Sin duda,
toda sociedad se sustenta inevitablemente sobre unas determinadas ideas y
vivencias de la Cultura, hasta el punto de que, en ese sentido, sociedad y
cultura vendrían a ser sinónimos. Por eso en Francia el debate sobre la Cultura
profunda del país, la que viene de 1789, es muy intenso en toda la sociedad
gala. Por supuesto, la crisis que atraviesa ese país acerca de sus más
auténticas señas de identidad no nos resulta un fenómeno ajeno en España. El
caso catalán, el supuesto peligro de yihadismo internacional a la vuelta de
cada esquina de cada calle o el desestabilizador impacto de la globalización
sobre las nuevas mentalidades y generaciones son ejemplos claros de que aquí
también se masca un mismo sentimiento de desnortamiento general, de duda, de
fragilidad colectiva, de miedo, de crisis de identidad. Algunos movimientos
colectivos hacia posiciones defensivas, muy conservadoras, inmovilistas,
xenófobas, tienen que ver con esa rotura de la Cultura en toda Europa, tan
relacionada con el estado
del bienestar, en la que habíamos vivido hasta ahora.
En la España
de hoy esta crisis tiene que ver, particularmente, con la corrupción
generalizada no solamente del Partido Popular, sino de muchas grandes empresas
al amparo del Partido Popular. Esa corrupción -a la que el PSOE no es
totalmente ajeno- tiene como uno de sus lógicos y devastadores efectos la
puesta en entredicho de las mimbres que hicieron posible la llamada Transición
y postransición, es decir, los fundamentos políticos, sociales y culturales que
han dado vida al país entre 1975 y 2008, el año de la debacle. Reflotar a la
banca española con dinero público para empobrecer hasta duros límites a la
población española, al mismo tiempo que se habilitaba una ley de orden público
amenazante y cainita, ha sido y es un crimen social sin precedentes que, de
quedar impune, hará que esta sociedad estalle bruscamente más pronto que tarde.
Aunque para mí hay una fecha y un hecho que suponen, para el caso español y
antes de ese año 2008, la entrada en la llamada -por los especialistas- era de la posverdad, y es, a
saber, la participación de José María Aznar en el apocalíptico abrazo de las Azores,
por el cual España, de la mano de Estados Unidos e Inglaterra, se lanzaba a
conquistar Oriente Medio. O dicho de otra manera más en clave histórica: en
España se ha transmutado la castiza Inquisición por una VI Flota con capacidad
atómica como estrategia de
honor y presencia en el
mundo y así poder desembarazarnos
-más que nada psíquicamente- de
nuestra mala imagen de 1898. ¿O no es corrupción política profunda, en su
máximo grado, arraigada en la historia, dedicarse a la guerra de rapiña frente
a los países que, sobre todo, producen ahora petróleo?.
un vídeo de 2008:
un vídeo de 2008:
Pero aparte
de las guerras internacionales en las que algunos se desviven por implicarnos
al precio que sea, para el caso español hay una cuestión que refleja como
ninguna la vía de agua abierta en toda la línea de flotación de la frágil
democracia que los agentes del IBEX 35 han diseñado y sostenido para nosotros
durante estos años. No, no es la absolutamente ridícula marca España que los poderosos empresarios del
turismo han grabado a fuego en la sencilla mente de nuestro actual presidente
de gobierno. Y esa cuestión que se comporta como una vía de agua de la
democracia es la llamada memoria
histórica. Porque no es que solamente muchas decenas de miles de
españoles, personas fieles a la IIª República o a los ideales libertarios o
personas simplemente críticas con el nacionalcatolicismo, sigan enterrados en
las cunetas y descampados del país, lo cual es un asunto mucho más que grave,
es que los partidos turnistas de siempre se siguen empeñando denodadamente en
acallar cualquier intento de remover la Ley de Aministía o remover la
institución de la monarquía, etc. Saben que permitir la memoria histórica es
abrir una puerta a la República que España tiene que ser. Saben que abrir los
juzgados a la búsqueda de los desaparecidos por causa del golpismo militar de julio
de 1936 es sinónimo de entrar en un nuevo proceso constituyente que no
solamente llevará aparejado hablar de un estatuto para Cataluña, sino hablar a
fondo de la odiosa vigencia de la monarquía que el general Franco nos impuso.
Si hay que seguir dejando a los muertos en las cunetas con tal de que no se
toque la monarquía pues se dejan, piensa la derecha y buena parte del PSOE. O
con más precisión… no es momento de dejar que algunos generemos serias
turbulencias que, de algún modo, podrían afectar a los ingresos del auténtico
partido gobernante, es decir, del IBEX 35 que domestica al PSOE y al PP a base
de simples y contundentes puertas giratorias.
Quien no se
pregunte, por ejemplo, cómo el rey Juan Carlos ha amasado en estos últimos 30
años una fortuna, según toda la prensa especializada en el caso, de más de
1.500 millones de euros, es que no quiere entender que la Cultura
nacionalcatólica española, antipopular y antidemocrática, desde el caciquismo,
pasando por Primo de Rivera hasta Franco y sus borbones, ha sabido adaptarse al
siglo XXI con total efectividad, impidiéndonos progresar y ser libres. El
diputado Gabriel Rufián, refiriéndose al recién muerto ministro franquista José
Utrera Molina, lo ha dicho infinitamente más claro: “A Puig Antich le rompieron
el cuello con un garrote vil y 23 años. Quien le condenó, ha muerto hoy con 91
en su cama. Que no se olvide”.
La esencia
de la Cultura en España, nuestro rasgo más definitorio como colectividad
humana, es la sumisión -por supuesto por la fuerza- a caudillos o pactos
radicalmente antisociales, es decir, radicalmente antidemocráticos. Desde el todo para el pueblo pero sin el
pueblo del rey Carlos III
hasta una Constitución del 78 que llevaba en su entraña la desposesión al
Parlamento de la capacidad de decidir sobre el llamado techo de gasto no hay más diferencia que unos años de
hambre y convulsiones para los de abajo, felices y prósperos años para los de
arriba -que han sabido sortearlos, tan garbosamente, enriqueciéndose más
todavía-.
La Cultura
en España consiste, sencillamente, en una modalidad de contubernio
financiero-gubernamental cuyo objetivo es, precisamente, no elevar el nivel
cultural del pueblo, mantenerlo muy bajo cuanto más tiempo mejor. Mucho
ridículo leer el Quijote en las plazas públicas el día 23 de abril, pero
arrinconando sin tapujos la Cultura y la Educación públicas en el presupuesto
nacional para poder, al mismo tiempo, privatizar esos ámbitos y que solamente
quien pueda pagarse una buena educación y buenas oportunidades culturales tenga
acceso real a una progresiva transformación hacia la Justicia y la Conciencia
personal y colectiva -que así me parece a mí que podría definirse la Cultura-.
Si alguien
cree que exagero, o que teorizo mucho y soy incapaz de concretar, entonces que
ese alguien reflexione un poco acerca de, por ejemplo, la monumental porquería
de televisión que se nos ofrece hoy. Y dentro de esa televisión, así en
general, que piense un poco, por concretar más, en la calidad y en la
neutralidad política, inexistentes, de los telediarios. Ah, que no se nos está
dando esa basura de televisión para imposibilitar el desarrollo normal de la
conciencia colectiva y de la democracia. Ya.
Pero queda,
y mucha, dignidad a la gente de la Cultura para criticar con energía a los
manijeros de los poderosos. Me refiero, por ejemplo, a esa gente del cine que
mantiene viva la llama de la independencia, la creatividad y el criticismo para
poner de vuelta y media a ministros de Cultura que solamente se han dedicado,
casi de forma impune, a castigar inmisericordemente a sectores como los del
libro y del cine.
Pero
volvamos, ya para finalizar, a la memoria histórica y, claro, a los archivos
públicos donde, en buena medida, esta se encuentra. En la cuestión del Valle de
los Caídos no me meteré. ¿No es –estoy intentando volver a concretar– la negativa del gobierno a
desclasificar los ya famosos 10.000 documentos, hoy clasificados como secreto
militar, de entre los años 1936 y 1968, una señal clara de hasta qué punto
carecemos de democracia y seguimos en manos de una casta vigilante, antisocial
y oscurantista a la vieja usanza?.
Recordemos
parte del contenido de esos documentos: “…expedientes sobre desertores y
desterrados, documentos sobre la actividad de la censura y material relacionado
con los antiguos ‘batallones de trabajo’ y campos de concentración… documentos
relativos a la actividad del espionaje español en ese período, los planes de
respuesta ante invasiones extranjeras e información sobre la política española
durante el protectorado de Marruecos o sobre cesión de material bélico por
parte de EE.UU.” (Mariela Rubio, 29/05/2012). No nos está permitido acceder
a esta información. Está prohibida la memoria histórica y está prohibido
conocer los entresijos del franquismo. Más claro agua: vivimos en un estado de
cosas en las que el golpismo sigue y sigue dinamitando la democracia.
Debo
terminar y temo no estar desarrollando bien la idea de que el ascenso de los
fascismos en la Europa de hoy obedece a que la Cultura que se nos ha vendido
desde el final de la carnicería de la IIª Guerra Mundial hasta aquí es letra
muerta y que en España ni siquiera eso porque aún seguimos sin democracia.
Porque la Inquisición sigue, impertérrita, organizando ahora sus autos desde el
Palacio de la Bolsa con 35 destacados cardenales que ya no nos echan ni las
migajas.
Por todo
ello creo que el mundo de la posverdad en el que vivimos ya no se caracteriza
por la muerte de Dios, tan pasada de moda desde el olvidado Auschwitz, sino por
la muerte de la Cultura donde Dios, la Historia, la Verdad, tenían aún algún
simpático sentido.