miércoles, 19 de abril de 2017

Joaquín Costa: Cuestión social agraria en Jerez (1912)



Joaquín Costa: La tierra y la cuestión social, Madrid, Biblioteca Joaquín Costa, 1912, 185pp.

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Joaquín Costa denunció con claridad y calificativos contundentes el cruel sistema económico, con base en una agricultura de terratenientes improductiva y generadora de crueles desigualdades sociales, que los propietarios de Jerez y de Andalucía occidental sostenían:

podrá holgadamente el labrador retribuir los servicios de sus braceros como servicios de hombre, dejando de retribuirlos cual ahora, menos que como servicios de bestia; en vez de un ingenio de negros, tendrá una granja europea. Al propio tiempo, doblando así la producción y luego triplicándola, habrá cumplido deberes sociales á que la tierra, aun apropiada é individualizada, se halla afecta por ley de su naturaleza, y cuyo incumplimiento actual entraña los más graves peligros, por aquello de que con una agricultura de siglo XV no son posibles Estados de siglo XX. 

Este artículo de Joaquín Costa que aquí reproducimos (tomado de: http://www.fundacionmgimenezabad.es/juristas/es/corpus/unidad.cmd?idUnidad=29226&idCorpus=10689&posicion=1es sobradamente conocido por los estudiosos del tema, pero menos por otros lectores más de a pie. Merece la pena, por su gran importancia para la historia de Jerez, leerlo con detenimiento:


[Pg. 16] CAPÍTULO II

Cuestión social agraria en Jerez


Con criterio experimental y oportunista.—El problema, en lo que tiene de más imperioso y brutal, se encierra fundamentalmente en estos términos: la familia jornalera de la Andalucía baja necesita gastar, por término medio, en cada uno de los 365 días del año, algo más de tres pesetas (1); ingresa en la actualidad escasamente una: ha llegado la hora de enjugar el déficit de 2 pesetas y céntimos reforzando los ingresos con algo más que con higos chumbos y tagarninas.
Esto en lo que respecta a la economía. En otro orden, hay que hacer de ese jornalero un hombre; hay que darle una personalidad. O dicho de otro modo: debe desaparecer, y muy aprisa, el tipo actual de jornalero jerezano, afrenta de la filosofía, afrenta del cristianismo, afrenta de la civilización.
Las exigencias que esto lleva consigo son dos: 1.ª Que el jornalero perciba por cada día sacrificado al labrador una retribución doble cuando menos de la que percibe al presente: 2.ª Que al propio tiempo que trabaja por cuenta de otro, en tierra ajena, trabaje por cuenta propia, en tierra propiedad [Pg. 17] suya, ó mejor quizá (sin «quizá» á tenor de mi fórmula) en tierra concejil; que el tipo de jornalero de Jerez, de Carmona, de Morón, de Villamartín, de Bornos, de Lebrija, de Arcos, del Coronil, etc., se transforme en tipo de jornalero de Zaragoza, que he encontrado estudiando la jornada de ocho horas en el campo; en tipo de jornalero de Jaca, que se me ha dado á conocer estudiando la hermosa institución de los huertos comunales; en tipo de jornalero de Chiclana, de Marchena, de Paradas, según la relación de los Sres. Gómez de Mas, García Orejuela y Domínguez de la Haza; en tipo de jornalero de las comunidades agrarias de León y Castilla, donde todavía subsisten, más ó menos completas, en gran número.

La primera de estas dos exigencias supone, por punto general, la necesidad de transformar radicalmente los métodos culturales, de forma que cada hectárea de tierra puesta en explotación rinda un producto de dos á tres veces mayor que el que rinde en la actualidad; y al efecto, que los labradores, en vez de tirar al ensanche de su labor, la reduzcan, desprendiéndose de dos tercios ó de tres cuartos de su superficie y concentrando en la tercera ó en la cuarta parte restante el capital integro con que ahora trabajan; que caso de ser ese capital ajeno, no les cueste más de un 4 por 100 anual; que hagan amplio uso de los abonos minerales, puesta la ambición en los 15 y en los 20 ó 25 hectolitros de trigo por hectárea; que supriman el barbecho como descanso, haciéndole producir leguminosas forrajeras; que replanten el viñedo filoxerado; que alumbren, embalsen ó represen agua de riego aunque no sea más que para una extensión muy reducida, á fin de auxiliar y reforzar con variedad de combinaciones la producción de los secanos, etcétera. Con una agricultura así, todavía no más que semi-industrial, podrá holgadamente el labrador retribuir los servicios de sus braceros como servicios de hombre, dejando de retribuirlos cual ahora, menos que como servicios de bestia; en vez de un ingenio de negros, tendrá una granja europea. Al [Pg. 18] propio tiempo, doblando así la producción y luego triplicándola, habrá cumplido deberes sociales á que la tierra, aun apropiada é individualizada, se halla afecta por ley de su naturaleza, y cuyo incumplimiento actual entraña los más graves peligros, por aquello de que con una agricultura de siglo XV no son posibles Estados de siglo XX. Por una y por otra razón, el poder público, como tutor de las clases desvalidas, como regulador de la vida social, y como obligado é interesado en el aumento de la población, en la regeneración de la raza, en los progresos de la riqueza pública, fuente de tributación, en el mantenimiento del orden interior, en la resistencia á las agresiones de fuera, en la europeización de los nacionales, el poder público, repito, tiene derecho á intervenir en el régimen agrario del país, exigiendo que los que legalmente monopolizan el uso del suelo saquen de él todo el partido posible en cada tiempo, y expropiándolos en otro caso. Es doctrina castizamente española, sustentada con resolución y en los tonos á menudo más radicales, por espacio de tres centurias, desde Juan Luis Vives y Pedro de Valencia hasta el P. Mariana y el P. Rivadeneira, desde González de Cellórigo hasta Lope de Deza y Santa Cruz de Marcenado.
Lo que hay es que el Estado, que nuestro Estado carecerá de autoridad para compeler á los terratenientes á que, por sí ó por sus colonos ó por sus censatarios, cumplan esos deberes á que la tierra se halla vinculada, en tanto no cumpla él mismo los propios, los cuales, con relación al momento presente y reducidos á sus líneas más elementales, pueden compendiarse en estos enunciados:—1.° Escuelas de capataces y gañanes, de asistencia obligatoria, esparcidas profusamente por todo el territorio, donde se enseñe práctica y experimentalmente una agricultura nueva, intensivo-extensiva, basada fundamental mente en el empleo de los abonos minerales con y sin estiércol, la alternativa de cereales con prado artificial de esparceta, algarroba, sulla, etc., sin barbechos ni eriazos, y la combinación de la labranza [Pg. 19] con la cría de ganado, así en la gran agricultura como en la pequeña:—2.° Educación general, muy intensiva y rápida, de las clases medias y populares, con cuyo nivel actual de cultura resultarán siempre y necesariamente frustráneas instituciones cooperativas tan esenciales como las cajas rurales de créditos, los sindicatos agrícolas y otras, de que dependen dinero barato, maquinaria colectiva, pureza de los abonos, oportunidad en la venta de los frutos, etc.:—3.° Bancos agrícolas y territoriales, con abolición del Banco Hipotecario de España:—4.° Régimen de movilización jurídica de la propiedad inmueble vigente en Australia, y de hipoteca preconstituída á nombre del propietario, representada por cédulas negociables y al portador, vigente en Alemania, sacando sus consecuencias al artículo 1.219 del Código civil, con más la supresión del juicio ejecutivo en las hipotecas, ó su reforma, á fin de abaratar las transmisiones de inmuebles y la constitución y cancelación de derechos reales y reducir el interés de los préstamos:—5.° Mejoramiento de los caminos de herradura y transformación del mayor número de ellos en caminos carreteros baratos, á fin de ofrecer en breve plazo á la producción nacional un instrumento tan potente como el representado por 175.000 kilómetros de caminos vecinales perfeccionados:—6.° Revolución en el presupuesto de gastos de la nación, transfiriendo al capítulo de los reproductivos (instrucción y obras públicas, alivio del impuesto de consumos, etc.) lo más de lo que ahora se gasta en arrastrar peso muerto del pasado:—7.° Extirpación, tan cruenta cuanto sea preciso para que resulte pronta y eficaz, del caciquismo, instaurando un régimen de verdadera justicia, y por tanto, de verdadera y efectiva libertad, donde cada cual se contente con lo suyo y respete lo de los demás...
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Con eso ó sin eso, hemos aumentado, supongamos, en un doble el salario anual del campesino: veamos de dónde ha de [Pg. 20] salir lo que falta para completar las 1.000 y pico pesetas que hemos visto necesita para cubrir todo su presupuesto. Los peones del campo en Zaragoza, donde rige desde el siglo XV la jornada de ocho horas, legal antes y ahora consuetudinaria, ganan su jornal de 9 á 14 reales desde las cuatro de la mañana hasta el medio día: la tarde (lo mismo que los días de paro) la dedican á lo suyo, á su «corro», pedazo de huerta, de una, dos ó tres cahizadas que cultivan de su cuenta, unas veces propio y otras arrendado: en él capitalizan además del trabajo de los individuos de la familia que por su edad no pueden salir á jornal ó no pueden ganarlo completo. En Chiclana, según el señor Gómez de Mas, los jornaleros vuelven también temprana de la tierra del «amo», para que les quede lo que llaman el rato, últimas horas de la tarde que invierten en el cultivo de la hectárea ó media hectárea de viña que cada uno posee. Y por igual estilo en Laguarta (Huesca), donde los jornaleros rompen «artigas» ó «escalios» en el monte común; en Jaca (de la misma provincia), donde los trabajadores que no pagan contribución directa por ningún concepto obtienen de la municipalidad una suerte de tierra regable de 8 áreas próximamente, para que la. usufructúen durante todo el tiempo de su vida; en Sayago (Zamora), donde los jornaleros reciben, como todos los vecinos del lugar, un «quiñón» ó «labranza» en la división ó sorteo que se hace anual ó trienalmente de las tierras labrantías del término, propiedad del concejo; etc.
He ahí de donde sale la partida complementaria del jornal, con que se equilibran gastos é ingresos en el hogar del bracero campesino. A bien ir, ese cultivo propio constituye su caja de ahorros, de que se sirve para atender á imprevistos y extraordinarios ó como puerta para acabar de salir de su condición de asalariado: en todo caso, es caja de resistencia, reguladora del precio de los jornales, pues permite á los trabajadores, dentro de cierto límite, rechazar las imposiciones de los patronos. Jornaleros así no puede ya decirse que sean cosas, factor nada [Pg. 21] más que estático en la obra de la producción. No son todavía el punto de llegada; pero son ya un punto de partida estimable, desde el cual puede ascenderse en la escala social y nutrir una clase media que en Jerez y la Sierra falta y se echa ahora grandemente de menos. Aunque muy relativo, es un ideal. No tal, dicho se está, que autorice á los reformadores á descansar sobre él; pero sí lo bastante para brindárselo en la primera hora, como transición y como puente, á ese pobre bracero medioeval que depende exclusivamente del jornal diario y que llegada la noche liquida invariablemente con pérdida, sin que le quede nunca para el siguiente día.
¿Qué habría que hacer para obrar esa primera transformación, para llegar al logro de ese «pis aller», de ese transitorio ideal?

Hace poco hube de escribir, á petición de un miembro del Gabinete, un plan de reformas condensado en once números ó conclusiones («el programa de la revolución»); y en la quinta, consagrada al problema que es objeto de esta Información, decía lo siguiente: «5.ª Suministro de tierra cultivable, con calidad de posesión perpetua é inalienable, á los que la trabajan y no la tienen propia, por medios tales como estos: Autorización á los Ayuntamientos para adquirir tierras ó tomarlas en arriendo ó á censo, conforme á la práctica antigua española y á la novísima legislación inglesa, con destino á repartirla periódicamente al vecindario, ó á subarrendarla ó acensuarla á los pequeños cultivadores y braceros del campo; y asimismo, para construir y poseer pantanos, acequias, artefactos hidráulicos y arados de desfonde á vapor, con igual destino. Huertos comunales, como en Jaca. Reconstitución del patrimonio concejil de las comunidades agrarias, subsistentes aún en diversas provincias de España, así en forma de sorteos trienales como de vitas ó quiñones vitalicios. Facultad de invertir en este ramo, sin perjuicio de otros recursos, las láminas de Propios; y aplicación de la ley de Expropiación [Pg. 22] forzosa por causa de utilidad pública, como en Inglaterra. Donde eso no baste, expropiación y arrendamiento ó acensuamiento de tierras por el sistema de Floridablanca, de Campomanes, de la Novísima Recopilación y de Flórez Estrada» (1).
[Pg. 23] El primero de los medios indicados fué el empleado en el siglo XV, en que la propiedad del suelo sufrió una honda transformación, tan acertada, y con ello tan sólida, que todavía duran sus efectos en comarcas y poblaciones numerosas de León y Castilla, y al mismo tiempo tan suave, tan callada, que todavía no han caído en ella los historiadores, siéndome conocida tan sólo por casos esporádicos que he registrado, esporádicamente también, en otra parte. En tesis general, ese creo que es el patrón con arreglo al cual ha de transformarse la propiedad rústica de la Andalucía baja y el que considero más ventajoso para los hacendados y para los jornaleros. El razonar esto, y compararlo con las leyes inglesas de 1887 á 1894 sobre el allotment que le salen fiadoras y en cierta manera lo remozan, dándole una brillante supervivencia, y estudiarlo en su engrane con los demás enunciados que le siguen en el mismo número del programa, me llevaría demasiado lejos, máxime teniendo que relacionarlo con dos cuestiones auxiliares y complementarias tan fundamentales como estas: la cuestión de la «pequeña política hidráulica» (la pequeña, no la grande y ordinaria, que es cosa distinta), y la cuestión del «capital» en los repartimientos de tierra, en que se estrellaron las leyes agrarias del Consejo de Castilla y el Conde de Aranda.
Únicamente, por la importancia que atribuyo á las costumbres de derecho y de economía en la resolución de las cuestiones sociales, reproduciré un texto viejo, conterráneo de la contienda, en representación de muchos otros que tengo expuestos antes de ahora y que arrojan al poco más ó menos la misma resultante. En 1775, la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País laureó con el primer premio de cierto concurso la [Pg. 24] Memoria de D. Josef Cicilia Coello, vecino de Ecija, quien sostenía, entre otras, la tesis de que las tierras de los ruedos, ó sea, las que circuyen cada población en un radio de media legua, aunque sean de particulares, deben repartirse entre braceros pobres, en suertes arrendadas que no excedan de 8 á 12 fanegas, y prefiriendo siempre al que menor número de fanegas necesite. Y añadía: «En algunos pueblos se reparten ó están divididos estos terrenos por almudes, y se experimenta que se beneficia mejor, produciendo un celemín de tierra mucho más trigo que una hanega no tan cultivada. Por este medio se lograban dos objetos: uno, que los pobres se fuesen fomentando [mejorar, beneficiarse], que es el de mayor atención; y otro, que no estén reducidas estas tierras á pocas manos de sujetos adinerados, que las estancan é impiden su cultivo á los pobres.»


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Como se ve, el caso de patología social sometido á consulta pública por La Agricultura Bética (1) es más complejo de lo que parecía y su tratamiento no cabe en una receta. Como quiera que sea, Jerez no necesita consejo de alienígenas para orientarse: sóbranle ciudadanos propios dotados de entendimiento y de corazón que dominan el problema, y que además lo «sienten», tales como D. José Barrón, D. Amalio Sáiz de Bustamante, D. Julio González Hontoria, D. Pedro Guerrero, el Sr. Conde de San Bernardo, el obrero D. Manuel Moreno por su buena orientación oportunista, etc.
Por otra parte, cuanto sobre esto se discurra y escriba paréceme que es como arar en el mar y predicar en desierto. Cuatro siglos son tiempo bastante para acreditar una experiencia [Pg. 25] que la historia, dudando de nosotros, haya querido hacer; y los siglos XVI al XX sedimentan esta desconsoladora conclusión, que ahora empezamos á deletrear: España carece de aptitudes para la vida moderna, en lo económico ó industrial lo mismo que en lo financiero; en lo científico, en lo diplomático, en lo colonial, en lo militar lo mismo que en lo político. Problemas sociales mucho menos arduos que el de autos vienen anchos á nuestra incapacidad para la acción, que parece constitucional, y andan rodando una y otra generación por prensas y discursos sin adelantar un paso. Lo que otros pueblos ejecutan en cuatro años, no acertamos nosotros ni á embocarlo en ciento. Y los jóvenes no prometen más de lo que los viejos han hecho. El conflicto agrario de Andalucía estalló el año pasado en las mismas circunstancias que este: se prometieron reformas; y naturalmente, no se ha llevado á cabo ninguna. En los mismos términos en que queda entablado el litigio este año, amanecerá el que viene, y el otro, y el otro... Ni los terratenientes, ni los labradores, colonos ó arrendatarios de aquellos, ni el Gobierno, ni los Ayuntamientos, ni el Parlamento, ni, en general, las clases directoras, comenzando por el clero, harán nada de lo que á cada uno compete en el hallazgo de la solución y en su planteamiento. Los Jerique y Carlos del Río y Castro y La Peña y Troyano envejecerán cursando la trochas de las sierras y de la campiña uno y otro año, para repetirse como rosario de bonzo; embadurnaremos otros de arbitrismos y retóricas millares de cuartillas, de que las presentes no son sino una avanzada, haciéndonos la ilusión de que hemos hecho algo en favor de esa raza admirable de héroes y mártires, ante la cual me siento humillado; los que entre ellos vayan escapando, por milagro patente, á la insolación y al hambre, serán diezmados periódicamente por el maüser de sus hijos ó de sus hermanos, villanamente arrastrados al ejército contra la constitución y contra la ley; aguantarán valientemente los contrarios el furor de las represalias; lo que no se gasta en bombas [Pg. 26] para regar hortalizas se gastará en bombas para apagar incendios; chocarán hoz contra hoz portugueses y malagueños; saldrán á luz nuevas ediciones de lo de 1861, de lo de 1882, de lo de 1892, sin dejarnos nunca una enseñanza en el cerebro ni en el corazón;—y en suma de todo, se liquidará el presente ¿qué duda cabe?; la vieja estructura social acabará por eclipsarse y desaparecer, mudada en otra más en armonía con las exigencias y predicados del siglo; y el problema de la nivelación de los presupuestos de ingresos y gastos del jornalero acabará por resolverse, sí, pero... como se resuelve todo en nuestro país; como se ha resuelto, pongo por caso, el problema de las Antillas y el de las Filipinas. Antes que la noria de nuestra política saque agua en vez de alumbrar sangre, pasarán muchas cosas, incluso ¡ay! quizá nuestra desmedrada bandera.
¿Que no tengo razón? Con verlo basta. ¡Lo malo es que ya está visto! De todos modos, guárdese siquiera de desmentirme quien no haya de hacerlo más que con la lengua...
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[Pg. 16](1) La ración de vida, según cálculo del Ministerio de Hacienda, cuesta por día y persona, á los precios corrientes, 62 ó 63 céntimos de peseta mínimum.
[Pg. 22](1) Siendo Ministro de la Gobernación D. Segismundo Moret, en 1902, presentó al Senado, en 23 de Octubre del mismo año, un Proyecto de ley de reforma de la ley Municipal, y en la exposición ó preámbulo oral sienta este economista sus ideales colectivistas en esta forma:
«El Municipio es una personalidad jurídica: el Municipio puede adquirir, puede poseer: las leyes desamortizadoras han concluído su acción. Pues el Municipio queda «ipso facto» autorizado á dar á los braceros en eufiteusis, en censo, en huerto comunal, en aprovechamiento común, en aparcería, los lotes de su terreno, y si acude al Estado para convertir dehesas de aprovechamiento común en bienes de propios, el Gobierno se lo concederá también. No digo en esto nada que pueda parecer cosa propia, porque esto lo dijo desde antes de la desamortización, como uno de los grandes remedios que transforman la sociedad española, D. Alvaro Flórez Estrada. Eso lo han sostenido después todos los pensadores que se opusieron inútilmente á la manera de realizar la desamortización; hubo que hacerla política, porque la política era el único medio de asentar el régimen constitucional... Estas ideas han sido gallardamente expuestas por Joaquín Costa. De esto tenemos también ejemplo en nuestra antigua legislación y en las provincias del Norte, con lo cual se ha cortado allí el desarrollo del socialismo agrario, porque no quiere nunca lo de los demás aquel que tiene algo suyo y necesita defenderlo.

Pues esto es lo que aquí se os propone elevar á sistema. Si luego no tienen los Ayuntamientos esos bienes y quieren adquirirlos, que los adquieran. Si algunos, como varios propietarios de Córdoba y de Jaén, los ofrecen á los Ayuntamientos en ciertas condiciones, ó ellos mismos hacen esos contratos de aparcería, mejor aún, y en seguida la ley Torrens para el Registro de la propiedad.
Así se facilitará al obrero lo que trata de conseguir por medio de las huelgas, y se le proporcionarán ventajas como las que reportan los huertos comunales de Jaca, las aparcerías de Santander y los censos enfitéuticos de las provincias de Levante.
Tal es, señores, el carácter social de esta ley. No la presenta el Gobierno para las clases conservadoras, para la masa general del país: no busca interesar en ella á esto que llamamos organismo total del Estado: quiere

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que sepan las clases menesterosas y desheredadas que también para ellas se abre este horizonte, dentro del cual se unen todos los pensadores para procurar rescatarlas de la pobreza é impedir que continúen á merced de los criminales...»
[Pg. 24](1) Información pública acerca de la «Cuestión agraria en Jerez de la Frontera», abierta por La Agricultura Bética.—Jerez, 31 Agosto 1902, número 156, t. VI, págs. 308-312.