Ya
dimos a conocer los curiosos documentos (http://memoriahistoricadejerez.blogspot.com/2016/11/las-cedulas-mortuorias-de-los-7.html) de las
partidas de enterramiento de los cadáveres una vez que esas 7 personas fueron
ejecutadas, un 14 de junio de 1888, en la plaza del Mercado; un acontecimiento
muy hondamente sentido en Jerez al que todavía (lo que no me sorprende) no se
le ha dado en la ciudad la relevancia histórica, simbólica y política que
merece, ni tampoco se ha rendido tributo
y honorable memoria a los pobres jornaleros que fueron víctimas de un sistema
político y judicial despiadado que o los mataba de hambre o bien a garrote vil.
Hoy
reproducimos aquí un texto, que quizás no sea del todo histórico, verídico,
fiable, sino más bien periodístico, de los momentos de la ejecución. Pero
aunque haya que poner en cuarentena algunos matices y detalles del texto,
merece nuestra atención por la viveza de los variados elementos descriptivos de
la dura situación cuya panorámica ofrece tan pictóricamente. El autor es Manuel
Hidalgo, en cuyo libro Efemérides
jerezanas (Jerez, 1886) encontramos
esta interesante, influida por la Iglesia Católica y también sobrecogedora
narración de lo sucedido al pueblo de Jerez vía garrote vil:
<<A las ocho de la mañana
de este día, año de 1884, fue trasladado Juan Galán de un calabozo por delante
de una fila de soldados a la capilla. Allí se le leyó la sentencia de muerte
dada por la Audiencia de lo Criminal, la ratificada por el Tribunal Supremo y
la denegación del indulto. El secretario de la Audiencia Sr. D. Francisco
Gallego, leía las sentencias; el escribano, el sacerdote y los facultativos y
las personas que en aquel acto se encontraban se afectaron mucho. En cambio el reo con tranquila atención, con
imperceptible conmoción escuchaba la lectura; solo una mirada de asombro
dirigió a los concurrentes cuando el Secretario llegó a la significación del
crimen. Quizás intentó decir algo, pero la voz quedó detenida en su garganta.
El presidente de la Audiencia le dirigió algunas elocuentes palabras de
consuelo viendo con satisfacción el ánimo resignado que dominaba su
entendimiento.
En
este día año 1884, a las ocho en punto de la mañana, murió en el patíbulo Juan
Galán, el cual fue conducido en un carro desde la cárcel a la plaza del Mercado
donde tuvo lugar la ejecución: lo acompañaban en el mismo vehículo el sr. cura
párroco de San Dionisio y otros sacerdotes, entre ellos el reverendo padre
Cadenas, de la Compañía de Jesús. Fueron sus últimos momentos un acto de
horrible solemnidad, y al darle vuelta
al tornillo el verdugo, el venerable padre Cadenas que no se separaba un
momento del reo, con voz estentórea y cara como es su palabra, pronunció el
nombre de Jesús, que se oyó a una gran distancia, contestando y repitiendo tan
dulce nombre toda la muchedumbre.
Un
hecho de crueldad corrigió el padre Cadenas. Como el reo se quejara de la
manera tan violenta con que el verdugo le apretaba las ligaduras, el padre
Cadenas lo amonestó diciéndole que cumpliera humanamente con su deber. Una
mirada de gratitud dirigió el reo al referido sacerdote; tal vez la última, que
recibiría conmovido, pues se transformó su semblante en una palidez mortal.
E1
abogado defensor, D. Eleuterio Herrera, no se separaba un momento del reo, el
que denotaba consuelo con tenerlo a su 1ado. A las ocho de la noche rezó
algunas oraciones con el venerable Padre Cadenas y algunas otras personas,
ratificando después su testamento ante el Notario D. Joaquín María de la
Barrera.
En
este día [14 de junio] año de 1884 fueron
ajusticiados en la plaza del Mercado Pedro Corbacho y su hermano Francisco
Corbacho, Bartolomé Gago, y Manuel Gago,
hermanos también, Juan Ruiz, conocido por el Maestro de escuelas, porque
efectivamente ejercía esta profesión en el convento de San José del Valle, en
la Sierra de este nombre, término de Jerez, José Fernández Torrejón y Gregorio Sánchez Novoa, auxiliados por
los sacerdotes D. Ildefonso Carballo, D. Manuel Jiménez, D. Miguel Delgado, D.
Juan Domínguez Atienza, D. José Marmolejo, D. José Arcila y D. Francisco
González Veiga, respectivamente. Este
señor
sacerdote al entrar los reos en Capilla dijo una misa que fue escuchada con
mucha atención.
Hasta
cerca de las doce no quisieron almorzar pidiendo todos huevos fritos, jamón y
café.
La
resignación empezó a verse manifiesta en todos desde que entraron en capilla,
distinguiéndose por lo sereno y un tanto descarado Bartolomé Gago, por lo
tranquilo y resignado Pedro Gago y algo abatido Cristóbal Torrejón y Juan Ruiz.
Una
escena triste demostró que Pedro Gago era el de mejor sentido y el que se
mostraba más resignado. Al entrar el alcalde Sr. Marqués de Casa Pavón en la
capilla, aquel que lo conocía por haber sido su colono, le dirigió sentidas
frases recomendándole a su pobre y anciano padre que ya vivirá poco, decía así
como a sus hijos. Por la tarde, hicieron testamento ante los notarios D. Juan
Pedro Becerra y D. José María González, dejando por heredero de las limosnas
que se recogieran por los hermanos de la Caridad a sus mujeres e hijos, y
Manue1 Gago a sus hermanos.
Estos
desgraciados eran los que formaban, en el sitio de la Parrilla de este término,
la asociación clandestina titulada la Mano Negra y por haber dado muerte
alevosa y violenta a uno de sus asociados.
Mucho trabajó el
pueblo de Jerez y su venerable clero para el indulto de estos infelices pero
todo fue en vano,
telegrafiando el Ministro de la Gobernación a última hora al Presidente de la
Hermandad de la paz y Caridad, manifestando que a pesar de sus buenos deseos no
le era posible aconsejar a S.M. el Rey el indulto de los reos de que se
trataba.
Un
recuerdo de gratitud debemos consignar porque merece especiales elogios. La
hermandad de Paz y Caridad después que entraron en capilla los reos, se
dividieron en comisiones, una destinada a la capilla relevándose de dos en dos
horas y otra destinada a las calles para pedir de casa en casa. En vista de las dificultades que existían
para hallar individuos que llevaran al cementerio las cajas de los restos de
aquellos infelices se brindaron los mismos individuos de esta Santa
Hermandad a tan penoso y caritativo servicio, así como todas las misas que se
celebraron en la Parroquial de San Dionisio por el alma de los reos, fue
sufragada por la citada Hermandad.
Una concurrencia numerosísima asistía a todos los templos de Jerez a oír misa por los reos; parecía la población un día festivo, o de difuntos; hasta la inmensa muchedumbre que asistió a la ejecución, se dirigía silenciosamente conmovida, a los templos>>.