encargo que pongáis muy grande diligencia en venir con esa armada y proveimientos, que habéis de traer, y venid muy en orden e muy a punto, e más brevemente que ser pueda; e procurad traer con vos cuantos mas navíos de remos que pudiéredes de quince barcas arriba. Yo envío a mandar a Martín Fernández Galindo, que vos dé seis galeotas armadas de las que trae en su compañía; traedlas con vos y venid a Barcelona, y no paséis de allí sin ver mandamiento mío de lo que habéis de hacer, y según y cuanto a mi servicio cumple, que aquella armada francesa se eche de allí. Por ella conoceréis cuanto soy servido; que en vuestra venida haya mucha diligencia, porque el principal remedio para esto, después de la ayuda de Dios Nuestro Señor, es el que de allá se espera: y por esto no he de menester encargároslo más de cuanto yo tengo creído de manera según lo que esto va; que en cosa no haya un punto de dilación. De la ciudad de Girona a 11 días del mes de octubre de 1503 años a las horas del mediodía. — Yo el rey.— Por mandado del rey, Fernando de Zafra, secretario (2) Con sus acertadas disposiciones el monarca reunió la suficiente fuerza para resistir a los franceses , a quienes no solo contuvo, sino que derrotó completamente, obligándolos a internarse en su territorio.


(1) Historia de España, libro 28, cap. IV.

(2) Esta carta de instrucciones, como la real cédula antes citada, se encuentran en los m.s.s. del P. Estrada copiadas de los originales que conservaba la familia descendiente de Estupiñán.


La confianza que Estupiñán había ya merecido de los reyes, era en extremo grande como la merced que recibió de ellos más tarde nos lo viene a demostrar. El rey Fernando, luego que hubo asentado treguas con los franceses, se partió para Castilla a unirse con la reina, y Estupiñán fue una de las personas que llevó en su compañía.


Era por entonces la época en que los sucesos del Nuevo Mundo tenían absorta la atención de los reyes y del país. Colón y su familia se hallaban en la sazón en desgracia, y después de la muerte del primero, Pedro de Estupiñán recibió de los monarcas un premio ya bien merecido por su lealtad y sus numerosos servicios, pero que hubo de serle también fatal para su fortuna. Nombrado adelantado de las Indias y gobernador de Santo Domingo, iba a ocupar un puesto que era en aquellas circunstancias de desempeño muy difícil, cuando un suceso que no se halla bien esclarecido, vino fatalmente a poner término a sus días.


Partido de la corte hacia la capital de Andalucía con ánimo de embarcarse para su destino, se dirigió sin embargo antes con objeto de cumplir algunos votos al monasterio de Gerónimos de Nuestra Señora de Guadalupe. Allí se encontraba hacía ya días ocupado en sus piadosos ejercicios, cuando sin que ninguna causa ni anterior padecimiento lo hiciera prever, vino de pronto la muerte a cortar el hilo de su vida. El suceso puso en consternación a todo el mundo, y se hicieron multitud de comentarios, atribuyéndolo cada cual a causas diferentes, aunque la opinión mas general entonces lo creyó debido a un tósigo.


He aquí cómo refiere el P. Estrada, tomándolo de la tradición, o de algunos manuscritos, el motivo de la muerte: «Un día entró donde estaba nuestro comendador un truhán con una toalla en el hombro y un melón en la una mano, y en la otra un cuchillo, y díjole a nuestro comendador: «Señor, ¿queréis vos una fineza de esta fruta?» No hubo de parecerle mal a nuestro comendador, por lo apasionado que era, pues le respondió que sí; lo cuál visto por el truhán, limpió el cuchillo por ambas partes de la toballa, y cortando una tajada, se la dio: comióla, y luego al otro día murió. Y fue cierto que traía tósigo la toalla, porque el truhán se ausentó y no pareció más.»


Así se dice que terminó sus días este eminente jerezano, cuando aún le esperaban nuevos triunfos que adquirir en su carrera. Su cuerpo fue enterrado en el mismo monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, y sobre su sepulcro fue colocada la inscripción siguiente:


AQUÍ YACE EL MUY MAGNÍFICO CABALLERO EL COMENDADOR PEDRO DE ESTUPIÑÁN, ADELANTADO DE LAS INDIAS Y NUEVO REINO Y GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE LA ISLA DE SANTO DOMINGO.


Hasta aquí todas las noticias que se conservan sobre la muerte de Estupiñán. Su familia, originaria que era de Aragón, continuó residiendo en la ciudad de Jerez de la Frontera, donde tenía su casa solariega en la calle llamada de Francos, y sus entierros en las iglesias de S. Salvador y de S. Marcos, donde se veían los escudos con sus armas. Consistían estas en un pino sobre ondas de mar con dos estrellas rojas a los lados sobre campo de oro y una orla de campo azul que en letras doradas decía: Soli Deo honor et gloria.


Pedro de Estupiñán dejó cinco hijos varones, de los cuales uno de ellos figuró al lado del célebre Alvar Núñez en los sucesos de la conquista y gobierno del Río de la Plata. De algunos de ellos hubo descendencia directa en Jerez, hasta el pasado siglo, en que la casa de los Estupiñanes quedó incorporada a la de los Morlas de la misma ciudad. Tales son todas las noticias que podemos referir sobre la vida y familia del célebre conquistador de Melilla>>.