martes, 18 de agosto de 2020

Los generales fascistas de la plaza del Arenal (Jerez, año 2020)

Tres de los signos identitarios de Jerez son el vino, los caballos y el flamenco, aunque la ciudad y su amplio mundo rural tiene otros muchos rasgos definitorios, como, por citar algunos, el mítico río Guadalete, los muy singulares Montes de Propios, la secular cría de ganado vacuno, la histórica cultura cerealera, la rica presencia del pueblo gitano, etc. Ejemplos estos que, dado que venden poco, son marginados (Jerez carece siquiera de un museo de historia de la ciudad). Pero aunque algunos pocos quizás así lo quisieran, la historia de Jerez no es un topicazo sin sentido. Jerez tiene historia cierta, es decir, tiene lógica, tiene raíces hondas, nada efímeras o envolvibles en bolsita de duty free.

También sin duda uno de los rasgos más principales que definen nuestra historia es la brutal división de clases sociales. Por un lado los ricos terratenientes y unas cuantas familias que, a su servicio directo, han gobernado la ciudad desde hace siglos. Por otra una masa de un 80% de la población dedicada al campo o al trabajo en las bodegas. Esta división social tajante y sangrante es la clave más visible, desde luego, de esa nuestra larga historia de injusticia sin compasión… o con la compasión justa puesta como guinda por una iglesia católica nada crítica con esas injusticias, amiga de los poderosos que detentaban la capacidad de construir iglesias o subvencionar al mínimo alguna obra caritativa que los curas pudieran protagonizar como mártires, bien publicitados, de virtud y entrega. La posesión de la tierra y la exportación cerealera y vinícola en manos de una élite impúdicamente rica en un océano de pobreza, tuberculosis y analfabetismo, fue siempre el nervio de nuestra historia.


Los sucesos de la Mano Negra y el asalto campesino de 1892, tras el fiasco social de la revolución del 68, marcaron en Jerez el ritmo de las cosas, un ritmo de represión y dictadura caciquil de dimensiones parecidas a un campo de concentración. Obviamente, la burguesía, atenta a los motines de desesperación del pueblo, no tardó en construir aquí un monumental cuartel de caballería, el nombrado Fernando Primo de Rivera (tío de “nuestro” general Primo de Rivera, I marqués de Estella y Ministro de la Guerra en tiempos de Maura y de Dato), dominando en la altura del final de la c/ Taxdirt toda la ciudad. Desde ese cuartel, y no es una casualidad que esto viniera a ocurrir así, el comandante Salvador Arizón Mejía segó la vida de muchos cientos de jerezanos en 1936 y organizó la toma militar de varios pueblos de la provincia de Cádiz a las órdenes de Queipo de Llano.

Este es, muy grosso modo, el panorama histórico en el que se ha desenvuelto Jerez en los siglos XIX y XX. La rica burguesía, por ejemplo el ducado de Algeciras para los Sánchez Romate, no abjuró del medievalismo nobiliario. Al revés. Enseguida reclamó o compró a la frágil monarquía borbónica la concesión de títulos honoríficos con los que hacer ostentoso su poder delante de todos. Los Domecq y los Primo de Rivera son, igualmente, ejemplos claros de este afán nobiliario, por lo demás hueco, falso, de ostentación pomposa de nombramientos a la vieja usanza.

Y fruto de todo esto es, por supuesto, el viejo programa iconográfico-simbólico que continúa a día de hoy señoreando sin tapujo las calles, avenidas y plazas de la ciudad. La avenida principal se llama Domecq (a pesar de que empezó llamándose de América), la plaza principal, la del Arenal, está aparatosamente ocupada por el general Primo de Rivera y la puerta de Sevilla está guardada por la estatua del Marqués de Domecq junto al convento de dominicos donde hace siglos se hospedaron los inquisidores. La estatua a Rafael Rivero, o la dedicada al padre Coloma, los ciento y un nombre religiosos de calles de la ciudad, etc., rematan con rotundidad aplastante cuál es el relato (asfixiante), el argumentario (incontestable) y la narración histórica (impuesta) por la élite de la ciudad… Todo está meridianamente claro.

                                                       Miguel Primo de Rivera con Mussolini

Y ahora, teniendo en cuenta ese contexto histórico, que cualquier jerezano conoce bien en sus carnes, centrémonos no ya en el imperial caballo sobre el que permanece Primo de Rivera y defecan tranquilas las palomas, sino sobre los generales fascistas que están en uno de los lados del pedestal que sostiene el anacrónico conjunto escultórico.

Al pie de la estatua del dictador Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1870-1930) están representados unos militares golpistas que pertenecían o apoyaron al bando militar sublevado que cañoneó la IIª República. Eran generales que, además de ser fieles ejecutores de la "dictablanda" de Primo de Rivera en sus intereses de ocupación de Marruecos, protagonizaron (varios de ellos) en 1936 y años sucesivos sendas acciones contra lo que, democráticamente, la ciudadanía, un 14 de abril de 1931, había decidido para el país. La vigente Ley de Memoria Histórica (https://www.boe.es/boe/dias/2007/12/27/pdfs/A53410-53416.pdf) no debería permitir que permanezcan donde están, porque fueron cómplices directos de una represión política en todo el país que se llevó por delante decenas de miles de vidas. Veamos:

-El general golpista José Sanjurjo Sacanel (1872-1936) como alto oficial participó en la guerra contra Marruecos (desembarco de Alhucemas, etc,) y al principio de la IIª República llegó a ser, por breve tiempo, Alto Comisario de España en Marruecos. Protagonizó en 1932 un fallido golpe militar contra la IIª República. Estaba previsto que fuera él el comandante en jefe de los sublevados en julio de 1936, pero falleció precisamente el 20 de julio cuando se dirigía a la zona sublevada para hacerse cargo de la rebelión militar y golpe de estado.

-El general golpista Ignasi María Despujol i Sabater (1867-1959) tuvo un papel muy destacado en el desembarco de Alhucemas (1925). Fue Gobernador Civil y Capitán General de Cataluña (hasta abril de 1931). Este Teniente General recibe en 1957 la Gran Cruz al Mérito Militar por su trayectoria política y militar. Con la Ley de Azaña de 1932 se retiró del ejército, pero en 1936 se adhirió al movimiento golpista contra la IIª República. En 1938 traduce al español el libro del general Duval "Enseñanzas de la guerra en España" (Duval era en aquella fecha alto oficial francés en la zona sur de Marruecos).

-El general golpista Emilio Fernández Pérez (1871-1941), fue nombrado por Franco, en septiembre de 1939, Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. “Teniente general, Presidente del Consejo Supremo de Justicia Mi litar, Director General de la Guardia Civil, Capitán General de la Sexta Región Militar, Gobernador militar de Valladolid, Director de la Academia de Caballería, Coronel del regimiento Alcántara, Consejero Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., Presidente del Casino de Madrid, Medalla Militar, Gran Cruz de San Hermenegildo, Gran Cruz de la Corona de Italia, Gran Cruz del Mérito Militar, Naval y otras muy distinguidas” (http://ancienhistories.blogspot.com.es/2015/03/la-academia-de-caballeria-y-sus.html).

-El general Leopoldo Saro Marín (1878-1936) con 58 años los milicianos madrileños matan en 19 de agosto de 1936 en Madrid al que fue miembro del Directorio Militar presidido por Primo de Rivera. La IIª República lo separó del servicio, siendo procesado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por su participación en el pronunciamiento de 1923, siendo sentenciado en 1932 por el delito de alta traición y auxilio. Ingresó en prisión y se le amnistió en 1934, pasando a la situación de 2ª reserva.

-El contralmirante Eduardo Guerra Goyena (1862-1934), jefe de las fuerzas navales del protectorado murió en 1934 y en 1931 juró fidelidad a las autoridades republicanas (Diccionario RAE).

La dictadura de Primo de Rivera premió a Leopoldo Saro, a Despujol y a Sanjurjo en varios decretos de 1926. Una “heroica” descripción del desembarco de Alhucemas (1925) -donde aparecen todos los militares, Franco incluido, cuyas biografías estamos glosando- del desembarco en ABC: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1950/09/07/005.html

En definitiva, a los jerezanos y a las jerezanas no nos van a engañar fácilmente con eso de que la estatua del general es muy bonita porque la hizo el escultor Benlliure… No, porque la cuestión no es de estética. La cuestión es ética, cívica y política: Franco fue la consecuencia lógica, programada, de la dictadura, claramente protofascista, de inspiración directa mussoliniana, del general jerezano Primo de Rivera (padre de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la también golpista Falange). No lo digo yo, sino Paul Preston: "Los temores de la élite se apaciguaron temporalmente en 1923, cuando el Ejército volvió a intervenir y se instauró la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Como capitán general de Barcelona, Primo de Rivera era íntimo de los barones catalanes de la industria textil y comprendía que se sintieran atacados, y como procedía de una adinerada familia de terratenientes de Jerez, también comprendía los temores de los latifundistas. Era, por tanto, el guardia pretoriano ideal para la coalición reaccionaria de industriales y terratenientes que se consolidó a partir de 1917. Mientras permaneciera en el poder, Primo de Rivera ofrecería seguridad a las clases medias y altas. Aun así, y pese a cierta colaboración del régimen con el PSOE y la UGT, sus ideólogos se esforzaron con ahínco en construir la noción de que, en España, dos grupos políticos y sociales, incluso morales, estaban abocados a librar un combate a muerte, movidos por una mutua e implacable hostilidad. Concretamente, y como anticipo de la función que más tarde desempeñarían para Franco, estos propagandistas pusieron todo su empeño en advertir de los peligros que representaban judíos, masones e izquierdistas".

Mejor trasladar esa estatua a otro lugar y volver a dedicar la plaza del Arenal a lo que siempre fue hasta que vino el dictador y sus ansias de pasar a la eternidad, a saber, dedicarla a una simbólica y bella fuente como la que se puso en recuerdo de la traída de aguas del manantial de Tempul en 1869. Porque la estatua de Primo de Rivera es una apología del fascismo y Jerez no debe seguir homenajeando a dictadores. No es que queramos cambiar la historia, lo cual no se puede, es que no queremos que nuestras calles englorien continuamente al fascismo.