p. 90
et bastante.
Que la dicha
Ciudad, Alcaldes mayores, Alguacil mayor, Veinte y quatros, Jurados, Rexidores
y Cavalleros, Escuderos, fidalgos de ella que fueren y han de hacer desde luego
Pleito omenage en forma devida, y dar rehenes a dichos Señores. Que luego que
la dicha confirmación fuere venida del dicho Señor Rey don Alonso, luego en el
mesmo dia que la dieren a la Ciudad, recevirá por su Rey al dicho don Alonso
como verdadero heredero y sucesor de estos Reynos y alzarán Pendones; y Nos los
dichos Duque de Medina y Conde de Arcos, por virtud del Poder que del dicho
Señor Rey don Alonso tenemos, otorgamos, prometemos e Juramos a Dios y Santa
María y a todos los Santos Evangelios do quier que están, e facemos Pleito
Omenaje como Ricos Omes e Cavalleros fidalgos, según fuero e costumbre de
España una, dos y tres veces en manos de Pedro de Gallegos, Cavallero fidalgo,
que tendremos e cumpliremos e faremos todo lo contenido en esta Escritura sin
otra cautela ni simulación alguna, so las penas en que caen los Cavalleros
fidalgos que quebrantan juramento o pleito omenaje, y por firmeza de lo qual
firmamos esta Escritura de nuestros nombres, y mandamos sellar y otorgamos ante
el escrivano público y testigos yusoescritos, que fue otorgada en la Villa de
Rota, Villa de mi el dicho Conde de Arcos en doze de enero del nacimiento de
nuestro Señor Jesuchristo [de] mil quatrocientos sesenta y seis años. Testigos
que fueron presentes a todo lo susodicho Antonio González de Almonte, Veinte
p. 91
y quatro, Juez executor de la
Ciudad de Sevilla; el Doctor Juan Rodríguez; el Alcalde de Medina, Criados del
dicho Señor Duque; el Bachiller Diego de las Doblas, Vecino de la Ciudad de
Xerez = El Duque = El Conde. Y yo, don Juan de Ezija, Escrivano de la Cámara
del dicho Señor Rey e su notario Público en la Corte y en todos sus Reynos y
Señoríos, fuy presente en uno con los dichos testigos a todo lo que dicho es. Y
leí y concerté esta escritura con la dicha Carta del dicho Señor Rey, donde fue
Sacada, y a ruego y otorgamiento de los dichos Señores Duque y Conde, que en mi
presencia aquí firmaron sus nombres y la Sellaron con sus sellos, la fice
escribir e fize en ella mi Signo e so Testigo= Juan de Ezija, Escrivano de
Cámara del Rey.
La Ciudad
otorgó la misma Escritura hizo Pleito omenaje en Catorce de Enero. Entregaronse
los rehenes y a fin de Marzo del mismo año, cumplido el término, Vinieron a
Xerez don Alonso de Guzmán, hermano del Duque, y don Alonso Pérez, hermano del
Conde, con carta del Ynfante don Alonso, en que confirmava todos sus
privilegios y la dicha Escriptura. La que vista por la Ciudad levantó su Pendón
en la forma Capitulada.
Del contexto
de las expresadas Capitulaciones se evidencia el temor y rezelo que con tanta
razón tendrían los Xerezanos por haver resistido eficazmente el que se jurase
por el Rey a don Alonso, siendo el verdadero y lexitimo su hermano don
Enrrique. Era regular que para evitar que el nuevo Rey resentido de los efectos
de su Real proceder, tal vez derogase sus privilegios e inmunidades, pretendieran
p. 92
antes de jurarlo, asegurarse con
la Escritura y Capitulaciones expresadas; en lo mismo que manifestó los justos
dictámenes de su verdadera lealtad, la que después más bien se verificó apenas
pasaron dos años de este hecho, por haber muerto el citado Rey don Alonso.
Con este
motivo, pareciendole a la Ynfanta Dª Ysabel, hermana del Difunto Rey y del
Señor don Enrrique, que por lexitima sucesión era la Heredera del Reyno,
escrivió dos Cartas a la Ciudad de Xerez, una en ocho y otra en Veinte y tres
de Julio del año de mil quatrocientos sesenta y ocho, nombrándose Reyna, e
igualmente el Conde de Arcos, y Duque de Medina, y la Ciudad de Sevilla, y
Córdova, para que mandasen sus Procuradores a efecto de que la juraran por
Reyna. Pero la Ciudad, no aceptando esta convocatoria, respondió que el asumpto
era muy arduo, viviendo el señor don Enrrique; y parece que solo esta respuesta
de Xerez contuvo la determinación de las demás Ciudades; pues trataron de
convenio con la Ynfanta; en el qual se declaró y juró ser la succesión del Rey,
y asimismo su Casamiento con don Pedro Girón, quien por haver muerto en el
camino no tubo efecto este tratado. Mas habiendo pedido perdón la Ynfanta a su
hermano don Enrrique, cesaron los disgustos y ruido de las Armas. Pasó después
a Córdova el Señor don Enrrique, a donde mandó Xerez sus diputados a vesarle la
mano, y en esta ocasión confirmó a la Ciudad todos sus privilegios; por lo que
en vista de semejantes acontecimientos no se pueden desear
p. 93
Testimonios más auténticos de su
firme y generosa lealtad; pues sin temor de los peligros a que exponía, como
antes había experimentado, no condescendía como Sevilla y Córdova a reconocer
por Reyna a la Ynfanta Dª Ysabel, y dándose el Rey por satisfecho de su leal
proceder le confirmó sus privilegios, como va expresado. Cuyos antecedentes
manifiestan con la mayor claridad que el haver jurado a don Alonso, hermano del
Señor don Enrrique, Coartados de la opresión y violencia, no puede deslustrar
en un ápice su generosa y firme lealtad: y si de ésta es tan hijo el valor y
vrioso esfuerzo con que se manejan las Armas, debe ser el asumpto del Punto que
se sigue, tratar de los Triunfos que con ellas consiguieron por la Mar y por la
tierra.
Punto Undécimo: Triumphos de las Armas de esta Ciudad por Mar, y
Tierra.
Campo muy dilatado se presenta en
este punto, si por menor se hubieran de referir todas las Victorias y Triunphos
de las Armas Xerezanas assi por tierra, como por la mar; pero por no hacer esta
Historia demasiadamente prolixa solo se referirán las más notables y gloriosas,
en atención a que por la Uña se conoze al León. Demos principio por las
Batallas Navales; mas esto supone que la Ciudad de Xerez tenía su propia
Armada; y quien lo podrá
p. 94
dudar?. En el año de mil quatrocientos
y diez hizo la Ciudad Ordenanzas particulares para su Marina, siendo Capitán de
sus Naves Alvar Núñez, su Cavallero Patricio, gozando sus Capitanes y Pilotos
de ciertos Privilegios y franquezas, según Consta de Carta del Almirante de
Castilla, fecha del año de Mil quatrocientos y ochenta y nueve, en que se
mandava que a los expresados se les guardasen todos los Privilegios, y el
Sobre-Escrito de la dicha Carta decía: A mis Parientes, Señores, y singulares
Amigos los Veinte y quatros de Xerez de la Frontera.
El ya citado
año de mil quatrocientos y diez con el motivo de infestar nuestras Costas los
Berberiscos, persiguiendo nuestras Embarcaciones, o haciendo desembarcos en
ellas, y causando los mayores perjuicios, salió la Armada Xerezana de la Ensenada
de Puerto Real, que era donde tenía su fondeadero, y unida con la del Rey los
auyentaron; y después fueron a sitiar a Tetuán, que sin embargo de ser una de
las Plazas más fuertes del África, la rindieron y entregaron los Moros, siendo
preciso que los nuestros la demolieran por lo dificultoso que era poderla
conservar, la que se mantuvo en esta situación, hasta que los Moros expulsos de
Granada la volvieron a reedificar. Esta misma Armada, en que iba de Capitán de
los Bajeles de Xerez Albar Núñez Cabeza de Baca, y de los del Rey Mosén Rubín
Bracamonte, fue destinada después para impedir los Socorros que del África le
manadavan al Rey Moro de Granada
p. 95
y con este motivo se les ofreció
un combate muy porfiado y reñido, en el que triunfando nuestra Armada de sus
Enemigos les apresaron Ocho Galeras, y echaron a pique doze; y aquí se debe
notar que una de las presas se dio a Cádiz para ayuda de la Fábrica de su Santa
Yglesia, como también que el año de mil quatrocientos ochenta y tres se dio
principio a la fundación de Puerto Real, para la mayor defensa de la Armada de
Xerez, por estar en aquella Ensenada su fondeadero como se ha expresado. Cuya
Marina reportava con tanto honor que habiendo determinado el Rey la guerra
contra el Reyno de Granada el año de mil quatrocientos treinta y uno pidió a
Xerez quatrocientos Ginetes y setecientos Peones, con más quinientos remeros
para las Galeras, habiendolo todo
franqueado, añadiendo además de Ciento y cinquenta Cavalleros; Más de Dosmil y
trescientas fanegas de pan; Dosmil y trescientas de Cevada; Dosmil y treinta
arrovas de Vino; y Trescientas Vacas para mantener el Exército; en quanto a
mandar los Remeros para las Galeras respondió la Ciudad no poder servir en esto
a S.M. por ser la gente de Xerez muy pundunorosa para servir en semejante
destino.
Ygual
esfuerzo, valor y vizarría manifestaron en todas las ocasiones que se
ofrecieron en las reñidas Batallas que por tierra tubieron con los Moros las
que ahora se van a referir, según el orden de los años en que sucedieron. En el
supuesto de las que ya quedan referidas del tiempo de la Conquista deve ser la
primera
p. 96
la que en el año de mil
doscientos noventa y uno se dio enfrente de Tarifa, a la presencia del Rey don
Sancho el Quarto, quien no determinandose a dar aquella Batalla después de
estar todo prevenido, en atención a que el Exército de los Enemigos era
numerosissimo y muy superior al de los Christianos. Llegó al tiempo de esta
innacción el Gran Garci Pérez de Burgos, que esforzado de su valor invicto e impaciente
de aquella suspensión, levantó su voz, animó a todo el Exército diciendo:
Santiago a ellos de Rondón, y siendo el primero que acometió, le siguió el
Exército causando tal estrago en los Moros que por haber muerto en la batalla
sus principales Gefes y Capitanes, fue causa de que se hubiera Conquistado
Tarifa a poca diligencia el siguiente año. En esta ocasión fue quando
agradecido a varón tan invicto y esforzado, sin embargo de que era Cavallero
notorio de la gran Casa de los Sarmientos, quiso hacerlo Cavallero particular
dandole Armas propias y un Privilegio rodado de nobleza, y muy especiales
escepciones para él y quantos vinieran de él, assi varones como hembras, lo que
es notorio y consta por las varias ejecutorias que existen en Xerez y se han estendido
por otras Ciudades y Pueblos.
Después de la
Célebre conquista de la Ciudad de Tarifa, muerto el Rey don Sancho el Quarto en
quince de Abril de mil doscientos noventa y cinco, su hijo el Señor don
Fernando Quarto que ya había salido de la Pupilar edad, envió a el
p. 97
Ynfante don Pedro a Andalucía, en
donde dispuso ir a tomar el Fuerte Castillo de Tempul con la Cavalleria y gente
de Xerez, y habiendo conseguido esta empresa, luego que el Rey tubo la noticia
de este feliz suceso, bino con su Exército a Xerez, cuya Ciudad en esta ocasión
la hizo Plaza de Armas en la que dispuso poner sitio a las Algeciras, no
quedando Xerezano que no fuera a servir en Cerco tan prolongado; y quedandose
el Rey en Xerez, mandó assimismo a don Alonso Pérez de Guzmán y al Arzobispo de
Sevilla a sitiar y tomar a Gibraltar, cuya Plaza no la tenían los Moros bien
guarnecida, porque creyeron que los Christianos nada proyectarían contra ella,
en vista de estar empeñados en el cerco de las Algeciras; pero habiendola
asaltado con los Xerezanos por la Torre que desde entonces llaman de don
Alonso, obligaron a los Moros a entregarla el año de mil trecientos y nueve.
Pero como por este tiempo se iba acercando la intemperie del Ynvierno, que en
aquel campo es tan cruda, determinó el Rey levantar el sitio de las Algeciras,
haciendo Treguas muy honrrosas con los Moros, los que de resultas entregaron
las Villas de Queguada y Belmar, y quarenta mil Escudos por los Gastos causados
en la guerra. Los Privilegios que en esta ocasión dio el Rey a a Ciudad se
anotarán en el punto que se trate de ellos.
Después de
estos felices sucesos murió el expresado Señor don Fernando Quarto, dejando a
su hijo don Alonso Undécimo
p. 98
en la Pupilar edad, y por su
tutor a el Ynfante don Pedro, quien a poco tiempo vino a Sevilla e
inmediatamente le envió a Xerez sus Diputados, quienes le hizo presente era
preciso que se dispusiera la gente de esta Ciudad para la guerra; porque el Rey
Moro de Granada, a quien el de Marruecos Abenjuzef había cedido las Algeciras
después de su último cerco de Tarifa, no queriendolas conservar en su dominio
se las debolvió. Pero habiendose esparcido la voz de que el nuebo actual Rey de
Marruecos venía con un Exército poderoso no solo a tomar posesión de las
Algeciras, sino también a correr la tierra y recuperar si podía a Gibraltar;
con el motivo de no haberse verificado esto, por entonces el Ynfante don Pedro
dejó en Xerez su Pendón y gente y se retiró a Córdova el año de Mil trescientos
diez y siete.
Luego que supo
el nuevo Rey de las Algeciras la retirada del Ynfante con un Exército poderoso,
a el que se unió una gran partida de Moros de la Serranía de Ronda, entraron en
los términos de Xerez robando y talando sus Campos y llebando un gran botín.
Pero a este tiempo saliendo los Xerezanos a la defensa les dieron la memorable
y gloriosa Batalla llamada de Majazeyte por haberse dado junto al Río conocido
por este nombre; esta Victoria aunque por algún tiempo estubo indecisa, al fin
se declaró por los Xerezanos, los quales tubieron la gloria de haber hecho
prisionero
p. 99
al nuevo Rey de Algeciras, a el
que no quisieron dar livertad sin embargo del mucho oro y plata que les
ofrecieron, estimando en mucho más el honor de presentar a su Soberano una
persona Real prisionera, como en efecto assi lo practicaron después de haber
llegado a Xerez Victoriosos; cuya acción y vista fue para nuestro Rey de la
mayor complacencia. Refieren esta Victoria el Padre Roa, Padilla, Castillo,
Espínola y don Pedro Colón, asignando su fecha el año de Mil trescientos y
catorce, y que el nombre del Rey prisionero era Abenzaja.
A los cinco
años después de conseguido este triunfo, que fue el de mil trescientos diez y
nueve, los Señores Ynfantes don Pedro y don Juan salieron a correr y talar los
Campos de Granada hasta llegar muy cerca de sus murallas, pero a la retirada
que hicieron llevandose un gran botín, iba en la Retaguardia el Ynfante don
Juan sobre la qual acometieron los Moros con tan grande ímpetu que desordenada
su gente, vino el Ynfante don Pedro a socorrerlo. Y con este motivo fue tan
grande la fatiga y trabajo que tubo para poner en orden a los dispersos, y tan
continuados los esfuerzos y clamores de su voz, que encendida su sangre y
sofocado de ella aquella misma noche espiró. Siendo esta pesadumbre tan
vehemente y cruel para su hermano don Juan, que oprimido de su violencia a
pocas horas después también le quitó la vida.
En vista pues
de tan triste situación, hallándose sin Caudillo los Christianos, se
convinieron las Ciudades de Sevilla, Córdova, Ezija y Jaén de Mantenerse unidas
sin admitir Governador
p. 100
que no fuese del gusto de todas.
Y con este motivo se hicieron paces con el Rey de Granada, en tanto que se
declarava Tutor lexitimo del Rey Pupilo. Pero haviendose abanderizado Córdova con
la mayor parte de sus vecinos, llamaron a don Juan Manuel y le admitieron por
su governador, de lo que sentidas las demás Ciudades suplicaron a la Reyna les
mandase por Governador al Señor Ynfante don Felipe, en lo que condescendió. Y
habiendo dicho Señor Ynfante tomado la posesión de su Empleo, ratificó las
pazes que se habían hecho con el Rey de Granada, excluyendo de ellas a los de
Córdova, pero como a este tiempo ocurrió la muerte de la Reyna en el año de Mil
trescientos y veinte y dos, se suscitaron de nuevo las inquietudes del Reyno,
con cuyo motivo se levantó con Sevilla Alonso Sufretenorio su Alcayde, quien
luego desterró a todos los del partido del Ynfante don Phelipe. Y estando el
Reyno hecho un Teatro de Tragedias aprovechándose de esta ocasión un Príncipe
Moro, cuyo nombre no se pudo saber, vino con un Exército de Setenta mil
Convatientes, con el que después de robadas las Campiñas de Arcos, y Lebrija,
pasó el Río Guadalete, y sentó su Real junto a la Laguna de Medina desde
Martelilla, hasta el Río una legua de Xerez, corriendo desde allí el Campo
hasta las puertas de la Ciudad, a la que habiendo emviado el Rey que ya había
salido de la Pupilar edad por Adelantado de la Frontera a don Juan Manuel el
año que era de mil trescientos veinte y cinco el dicho don Juan se había
retirado a Murcia dejando
p. 101
en su lugar por Alcayde a Simón
de los Cameros el mismo que fue a Sevilla a pedir socorro para poder resistir
tan poderoso Exército. Pero el no haberlo executado y por otra parte haber
mandado el Rey se le quitase la vida el año de mil trescientos y veinte y seis,
da a entender que no se portó con la devida fidelidad. En esta crítica
situación temiendo los Xerezanos no poder sufrir un Sitio formal en que se
vieran estrechados por hambre porque a la sazón no tenían bastimentos
suficientes para sostener un dilatado asedio, determinaron salir todos una
noche, y para efectuarlo se balieron del ardid y estratagema de Juntar quantos
Potros sin domar y bestias cerreras pudieron con una buena porción de Cueros
crudos, y a las ocho de la noche salieron por la puerta llamada del marmolejo,
y al presente del Real, en cuyo Muro había colocada una Ymagen de María
Santissima con su hijo en los brazos a quien se encomendaron ferborosos
pidiendole el remedio en semejante Conflicto. Y determinados a morir o vencer
con el silencio posible pasaron el Río Guadalete sin ser sentidos de los
Enemigos; y tomando el Camino de Bejer, para dejar esta Villa por la Espalda
cerca de Medina, a las tres horas de haver salido de la Ciudad llegaron a ella
Seiscentos Cavalleros y diez mil hombres de Córdova que saviendo el apuro en
que estava Xerez venían a socorrerla. Mas habiendo visto el arrojo de los
Xerezanos tomaron una Guia y fueron en su busca para ayudarlos. Llegaron pues
al romper del Alba, que fue la hora en que los de Xerez con grande algazara
p. 102
y vozería, habiendo soltado los
Potros y Bestias Cerriles con los Cueros atados a las Colas y con el ruido
estrepitoso de atabales y Trompetas asombradas las Bestias, y por otra parte
buscando su querencia hacia la Ciudad, entraron en el Real de los Moros, que
descuidados y desconcertados dando en ellos los Xerezanos y Cordoveses hicieron
tan gran mortandad que por ela se le llamó a aquel sitio, y aún en el dia es
conocido, por la Matanza, y habiendose retirado huyendo algunos Moros y
escondídose junto a unos arroyos los Cordoveses y Xerezanos, los siguieron
matando a muchos y aprisionando a los demás por cuya razón llamaron a aquel
Sitio la Matanzuela. En cuya refriega quedaron muertos en el Campo treinta mil
Moros en una y otra batalla, que en Arábigo llamaban ellos Margarigut.
De resulta de
esta Victoria se les tomó la Aldea nombrada de Pedro Gallego, y abrazandose los
Xerezanos y Cordoveses se dieron la enorabuena alavando los unos el valor de
los otros, y desde entonces establecieron entre las dos Ciudades una permanente
y sincera hermandad, que sin novedad hasta oy continua. Llenos de despojos
entraron victoriosos en la Ciudad dando la derecha al Pendón de Córdova, y
formados en Procesión fueron como es de creer a la Real Colegial de San
Salvador a dar a Dios las gracias por tan completa Victoria. Después de haber
descansado quatro dias los Cavalleros Cordoveses y de ser tratados con la mayor
urbanidad por los de Xerez a la retirada
p. 103
los fueron acompañando una legua
hasta Caulina, en cuyo sitio los Xerezanos tenían los Moros Cautivos, Armas y
Cavallos adquiridos en la Victoria para que los llevasen por memoria y Trofeos
de ella, quienes habiendose escusado atentamente sedieron por fin a la generosa
expresión de los de Xerez, y despedidos cortesmente se retiraron a su Patria.
Para memoria de la gracia recivida por la intercesión de María Santissima a
quien se habían encomenado al salir a la batalla le labró la Ciudad en acción
de gracias la Capilla que existe entre la Puerta del Real y el Muro, colocando
en ella a su Sagrada Ymagen con el título de los Remedios, y poniendo en él
otra pintura para recuerdo de tan grande veneficio.
Pasados
después nuebe años de lo referido que fue el de mil trescientos treinta y
nuebe, el Ynfante Abomelic, hijo del Rey de Marruecos a quien su Padre había
nombrado por Rey de las Algeciras, y el que era comunmente conocido por el
Ynfante Tuerto, vino con un Exército poderoso corriendo y haciendo mucho
estrago por los Campos de San Lucar, Rota y Puerto de Santa María, y llegando
al Vado de Medina, donde oy está el Puente y Molinos de Xerez, sentó su Campo a
las Riveras del Guadalete en los llanos que se llaman de Layna y su Tienda en
un Cerro alto, que desde entonces es conocido por la Caveza del Real. Hacía
diversas corridas no solo hasta las puertas de la Ciudad, sino también por los
Campos de Arcos, Lebrija,
p. 104
Utrera y Sevilla, hasta que
juntas las gentes de estas Ciudades y Villas los hicieron retirar a su
acampamento. Desde este no cesaban de causar gravissimos perjuicios y daños a
los de Xerez, quienes apurados y no pudiendo sufrir con indiferencia tantas
vejaciones, determinaron salir una noche a morir o vencer que era como regularmente
se explicaban. En fuerza de esta determinación Diego Fernández Herrera, que
estava bien instruido en el idioma Arábigo propuso que él, vestido a la Moruna
se introduciría en el acampamento de los Moros, y sin ser conocido se acercaría
a la Tienda del Ynfante y le daría muerte al tiempo de envestir a los
Xerezanos; de cuya empresa esperava en Dios saldria con felicidad respecto que
por este medio viendose los Moros sin su General se auyentaría aquel Exército
de sus Campos.
En efecto, el
esforzado Diego Fernández de Herrera salió aquella noche como la había
propuesto, y pasando el Salado por el lado que llaman el Testudo, cerca de la
Caveza del Real, cuyo sitio se llama oy el Baladejo a donde estava inmediata la
Tienda del Ynfante, soprendido este de la vozería y ruido que se escuchaba
quando acometieron los Xerezanos a los Moros, al salir de su Tienda Diego
Fernández le atravesó el pecho con su lanza con cuya muerte, confusos y
desconcertados los Moros, cargando sobre ellos los Xerezanos les mataron más de
Treinta mil, y puestos en fuga los demás se logró una completa Victoria
p. 105
sin embargo de haber sido a costa
de la vida del expresado Diego Fernández que erido en la refriega a pocos dias
murió en honor de su Rey, de su Patria y de su Ylustre familia. Cuyo Cadáver
fue Sepultado con la mayor decencia en la Parrochia de San Dionisio, según que
todo consta de la Real Executoria que se conserva en su familia, para recuerdo
de esta feliz Victoria en que aina quedó Moro con vida, se erigió en aquel
Sitio la hermita de Nuestra Señora con el título de Layna el año de mil
trescientos treinta y nueve, a cuyo Patrocinio se habían encomendado los
valerosos Xerezanos.
Assimismo con
este motivo hizo la Ciudad acuerdo, para que en la Plaza del Arenal en las
Casas del Corregidor se pintara esta victoria en cuerpos grandes, y que cuando
fuera necesario se renovase esta pintura, para que siempre permaneciera la
memoria de una acción tan ilustre, de la que haciendo recuerdo el Padre Rayón
dice que en ella se manifestava a Diego Fernández Herrera dando muerte a el
Ynfante Abomelic, y al Obispo de Mondoñedo que entonces era frontero de Xerez
destruyendo el Real de los Enemigos. Todo lo que consta assi de los Padres
Rayón y Roa, como de los manuscritos de Xerez en los términos expresados de la
Real Executoria de los Herreras y de los libros de acuerdos de la dicha Ciudad.
Hecho cargo el
Rey de los muchos Xerezanos que habían muerto en la Batalla referida, y por
otra parte lo irritado que estaría el Rey de Marruecos con la pérdida de su
hijo, mandó que
p. 106
con los Diez mil Cavallos de su
Mesnada Real, viniese a Xerez de Maestre de Alcantara para que estubieran
prevenidos en el caso de algún nuevo atentado de los Moros. Pero en esta
ocasión hallandose el Rey mal servido del expresado Maestro de Alcántara lo
mandó llamar, quien no atreviendose a estar en su presencia, se retiró a Morón,
uno de los lugares de su Orden. No se les ocultó a los Moros esta novedad, y
pareciendoles que no había Caudillo en estas Fronteras, vinieron en gran número
a robar los Campos de Xerez, cuya noticia luego que se tubo en la Ciudad,
determinaron sus Alcaldes salir con ellos los Cavalleros de la Mesnada Real.
Tal vez por no ser Patricios les obligaron a hacer juramento y pleyto omenaje
de bolver con el Pendón a Xerez o perder la vida en su defensa como si lo
executaran por la Persona Real; lo que assi efectuado, salieron todos con él, y
a pocas horas de Camino se encontraron con la gente de Medina y Arcos, quienes
por estar más adelantadas dieron con los Moros, y se havía ya principiado la
Batalla en la que entrando de refuerzo, sin temor alguno, los Xerezanos,
después de haberles muerto Dos mil hombres, les quitaron la presa que llevaban
y huyeron precipitados los que quedaron, a cuya Batalla la llamaron desde
entonces la de Redira.
A este mismo
tiempo Alboacén, Rey de Marruecos, determinado a vengarse de la muerte de su
hijo el Ynfante Abomelic
p. 107
y con el ánimo de conquistar toda
España, fue disponiendo un Exército tan numeroso que en cinco meses contínuos
no cesó de hacer pasar Cavallería y gente hasta el número de Ochenta mil
Cavallos y quatrocientos mil Ynfantes, según lo aseguran varios acreditados
historiadores. Por lo que el Rey don Alonso Undécimo, deseando contrarrestar
tan crecidas fuerzas, impetró del Papa Benedicto Undécimo Bula para establecer
la Cruzada, solicitando assimismo socorro de la República de Génova, del Reyno
de Aragón y Portugal, viniendo en persona a Xerez a dar con más inmediación las
providencias conducentes para la defensa. En esta ocasión assistió a los
oficios de Semana Santa en la Yglesia Colegial, con la mayor edificación,
implorando el Divino auxilio contra los Enemigos de Dios, quienes dieron
principio a las hostilidades poniendo sitio a Tarifa.
Para esta grande
empresa vino en persona el Rey de Portugal a socorrer a el nuestro, y su gente
con la nuestra Compañía solamente el número de Catorce mil hombres, Cortissimo
número para hacer frente a un Exército tan numeroso de Enemigos. Pero confiados
en el Estandarte de la Cruz que como legado del Papa trajo el Arzobispo de
Toledo don Gil de Albornoz, quien según Padilla también se halló en la Batalla,
los acometieron con el mayor valor el día Veinte y ocho de Octubre en el sitio
llamado del Salado, con tanta felicidad que en la dicha refriega murieron
Doscientos mil Moros, quedando muchos prisioneros y fugitivos los demás, que
p. 108
con su Rey Alboacén se retiraron
a Gibraltar en donde se embarcaron aquella noche para el África, y habiendo
pasado lista de su gente encontró que le faltavan Quatrocientos mil hombres
según lo refiere Espinosa () y la
Historia del Rey don Alonso () en
la que igualmente se expresa que el mismo Rey levantó el Pendón de la Santa
Cruz que como Triunfador de tanta multitud de Agarenos con muchos despojos lo
devolvió al Sumo Pontífice, quien lleno de gozo y complacencia entonó con la
mayor devoción el Verso de Hymno Veexila Regis Prodeunt, cuyo piadoso
acto confirma que aquel era el Pendón de la Cruzada que para semejantes
ocasiones conceden los Sumos Pontífices a quienes después de lograda la empresa
se le debuelve.
Con esta
memorable función no tubieron los Xerezanos la menor gloria, pues su Capitán
Alonso Fernández de Villavicencio y su Alférez Alonso Fernández de Valdespino,
quienes se hallaban inmediatos a la gente de Lorca, les dixeron: Ea Cavalleros,
hoy es el dia que la suerte nos destina para emprender una de las mayores
azañas, y estando en lo más recio del Convate, observaron que en medio de la
Hueste Enemiga estaba enarbolado el Pendón de Benamarín o del Rey Alboacén. El
Capitán de Xerez dijo a los de Lorca y su gente: ca Cavalleros llegó la ocasión, rompamos por medio y vamos a tomar el
Pendón Enemigo, y poniendolo en ejecución rompieron con el mayor ímpetu y
valor por medio de la Morisma, desvaratando sus Esquadrones, llegando los
Xerezanos a derribar el Pendón, el que asido del Asta por Juan
p. 109
de Guerra, Cavallero de Lorca, y
por la Tela los de Xerez, cada uno pretendía traerlo por Trofeo, pero al fin se
avinieron en que después de concluida la Batalla lo llevase quien el Rey
dispusiera. Y en efecto, luego que supo el Rey tan valerosa acción, y después
de haberla celebrado mucho, dispuso que el Asta la llevasen los de Lorca,
quienes la conservan engastada en plata y la manifiestan en sus principales
funciones; y que los de Xerez llevasen la Tela, que según el Padre Rayón era
morada y muy rica, y hacía tornasoles parecidas a las plumas de la Cola del
Gallo.
El Padre
Martín de Roa ()
hace memoria de este memorable Pendón, ganado en esta Batalla en el expresado
día Veinte y ocho de Octubre del año de Mil trescientos y quarenta, y este
hecho lo refiere en estos términos. En la Batalla del Salado de Tarifa, tan
celebrada, los de Xerez y Lorca ganaron igualmente el Pendón de los Moros, el
qual mandó sortear el Rey entre las dos Ciudades. Cupo a Lorca la parte de el
asta, y a Xerez las Alas, que según dicen eran labradas a punto de aguja, todas
de Oro y Seda, a quien el vulgo llamó rabo de Gallo; y fue tan feliz y
venturoso que siempre salió vencedor, de modo que con él le parecía a la gente
de Guerra que iban seguros a las empresas que tan frequentemente se emprendían
contra los Moros. Se gastó y consumió este Pendón, y en su lugar se hizo otro
labrado en Venecia el año de Mil quatrocientos y setenta, como consta de un
acuerdo en los libros de la Ciudad, y es el que sacan en Público cada año el
dia de San Dionisio, Patrón de Xerez, en cuyo día se recobró segunda vez de los
Moros.