jueves, 21 de noviembre de 2019

Las anécdotas sobre Jerez de Sebastián Marocho (I)

   En el colofón de una conocida publicación de la entonces Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos leemos: “El Manuscrito inédito original lo poseía Don Manuel del Calvario Ponce de León y Pérez de Alderete, siendo adquirido de sus herederos, en 1916, por el señor Duque de T'Serclaes de Tilly. Posee una copia del mismo Don José de Soto y Molina, vecino de Jerez de la Frontera, de la cual está sacada la presente en abril de 1919”. Se trata del libro titulado “Cosas notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729”, de Sebastián Marocho, publicación financiada por el Ayuntamiento de Jerez en 1939 e impresión en Larache (Marruecos), con transcripción y notas del bibliófilo José Soto Molina e introducción de la mencionada Sociedad. Se trata de un diario personal, sui generis, de un testigo directo, al parecer, de los hechos que se citan, con frecuencia muy crudos, de la vida de la ciudad entre el siglo XVII y el XVIII.

   En la introducción leemos, lo que conviene tener en cuenta, sobre la originalidad de esta obra: “No resulta tan fácil de resolver la cuestión de la genuinidad del manuscrito, mejor dicho de la pureza de su texto. Que se trata del trabajo de Marocho, la simple lectura de su prólogo y el cotejo de éste con el texto, convencen de ello al más reacio; pero el número de años que abarca la narración, y sobre todo el cotejo de algunos de sus pasajes, con citas que del escritor hacen otros historiógrafos, lleva al convencimiento de que si en el manuscrito que publicamos está el trabajo de Marocho, hay bastante que no es de él y aún falta algo que se cuidó de consignar… alguien ha añadido en su ejemplar los sucesos dignos de mención que han venido ocurriendo, y en tal sentido hay en el manuscrito que se edita algo más que el texto de Marocho”.

  Sebastián Marocho nació en 1647 y era una persona culta vinculada al clan de los Villavicencio. Según Parada y Barreto, era pariente directo del Lcdo. Benito Ximénez Marocho, beneficiado de la iglesia de San Marcos. Parada dice que fue muy longevo. Y poco más sabemos de él.

   El historiador jerezano Martín Ferrador dice: “Si largo fué Marocho, a las veces, contándonos, por ejemplo, el precio que alcanzaron en distintas cosechas los granos de garbanzos, de yeros, habas o arvejones; la soberbia condición de un hidalgüelo de raída laya, apechugador de pleitos por salir adelante con el puntillo de clase; los desafueros y arrogancias de tal o cual señor de campanillas o las travesuras e inquietudes de tal o cual fraile ligero de cascos, fué parco, y bien parco, cuando venido al año de gracia de 1714, le llegó la hora de registrar en sus apuntes el nacimiento de nuestra Cofradía, pues sólo lo hizo de la siguiente concisa manera: Año de 1714.- Se erigió la Cofradía del Desconsuelo en San Mateo.»

   Marocho, en el prólogo de su libro empieza sus anecdotario sobre Jerez bien fuerte: “…sé que en el setecientos treinta y cinco sucedió cuando atenazaron a la negra bozal porque mató a su amo con una hacha y después lo arrastró y en un silo que había en el patio de su casa donde echaban la basura lo arrojó, que estaba dicha casa en un solar que hoy es frente del molino de Don Pedro Riquelme”.

   En 1646: “Prosiguió la peste con mucha fuerza. El día 24 de Octubre quemaron a un moro por Puto, el cual se volvió cristiano, y cuando lo llevaban al suplicio iba diciendo por las calles: “Sí, por mi Dios mil vidas”. Fue vestido de velillo de plata, con muchas flores, y fue bautizado en el propio lugar del suplicio”.

   En 1650: “A fines de este año cesó la peste, que fue cual no se había conocido mayor; fueron tantos los muertos, que se dice que la Plaza del Arenal crío yerba. En este año cercaron y pintaron con mucho primor el Campo Santo, y el dicho Corregidor reedificó las Casas de las Comedias famosamente”.

   En 1653: “…sucedió la muerte de Cazorla, y fué de esta manera: Don Lorenzo Adorno, Don Juan Ramírez de Cartagena y Don Rodrigo de Cazorla, eran muy amigos y mozos solteros, y como tales se chanceaban mucho. Sucedió un día que entre la chanzas que se dieron, Cazorla le dijo a Adorno una que no llevó bien; díjole ésta a su madre, Doña María de Villegas, y ésta, muy sentida, le dijo a su hijo: «Mira, no eres mi hijo si no le sacas la lengua con que tal dijo.» Obedeciendo a su madre puso en ejecución su mandato, y para ello habló a Cartagena, citándolo para que entre los dos habían de matar a Cazorla. Aceptó aquél, y una noche a deshora fueron, sin saberse el modo que tuvieron para entrar. No tenía Cazorla más familia que una mujer y un muchacho de mandados. Entraron en un cuarto y lo mataron dormido en la cama. El muchacho, al ver esto, se metió debajo de un bufete, sin ser visto de los tales; y sacando cuantas alhajas y dinero tenía lo rodearon del cadáver para que se supiere no había sido por robarle…”

   En 1658: “En este mismo año vino a Jerez el Chocolate de las Indias; venía labrado de allá; el primero fué a parar a el Espíritu Santo, y se divulgó una voz que decía: «En las Monjas del Espíritu Santo hay una bebida riquísima que llaman chocolate, es muy negra, y la derriten con agua caliente y echan la mitad de azúcar; es una bebida de los cielos, y no muy cara, pues una tacita lo más que vale es cuatro cuartos.» En este año conocí yo una Confitería, y llamaban la Confitería Brígida. En los bautismos sólo se gastaban garbanzos tostados, si eran pobres, y si con algún posible pasas de sol y avellanas, pero en ambos ricos vinos, y mientras más colorado el vino más estimado. La nobleza usaba en sus bateos bizcotelas de las Monjas del Espíritu Santo, panales de rosa de las de Gracia y calabazas de las de Madre de Dios, agua de nieve y vino colorado, como queda dicho”.

   En 1661: “Este año se labró la moneda de Molinillo: su mayor valor cuatro cuartos y la menor dos. Este año Francisco Barrero, hombre llano pero bien nacido, mató en la feria de Agosto a Don Diego Carrizosa por haber tratado mal a un hermano suyo. Tomó Iglesia en Santo Domingo, pues aunque no entró, la Comunidad probó que tenía catorce varas de jurisdicción”.

   En 1662: “Este año estuvo puesta la horca en el Arenal y llenos los balcones de gente para ahorcar a un Fulano Francisco. Don Juan Dávila tomó por empeño, ya casi a la hora del suplicio, el alcanzar el perdón de la viuda, la cual encareciendo su soledad y pobreza pidióle mil ducados, juzgando se asombraría, pero Don Juan Dávila cogióle la palabra, y fue al punto en su coche y los trajo, que yo ví con costaleros desembarcar del coche, pues venía el dinero en esportillas. Luego hubo un gran alboroto pidiendo a voces ¡Perdón!, ¡Perdón! En vista de lo sucedido fue el padre del sentenciado a la casa de Don Juan Dávila, diciendo: «Señor, Ud. me eche dos mil hierros en esta cara; un majuelito tengo, lo venderé y pagaré a Ud. lo que alcanzare», a lo que repuso Don Juan, como tan gran caballero que era: «Vaya Vd. con Dios, que a mí no me debe nada», a lo cual respondió que se quería quedar en su casa sin salario, y por fin se quedó sin poder vencer al buen viejo a lo contrario”.

   En 1663: “En este año Don Francisco Ponce, el Caribe, que casó con una. Hija de Don Lorenzo de Fuentes, familiar del Santo Oficio y gran labrador, se le murió al dicho Ponce su mujer, y de la Cruz Vieja, adonde vivía, hasta San Francisco, adonde fue el entierro, vino su marido con una gorra de bayeta, cosa que no se había visto en Jerez y llamó mucho la atención”.