En la
introducción leemos, lo que conviene tener en cuenta, sobre la originalidad de
esta obra: “No resulta tan fácil de
resolver la cuestión de la genuinidad del manuscrito, mejor dicho de la pureza
de su texto. Que se trata del trabajo de Marocho, la simple lectura de su
prólogo y el cotejo de éste con el texto, convencen de ello al más reacio; pero
el número de años que abarca la narración, y sobre todo el cotejo de algunos de
sus pasajes, con citas que del escritor hacen otros historiógrafos, lleva al
convencimiento de que si en el manuscrito que publicamos está el trabajo de
Marocho, hay bastante que no es de él y aún falta algo que se cuidó de
consignar… alguien ha añadido en su ejemplar los sucesos dignos de mención que
han venido ocurriendo, y en tal sentido hay en el manuscrito que se edita algo
más que el texto de Marocho”.
Sebastián
Marocho nació en 1647 y era una persona culta vinculada al clan de los
Villavicencio. Según Parada y Barreto, era pariente directo del Lcdo. Benito
Ximénez Marocho, beneficiado de la iglesia de San Marcos. Parada dice que fue
muy longevo. Y poco más sabemos de él.
El historiador
jerezano Martín Ferrador dice: “Si largo
fué Marocho, a las veces, contándonos, por ejemplo, el precio que alcanzaron en
distintas cosechas los granos de garbanzos, de yeros, habas o arvejones; la
soberbia condición de un hidalgüelo de raída laya, apechugador de pleitos por
salir adelante con el puntillo de clase; los desafueros y arrogancias de tal o
cual señor de campanillas o las travesuras e inquietudes de tal o cual fraile
ligero de cascos, fué parco, y bien parco, cuando venido al año de gracia de
1714, le llegó la hora de registrar en sus apuntes el nacimiento de nuestra Cofradía,
pues sólo lo hizo de la siguiente concisa manera: Año de 1714.- Se erigió la Cofradía del Desconsuelo en San Mateo.»
Marocho, en el
prólogo de su libro empieza sus anecdotario sobre Jerez bien fuerte: “…sé que en el setecientos treinta y cinco sucedió
cuando atenazaron a la negra bozal porque mató a su amo con una hacha y después
lo arrastró y en un silo que había en el patio de su casa donde echaban la
basura lo arrojó, que estaba dicha casa en un solar que hoy es frente del
molino de Don Pedro Riquelme”.
En 1646: “Prosiguió
la peste con mucha fuerza. El día 24 de Octubre quemaron a un moro por Puto, el cual se volvió cristiano, y
cuando lo llevaban al suplicio iba diciendo por las calles: “Sí, por mi Dios mil
vidas”. Fue vestido de velillo de plata, con muchas flores, y fue bautizado en
el propio lugar del suplicio”.
En 1650: “A
fines de este año cesó la peste, que fue cual no se había conocido mayor;
fueron tantos los muertos, que se dice que la Plaza del Arenal crío yerba. En
este año cercaron y pintaron con mucho primor el Campo Santo, y el dicho
Corregidor reedificó las Casas de las Comedias famosamente”.
En 1653: “…sucedió
la muerte de Cazorla, y fué de esta manera: Don Lorenzo Adorno, Don Juan
Ramírez de Cartagena y Don Rodrigo de Cazorla, eran muy amigos y mozos
solteros, y como tales se chanceaban mucho. Sucedió un día que entre la chanzas
que se dieron, Cazorla le dijo a Adorno una que no llevó bien; díjole ésta a su
madre, Doña María de Villegas, y ésta, muy sentida, le dijo a su hijo: «Mira,
no eres mi hijo si no le sacas la lengua con que tal dijo.» Obedeciendo a su
madre puso en ejecución su mandato, y para ello habló a Cartagena, citándolo
para que entre los dos habían de matar a Cazorla. Aceptó aquél, y una noche a
deshora fueron, sin saberse el modo que tuvieron para entrar. No tenía Cazorla
más familia que una mujer y un muchacho de mandados. Entraron en un cuarto y lo
mataron dormido en la cama. El muchacho,
al ver esto, se metió debajo de
un bufete, sin ser visto de los tales; y sacando cuantas alhajas y dinero tenía
lo rodearon del cadáver para que se supiere no había sido por robarle…”
En 1658: “En
este mismo año vino a Jerez el Chocolate de las Indias; venía labrado de allá;
el primero fué a parar a el Espíritu Santo, y se divulgó una voz que decía: «En
las Monjas del Espíritu Santo hay una bebida riquísima que llaman chocolate, es
muy negra, y la derriten con agua caliente y echan la mitad de azúcar; es una
bebida de los cielos, y no muy cara, pues una tacita lo más que vale es cuatro
cuartos.» En este año conocí yo una Confitería, y llamaban la Confitería
Brígida. En los bautismos sólo se gastaban garbanzos tostados, si eran pobres,
y si con algún posible pasas de sol y avellanas, pero en ambos ricos vinos, y
mientras más colorado el vino más estimado. La nobleza usaba en sus bateos
bizcotelas de las Monjas del Espíritu Santo, panales de rosa de las de Gracia y
calabazas de las de Madre de Dios, agua de nieve y vino colorado, como queda
dicho”.
En 1661: “Este
año se labró la moneda de Molinillo: su
mayor valor cuatro cuartos y la menor dos. Este año Francisco Barrero, hombre
llano pero bien nacido, mató en la feria de Agosto a Don Diego Carrizosa por
haber tratado mal a un hermano suyo. Tomó Iglesia en Santo Domingo, pues aunque
no entró, la Comunidad probó que tenía catorce varas de jurisdicción”.
En 1662: “Este
año estuvo puesta la horca en el Arenal y llenos los balcones de gente para
ahorcar a un Fulano Francisco. Don Juan Dávila tomó por empeño, ya casi a la
hora del suplicio, el alcanzar el perdón de la viuda, la cual encareciendo su
soledad y pobreza pidióle mil ducados, juzgando se asombraría, pero Don Juan
Dávila cogióle la palabra, y fue al punto en su coche y los trajo, que yo ví
con costaleros desembarcar del coche, pues venía el dinero en esportillas.
Luego hubo un gran alboroto pidiendo a voces ¡Perdón!, ¡Perdón! En vista de lo
sucedido fue el padre del sentenciado a la casa de Don Juan Dávila, diciendo:
«Señor, Ud. me eche dos mil hierros en esta cara; un majuelito tengo, lo
venderé y pagaré a Ud. lo que alcanzare», a lo que repuso Don Juan, como tan
gran caballero que era: «Vaya Vd. con Dios, que a mí no me debe nada», a lo cual respondió que se quería
quedar en su casa sin salario, y por fin se quedó sin poder vencer al buen
viejo a lo contrario”.
En 1663: “En este año Don Francisco Ponce, el Caribe, que casó con una. Hija de Don Lorenzo de
Fuentes, familiar del Santo Oficio y gran labrador, se le murió al dicho Ponce su mujer, y de la
Cruz Vieja, adonde vivía, hasta San Francisco, adonde fue el entierro, vino su marido con una gorra de bayeta, cosa que no se había visto en Jerez y llamó mucho la atención”.