domingo, 10 de enero de 2021

Historia de Jerez (MS., Tomás Molero, 1786, V)

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de quienes tomaron la civilidad y aprendieron algunas Artes con la mayor perfección útiles a la sociedad.

Pero a pesar de esta fortuna ventajosa, tubieron la fatal desgracia que con el trato, dotrina y alianzas contrahidas con los naturales, fueron estos insensiblemente perdiendo el conocimiento del Dios verdadero y adoptando el Sacrílego Culto de los Dioses Fabulosos, y sin embargo que establecieron leyes para su gobierno y que en la Ciudad de Asta según afirma Estrabón ([1]), era donde tenían sus Juntas o Concejo o Colonia, lo que efectivamente consta que pasados Unmil y quarenta y cinco años antes de la Era Christiana del establecimiento de los Fenices en España, a los Quinientos y cinquenta y cinco de la expresada Era, los Griegos Focenses abanzaron hacia el Estrecho y tomaron Puerto en Tarteso. A el arribo de estos Navegantes era esta Ciudad la Corte del Rey Argantonio. Herodoto, Apiano y Estrabón le llaman Rey de la Ciudad de Tarteso ([2]), y el último de estos añade que la Ciudad denominada en su tiempo Carteya era la misma que Tarteso; según el parecer de varios ([3]) se ha de notar que entre Gibraltar y Tarifa estaba situada una famosa Ciudad Española Capital de una Provincia, a la qual Esratóstenes llamó Tartesides y fue conocida con el nombre de Tartesos, en tiempo de los Cartagineses tubo el de Carteya; y posteriormente, después de su

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ruina, se denominó Cartagena, nombre que Conserva oy una torre lebantada en aquel mismo paraje; de lo que se infiere que aquella Provincia era el Reyno, y aquella Ciudad la Corte de Argantonio. Hasta esta Epoca no hay noticia de otro Rey verdadero de la España Tartesia o Turdetana del que aquí se hace mención por haber sido la Ciudad de Asta, y Asido oy Xerez de la Frontera, de su dominio. Aquí se debe notar que a este Príncipe no a faltado quien le dio su Corte en Cádiz, fundado en que Plinio le llamó Gaditano, y Cicerón colocó la Capital de su Reyno en Gades; pero en la antigüedad Gades no fue nombre Pecliar de la Ciudad de Cádiz, comvenía a todo el Pays a lo largo de la Costa del Estrecho. Fuera de esto, Cádiz es cierto que se llamo Tarteso por pertenecer a la España Tarsiana, o a la Provincia de Tartesia; pero nunca le conocieron con el nombre de Carteya; estos dos nombres juntos solo convinieron a Tarteso ([4]), infiriendose de los dicho que si Asido era de la Provincia de Tarteso pertenecía, como Asta, al dominio de Argantonio.

El Reyno de este Soberano duró Ochenta años. Estaba quando empuñó el cetro en los Quarenta y murió de ciento y veinte de edad, en cuya prueba se pueden citar los Testimonios de Herodoto, Cicerón y Plinio ([5]). Fue Argantonio

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un Príncipe benigno, expléndido y cortés; honrrava el mérito de los Sujetos sin excepción de los Extrangeros, atento siempre a las ventajas de su Reyno y a la felicidad de sus vasallos conoció que los Griegos Focenses podían ser útiles a sus Pueblos comunicándoles nuebas luces y acaso también a su Estado socorriéndolos con sus fuerzas para reprimir los progresos de la ambición de los Fenicios Gaditanos sus confinantes; intentó persuadirlos a que se domiciliasen en sus dominios formando establecimientos, pero los Focenses no pudiendo admitir esta proposición para ellos tan ventajosa por los motivos que le expresaron, el sabio Argantonio los despidió con las mayores demostraciones de urbanidad, haciendolos contar de su Herario una grande suma de dinero para los gastos de la construccion de murallas fuertes que pusieran la ciudad en estado de defensa contra qualquier asalto Enemigo. En efecto, aquellos Griegos llegados a su Patria fortificaron la Ciudad con fuertes Muros de piedra no pocos estadios de recinto: cuyo exemplo antiguo de la urbanidad Española se ha visto innumerables veces renovado en España en la Serie de los Siglos con utilidad indecible de los Estrangeros, de que se pueden presentar mil Monumentos de esta verdad; pero ojalá que se pudiera encontrar uno que acreditase el agradecimiento.

El arribo de los Griegos Focenses a Tarteso y los estrechos lazos de amistad que los unió con el Rey Argantonio encendieron el odio de los Cartaginenses contra sus Rivales: a este tiempo

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los Focenses habían ocupado la isla de Córcega y se recelaban no sin razón que con el tiempo se hiciesen formidables; resultando de lo dicho que los Cartaginenses aliados con los Tirrenos les dieron a los Griegos una Batalla Naval en la que estos quedaron vencidos. Argantonio ya en este tiempo había muerto dexando un Reyno poderoso y floreciente; pero el subcesor de quien se ignora el nombre, o porque era Enemigo de los Extrangeros o por el desseo de dilatar sus dominios, hizo algunas tentativas como insinuó Justino para hechar a los Fenices Gaditanos de los puestos que ocupaban en la Bética, pero estos al parecer sospechosos de su poder el disgusto degeneró en discordia declarándose la guerra entre los Pueblos. Los Fenicios Gaditanos Originarios de Tiro pidieron socorro a los Cartaginenses que eran descendientes de la misma Patria, los que habiendoselo llevado lograron batir a sus Enemigos y restituirlos a la posesión de Gadiz o Cádiz que les habían tomado los Españoles Turdetanos. Los Cartaginenses no hicieron esta alianza sin razón de interés y de Política: ellos buscaban sus bentajas propias, y al fin se apoderaron de la mayor parte de los Dominios de Tarteso. Los Gaditanos les cedieron en recompensa de sus Servicios la pequeña Ysla de Santi Petri: pues Rufo Avieno asegura que la habitaban Ciudadanos de Cartago ([6]).

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Domiciliados en esta pequeña Ysla estos hombres activos e industriosos se fueron dilatando a lo largo de la Costa del Estrecho de Gibraltar, y deudores de la gloria Militar a que subieron a los Españoles lo fueron también a la inteligencia que adquirieron en la Náutica, por cuyo medio enrriquecidos y poderosos por su Comercio y Triunfo de sus armas se hicieron dueños de mucha parte de la España por los años de Quinientos quarenta y cinco de la Era Christiana. En el dilatado espacio de años que han corrido desde los primeros Pobladores de la Bética, conocidos sus moradores ya por Tartesios, Turdetanos, Fenicios, Griegos y Cartaginenses, de que hasta aquí se ha hecho mención, no solo se hallan conservados los nombres de los Pueblos de Asta, Asido y los demás, a excepción de que a la Ciudad de Carteya llamaron los Griegos Tarseso, sino también la fama de su riqueza y fertilidad, hasi en los frutos de sus Campos como en lo abundante de sus minas de Plata y demás metales: cuya memoria debe tenerse presente en los puntos históricos que se siguen hasta el que debe tratar de la gloriosa Conquista de la Ciudad de Xerez de la Frontera, en tanto que se va a exponer la parte que tubieron los Romanos en la Provincia Bética de España.

Punto tercero, dominio de los Romanos en la Bética.

La excelente Fertilidad, abundancia y riquezas con que

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el Autor de la Naturaleza dotó a nuestra Provincia Bética, fue el motivo de haver padecido tantos infortunios y diversos contratiempos por la codicia de las Naciones que la quisieron pasar a su dominio para disfrutar enteramente de sus vienes. Tales fueron los Fenicios, los Griegos, los Cartaginenses y Romanos, quienes como antes se ha referido, no contentos con los intereses que lograban por medio del Comercio, pasaron a fundar diversas Colonias para establecerse: de este empeño resultaron las continuas Guerras con que unos a otros se disputaban el Señorío de Pays, siendo muy memorable la última batalla con que Scipión habiendo triunphado de Cartago puso fin a las glorias de los Cartaginenses y dio principio a el imperio de los Romanos en España por los años de 548 de la fundación de Roma ([7]).

Pero como desde esta Epoca hasta las inmediatas a la Ley de Gracia, no hay especial memoria que contribuya a el principal asunto de esta obra, se hace preciso adelantar los tiempos para venir a encontrar con el de Pompeyo, Julio César y Octaviano Augusto. Después que Pompeyo sujetó a España por los años de 683 de la Fundación de Roma ([8]) se retiró a su Metropoli dexando en este Reyno muchos Amigos y apasionados; En este tiempo Julio César hallándose en Sevilla (adonde lo había llamado el cumplimiento del Oficio de Questor que obtenía) dieron principio las desazones que fomentaron una Guerra Civil: porque Pompeyo el Magno

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que en aquel tiempo se hallava en la Guerra de Tesalia, faborecido en España de sus Amigos, tomaron estos las Armas contra el César por no poder sufrir que su nombre tanto se fuera engrandeciendo; a este fin atrajeron a su partido varias Ciudades, las que se manifestaron más fieles a Pompeyo, fue Marco Varrón que no solo fabricó muchas Naves en Cádiz para la Guerra sino que robó el Templo de Hércules para subenir a los gastos. Pero el César como por otra parte sabía que su competidor estaba en Tesalia, determinó por un acto el más digno de política marcial pasar a presentarle a él mismo la batalla, porque si lograba su vencimiento le sería más fácil después sujetar sus Apasionados y tan leales Amigos. En efecto, fue con su Exercito a buscarlo y puesto a la frente de su Contrario, después de una porfiada y Sangrienta batalla, logró triumphar de Pompeyo, retirándose a Roma Laureado con estos Triumphos y glorias militares.

Pero al mismo tiempo que Roma le celebrava victorioso, en España los hijos de Pompeyo, Creyo Pompeyo y Sexto Pompeyo, alentados y sostenidos por los Parciales de su Padre, resucitaron las cenizas de la guerra civil, oponiéndose a la facción del César con el intento de dominar a España y separar esta Provincia del dominio Romano. No faltó quien de los suyos le hubiera dado aviso de lo que pasava a Julio César, el que disponiendo su viaje con la mayor celeridad, en poco tiempo arrivó a España, y uniendo sus Tropas con las de los Confederados, que en su au-

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sencia lo defendieron, se dio en los Campos de Xerez según la común opinión, una batalla tan sangrienta entre su Exercito y el de los hijos de Pompeyo que quedaron en el Campo Treinta mil Pompeyanos muertos, retirándose Creyo Pompeyo fugitivo a Carteya, en donde tubo la desgracia de que un Esclavo le hubiera quitado la vida y que su Caveza la llevara como en Triumpho a Julio César, quien el dia doze de Abril la mandó a Sevilla en donde fue puesta al Público por expectáculo para el temor y como Triumpho glorioso de aquella victoria que puso fin a la guerra y lo hizo dueño de una Monarquía.

Hecho Señor de Sevilla, Córdova y de todas las Ciudades que antes seguían a su Enemigo, convocó los Pueblos a una Junta general que se tubo en Sevilla, donde les hizo una arenga, cuyo fragmento se conserva al fin del Libro de Bello Hyspanico ([9]) donde expresó que desde la primera vez que vino por Questor a España había elegido por suya aquella Provincia, haciéndola por entonces los beneficios que pudo y aumentandolos después en su Pretura, condonando tributos y mostrandose patrono en defender sus causas y presentar al Senado sus Embaxadas; todo lo qual realzó en su Consulado. Pero que como si hubieran sido ofensas los beneficios correspondieron con ingratitud a los fabores, sin acierto en la propia conducta; pues ni en la paz supieron conservar unión, ni valor, ni ánimo en la guerra, con

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todo lo demás que se lee en dicho fragmento por el qual savemos los cargos de Questor, y Pretor del César, en la Bética. Después de esto refiere Dión Casio ([10]) que fue remunerado a los Pueblos, previniendo a los que habían sido fieles, por medio de dar a unos el derecho de Ciudadanos Romanos, o Municipal, a otros el de inmunidad, y a otros concediendo Campos para su labor, con otras particulares gracias de que después se hará memoria.

Con Julio César se halló en la Bética su Sobrino Octavio (llamado después Augusto) como afirma el citado Dión Casio ([11]) y Nicolás Damasceno, que floreció en tiempo de Augusto, refiere que Octaviano viniendo a España en tiempo de la guerra de los hijos de Pompeyo encontró a su tío Julio César Victorioso junto a la Ciudad de Calpia, cuya Ciudad según el parecer del Padre Florez ([12]) fue la Carteya. En esta ocasión fue quando el César hizo a la Bética Provincia separada de la Lusitania, dejándola aplicada al govierno Romano. Pero antes de pasar a lo que resta decir del César es menester suponer que entre las Ciudades a quienes franqueó los más especiales honores fueron Asta y Asido, pues además de haberles dado el Privilegio de Colonias, a la primera le añadió el sobrenombre de Regia y a la segunda el de Cesariana. Y en virtud de la separación que hizo de Provincias, se infiere que quando estaban unidas era Asta la capital de todo el Pays. Esto se comprueba con una

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memoria antigua incluida en Libio ([13]), donde dice que en el Consulado de Albino y Philipo el año de 564 de Roma, y 190 de Christo, venció Cayo Atinio en el Campo de Asta a los Lusitanos matando a Seismil y huyendo los demás, con cuyo triumpho tomó la Ciudad de Asta, lorándolo, pero a costa de la vida; pues erido al tiempo de Escalar el muro, falleció dentro de pocos dias: siendo de notar lo fuerte que era esta Ciudad, pues además de una batalla fue menester asedio y asalto para rendirla. De cuyo hecho se infiere que en aquel tiempo era Asta la Capital del Pays, respecto que para su defensa vinieron los Lusitanos.

Esta Ciudad sin duda hubo de ser una de las más confederadas y adictas a el gran Pompeyo después que este sujetó a España por los años de 683 ([14]) desde cuyo tiempo fue reconocida por Asta Pompeya, según se advierte en el Diccionario de Moreri ([15]) y porque en la última batalla en que Julio César venció a los hijos de Pompeyo tenían estos en su auxilio a los Cavalleros de Asta, quienes pensando en pasarse a los Reales del César, porque conocieron sin duda que no lo podían resistir, fueron descubiertos en el acto de la fuga y los prendieron sin poder escapar otros que Aulo Bebio, Cayo Flabio y Aulo Trebelio, que cubiertos de Plata con sus Cavallos se pasaron al Campo del vencedor; pero después, convencidos de mejor acuerdo, los Cavalleros Astenses le enviaron sus Embaxadores ofreciendole la



[1] Estrab., pág. 141.

[2] Herodot., lib. 1º; Apian., tom. 1º, pág. 414.

[3] La nota falta en el original.

[4] Masdeu, Españ. Griega, nº 10, pág. 88.

[5] Herodot., lib. 1º, pág. 77; Cicerón, nº 59, pág. 133; Plinio, tomo 1º, lib. 7, cap. 84, pág. 402.

[6] Rufo Avien. rer. 309, p. 1.335.

[7] Mariana, lib. 3º, Cap. 15º.

[8] Mariana, lib. 2º, Cap. 15.

[9] Flores, tom. 9, trat. 28, Cap. 3º.

[10] Dión Casio, lib. 43.

[11] Dión, lib. 43, pág. 234.

[12] Florez, tom. 9, trat. 28, Cap. 1º.

[13] Libio, Dec. 4, lib. 9, Cap. 13.

[14] Mariana, lib. 2º, Cap. 15.

[15] Moreri, V. Asta.