El sacerdote y filólogo José Mª Sbarbi, en el tomo I de su obra "Refranes, adagios, proverbios..." (1922), nos cuenta esta curiosa historia sobre el belicoso Jerez medieval:
"Querer el oro y el moro. Se atribuye el siguiente origen a dicha frase en un suceso acaecido en la ciudad de Jerez el 1426, y es del modo siguiente: Sábese por los libros capitulares e historias del P. Rallón, Mesa Xinete, etcétera, que en tiempos de D. Juan II hicieron una irrupción en tierras cristianas los moros de Ronda, robando y talando los campos de Utrera, Espera y Lebrija; capitaneaba a los moros su príncipe Abdalá o Tejin (alcaide de Ronda) y su sobrino Hamet; fueron los moros alcanzados y desbaratados por los jerezanos a la entrada de la sierra; los moros traían un rico botín de lo que habían robado; se fortificaron delante de un gran arroyo y con troncos de alcornoques se hicieron fuertes; pero los jerezanos, alentados por el caballero Francisco López Tocino, pasaron el arroyo e hicieron capitular a los moros, dejándoles libres a excepción de cuarenta de los más principales, cayendo en sus manos el rico botín que traían.
Entraron en triunfo los caballeros jerezanos y venía en una mula maniatado el alcaide Abdalá y en otra su sobrino Hamet, y custodiados por los caballeros Fernando de Villacreces, Cristóbal Martínez de Moría, Juan García Rallón, alcaide de Tempul., y Alonso Fernández de Valdespino.
Rescatóse el alcaide Abdalá por una fuerte suma de dinero que se repartieron los caballeros jerezanos; entonces el rey D. Juan exigió la entrega de los cautivos, a lo que se negaron los caballeros, dando lugar a una continuada porfía en que intervino la justicia. El Cabildo de Jerez contestó a la demanda del rey que el botín era de los caballeros y estaba ya repartido.
Aun quedaba el moro Hamet en Jerez, pero en casa de Alonso Fernández Valdespino, cuya mujer, Ana Rodríguez, se negó a entregarlo si no le pagaban cien doblas de oro que había costado su guarda y mantenimiento. Por último, los regidores llevaron a Hamet a la cárcel cargado de cadenas, y por último tuvo que venir el corregidor de Sevilla, provisto de amplios poderes para llevarse el moro a la Corte de orden del Rey, con gran protesta de los regidores y caballeros.
Fueron muchos los que reclamaron el moro, como consta de documentos públicos, siendo éstos Ñuño Fernández de Villavicencio, Sancho García de la Santa, Diego Gómez, Ñuño Díaz, Diego de Mirabal, Alvaro López, Diego de Vargas, Cristóbal López, Juan Gaitán, Alonso López Tocino, Pedro M. de la Coca, Gonzalo Gutiérrez, Francisco García de la Carpintería, Rui Garán, Juan García Rallón, Alonso González de Vejer, Gutierre Fernández Padilla, Fernán Rodríguez de Córdoba y algunos más, entre ellos Francisco López Grajal, alférez mayor que llevó el pendón en la batalla en que fue hecho prisionero el moro Hamet.
Este suceso dio mucho que hablar en aquel tiempo, dando lugar a muy agrias contestaciones entre el rey don Juan y los caballeros de Jerez, pues sabido es cuan debilitados estuvieron en aquel reinado los respetos y el poder real, y cuan celosa era la nobleza y los pueblos de sus prerrogativas y derechos. Como en el curso de estos curiosos sucesos se habló mucho del oro del rescate y del moro, es probable que en Andalucía se dijera que el rey quería el oro y el moro, y de ahí proviniera el origen de dicho refrán".
La expresión también suele emplearse como "prometer el oro y el moro", "quedarse con el oro y el moro", etc. (véase: https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/abril_05/15042005_01.htm)