El historiador Juan Antonio Moreno Arana nos ofreció en la Revista de Historia de Jerez nº 16-17 (2014) un magnífico artículo titulado "Apologías políticas, erudición y enseñanza del latín: El emblema de Diego de Castro Reboredo (1777)" (http://revistadehistoriadejerez.com/app/download/5886069/151-168.pdf). Y en la Biblioteca Provincial de Cádiz se halla un ejemplar de una obra de Diego de Castro y Reboredo que Moreno Arana estudia, ejemplar de donde hemos tomado nosotros la siguiente imagen.
En las páginas 10 y 11 de este folleto se encontrará la descripción de aquel Jerez maravilloso e idílico, mítico y paradisíaco, que Castro Reboredo dibuja para sus alumnos: “…el conjunto de tan bellas proporciones, para una vida deliciosa en el Ayre, tierra, agua y Cielo, que la rodean, no pudieron ponerle nombre, que explicara el lleno de su observación, a no haberle executoriado Xeris que significa el Iris de las selvas, o el Iris de los campos. Es dicción que contiene la paz entre otras bellas propiedades, y por esta razón un compromiso de todas felicidades: porque solo la paz es la más apreciable Joya, para lo más necesario a la sociedad humana, y con ella sola se explican todas las felicidades, como sin ella las últimas calamidades de esta vida. Por lo dicho aparece vencida toda contraria expectación, y por eso se dice que la situación de los Elyseos era depósito de la eterna paz, según los Gentiles lo creyeron. Para confirmación de esta su fundada derivación y nombre, contribuye lo templado de su temperamento, lo espacioso quanto lo delicioso de sus campiñas, lo dilatado de sus llanuras, lo fértil de su suelo, lo más abundante de sus frutos, lo más opimo de sus granos, lo más copioso de sus mieses, lo más sapido, delgado y vigoroso de sus vinos, lo más craso de sus carnes, y lo más blanco quanto sabroso de sus panes… Pues qué diré del más completo deleyte si expusiera la amenidad de sus Campos, Montes y Selvas, para con ella defrutar la vida más dichosa?. Y que si pudiera numerar la variedad de sus aguas minerales, que se desprenden de sus robustas montañas? Y qué de las fieras, que en ella se abrigan, para el solícito, quanto divertido exercicio de la caza?. Y qué de las diversas especies de ganados, que apacientan, ya para la subsistencia de la vida del hombre, ya para el servicio de la Agricultura?. Y qué?... Mas esta sería una narración mui difusa. Y cómo este conjunto es un legítimo producto de su Oróscopo, sus habitantes, Manes vivos en tantos Elyseos son de gallarda corporatura, hermosamente engestados, ágiles, laboriosos, y dispuestos para todo. Por eso manejan con igual destreza el arado en la Agricultura, que la espada en el Real Servicio, con igual un Caballo, que la lid, o juego con las fieras. De modo que en estos campos, en esta Ciudad sed verifica, lo que cantó de estos Elyseos el Poeta…”
Observamos en primer término del dibujo una barca que invita a pasar a la otra orilla de un río que está nombrado en la misma imagen como "Lethe". Pasando la orilla nos encontramos una gran foresta y montañas al fondo (…Jerez y su río como paraíso), sobre todo lo cual aparece un emblema dividido en tres partes. En primer lugar, una orla donde se lee "Stat providus, obvius, pervius", la cual enmarca los cuatro cuarteles de castillos y leones que definen las armas reales. En segundo lugar, por encima de los cuarteles orlados, una corona real (Carlos III) flanqueada por dos cornucopias de las que brotan flores (la Fortuna). Y finalmente el símbolo de Mercurio (el Conocimiento) a su vez coronado por un pequeño sombrero alado que parece ser el causante de que el emblema esté suspendido en un cielo lleno de aves -rústicamente presentadas con trazos infantiles-.
El historiador Juan Antonio Moreno Arana, en el artículo citado, interpreta así el idealizado dibujo: "... se ocupa en la tercera parte a la interpretación del emblema o jeroglífico que presidía la clase y que da título a toda la obra. De este modo, según se entraba en el aula se dejaba ver en su pared principal el escudo real sobre el que se erigía el caduceo de Mercurio como símbolo, descifrado del emblema CXVIII del repertorio de Alciato, de la “sabiduría, elocuencia y prontitud en el obrar”. Flanqueando al escudo se dibujaban sendos frascos de Amaltea o cuernos de la abundancia que vierten flores a los jóvenes estudiantes, representados bajo la alegoría de bandadas de pájaros que acudían a ellas. Esta escena se representa sobre los Campos Elíseos y su río Lethe, “mui al vivo dibujados”, de los que emerge una orla que se abraza al escudo real con el epígrafe “STAT PROVIDUS, OBVIUS, PERVIUS”, significando la firmeza y la prontitud para obrar (STAT), siendo los otros tres epítetos “las cosas más visibles, que más bien intervienen á toda obra digna de alabanza”. El emblema, en definitiva, simboliza cómo los sabios y efectivos decretos del gobierno de Carlos III, que han dado lugar a “las más hermosas flores de elocuencia en los Maestros”, se derraman sobre el elíseo jerezano para que las vivientes almas o “manes” que en ellos moran, que no son otros que sus alumnos, encuentren “el alimento intelectual del alma, las bellas letras”.
Es muy interesante, siguiendo al historiador J.A. Moreno Arana, observar cómo los historiadores jerezanos del XVIII y siglos anteriores identificaron el río Guadalete con el río del olvido del que se habla en la mitología clásica, es decir, cómo quisieron hacer pasar estas tierras por el paraíso que hacía a los que ya murieron olvidar el lugar de donde venían. Moreno Arana no olvida mencionar que también Cervantes habló de los "elíseos jerezanos prados" y anota oportunamente a pie de página: "El paisaje de la campiña jerezana, tan celebrado por poetas y escritores desde tiempos remotos -hoy lastimosa reliquia de lo que fue-, es un valioso patrimonio material e espiritual que debemos preservar de las insaciables garras de la especulación, ya sean de antiguo o de nuevo cuño".
El emblema CXVIII del repertorio de Alciato alude a que la fortuna y el conocimiento unidos generan la virtud.
El origen principal de esa tradición de identificar el río Guadalete con el mítico y paradisíaco río del olvido la adjudica Moreno Arana al historiador jesuita Martín de Roa (1560-1637), del que, aludiendo a los contornos de Asta Regia, dice: "Es el jesuita Martín de Roa quien primero y más ampliamente se ocupa del asunto dentro del extenso capítulo que dedica al río Guadalete en sus Santos de Asta. Martín de Roa plantea la posibilidad de que el Guadalete hubiese sido bautizado por los primeros expedicionarios griegos con el nombre de Lethe, el río que en su mitología daba entrada al Elíseo, por las amenas tierras de su desembocadura, como eran las huertas de Sidueña, para el jesuita, “uno de los lugares más fértiles y hermosos del Orbe”. Tal belleza, pensarían según Roa, desvanecería el recuerdo de las patrias de los que aquí arribaban, tal y como el Lethe borraba el de los bienaventurados que llegaban al paraíso; de ahí, cita Roa, que Estrabón los situasen en los contornos de la ciudad de Asta".