En el artículo de Lucía Prieto "La prostitución en Andalucía durante el primer franquismo" (véase: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2242551.pdf) encontramos esta cita sobre Jerez:
La historiadora habla de unas 20 casas de prostitución y de una cifra cercana a unas 300 prostitutas.
Por su parte, la historiadora Aurora Morcillo, en su libro En cuerpo y alma, ser mujer en tiempos de Franco, también señala a Jerez como una ciudad especialmente impactada por el problema de la prostitución, mencionando cierta práctica de "las clases altas"...
Por su parte, la historiadora Aurora Morcillo, en su libro En cuerpo y alma, ser mujer en tiempos de Franco, también señala a Jerez como una ciudad especialmente impactada por el problema de la prostitución, mencionando cierta práctica de "las clases altas"...
Como es sabido, en Jerez funcionaba, desde fines del XIX, un reformatorio de mujeres conocido como "las Oblatas" (véase: http://jerezintramuros.blogspot.com/2018/11/recordando-las-oblatas.html):
(en: AAVV, Mujeres, franquismo y represión: una deuda histórica, p. 287)
Como telón de fondo, debemos recordar aquí las palabras, de 1932, de la sindicalista jerezana Mª Luisa Cobos cuando hablaba de la emancipación de la mujer en Jerez y de la general situación de sometimiento en que se encontraban estas por causa de las dificultades económicas que padecían:
"A las mujeres.
Después de pensarlo mucho, me dispongo a combatir el mal concepto que de las mujeres del pueblo se tiene formado.
Como nunca fuimos dueñas de nuestros actos, no supimos a punto fijo de cuanto éramos capaces. Mas hoy que se nos quiere dar una poca de libertad, como no estamos acostumbradas a ello, no sabemos aprovecharla.
Nunca fuimos libres para vivir felices, cada una en su ambiente. Nunca dimos nuestra opinión en nada ni para nada. Nunca pudimos ni salir solas de casa a pasear; la mujer se consideró siempre como una cosa. Ya es hora que esto termine. Es preciso recuperemos lo que por derecho propio nos pertenece. No más ligaduras.
Es por esto, por no estar acostumbradas, por no estar educadas para gozar de la libertad, por lo que las mujeres soportamos una múltiple tiranía en el hogar, en la calle y en todas las manifestaciones de nuestra vida.
Se da el caso absurdo de que la mujer no tiene derecho a elegir el hombre con quien pudiera ser feliz. Esto no lo tolera la sociedad, y menos aún si el elegido resulta ser de clase social diferente. La mujer ha de callar sus sentimientos, sus idas, los impulsos de su corazón, cual si la mujer no poseyera ese sensible órgano ni la facultad de desear.
El hombre, la parte fuerte de la sociedad, no permite a la mujer equipararse a él. Ante el caso de que una mujer declare sus sentimientos a aquél con quien pudiera ser feliz, si éste es obrero, se burlará de ella; si privilegiado, cuando más, aquella manifestación de lo más grande y sublime que en la vida existe, el amor, querrá pagarla con dinero, cual si el amor pudiera comprarse con dinero.
¡Maldito dinero!, con él todo se tiene, todo se compra, menos el verdadero amor.
Por ello yo me dirijo a todas las mujeres sin distinción de ideas, y particularmente a las mujeres del pueblo, para decirles que no se dejen vencer por el vil metal, que tantas víctimas y vicios acarrea. Cuando un hombre de la llamada buena sociedad les salga al paso, que no se dejen seducir por el dinero, que el amor para ser tal, para ser sublime, ha de ser dado y correspondido sincera, recíproca y espontáneamente; el amor que se vende, deja de ser amor para convertirse en comercio".
María Luisa Cobo (en La Voz del Campesino nº 61, Jerez, 19/11/1932)