En el tomo
tercero de la Revista Andaluza (1841) aparece un artículo de J.A. Lavalle
titulado: Examen de un hecho histórico.
Observaciones sobre la muerte de la reina Doña Blanca, y el lugar de su enterramiento
(https://drive.google.com/file/d/0BzTx2SHKf4AmdzFNVFVYWXhKa3M/view). De este
curios personaje jerezano J.A. Lavalle
sabemos (http://www.palacio.org/DeLavalle/1erCondeDePremioReal/00000046.htm) que era III
conde de Premio Real: "D. José
Antonio de Lavalle y Sánchez Trujillo: Consejero de S. M. en el de Agricultura,
Industria y Comercio. Comendador de la Real Orden de Isabel La Católica, y
Presidente de la Real Sociedad de Amigos del País, de Jerez de la Frontera,
punto de su residencia, casó con Dña. Ana Romero Montezuma Ramón Corbacho y
Guerra, teniendo por Hijos de este Primer Matrimonio: a) D. José Antonio de
Lavalle y Romero, Tercer Conde de Premio-Real, por carta de Sucesión dada en
1879, y Conde La Estrella, Consúl de España en Quebec, Canadá, en 1882. Murió
sin Sucesión. b) Dña. María de la Estrella de Lavalle y Romero. Y del Segundo
Matrimonio, con Dña. María de la Caridad Rodríguez de Vera-Basurto Sánchez y
Diaz de la Guerra, sus hijos: a) D. Fernando de Lavalle y Rodríguez
Vera-Basurto, b) Dña. María del Carmen de Lavalle y Rodríguez Vera-Basurto".
Y de J.A.
Lavalle nos dice el investigador Roberto Garvía en su trabajo "Loterías:
un estudio desde la nueva sociología económica" (CIS, Madrid, 2008) lo
siguiente: “Una de las primeras Cajas de
Ahorro de España se creó en Jerez de la Frontera, por iniciativa de José Antonio Lavalle, un enemigo acérrimo
de las loterías. La Caja de Jerez no consiguió enfriar el ánimo de los
jugadores, por lo que Lavalle reorientó su cruzada personal con una propuesta
encaminada a enseñar a los pobres matemáticas y cálculo de probabilidades,
porque “cuando esto se haga, cuando todos los españoles sepan leer y conozcan
las reglas del cálculo entonces las Loterías se hundirán para no volver más a
levantarse” (Lavalle, 1842: 779)”.
Pero dejemos al
casi desconocido Lavalle -del que ya hablaremos en otra ocasión- y centrémonos
en Doña Blanca. El historiador Parada y Barreto, en sus Hombres Ilustres de Jerez (pp. XLIV-XLV), nos dice de este luctuoso
asunto que tanto ha llamado la atención a la historiografía local: el asesinato,
quizás cometido en el castillo de doña Blanca, de la esposa de Pedro el Cruel:
<<Pero otro suceso no menos ruidoso que el de
la muerte violenta del monarca, había tenido lugar en Jerez en el año de 1361. La reina Dña. Blanca, que había sido
repudiada del nupcial lecho, apenas verificado su desposorio, vivía por
entonces sola y presa en la torre jerezana del valle de Sidueña, a la sazón
que era alcaide del alcázar de Jerez Juan Pérez de Rebolledo. La reina había
recorrido prisionera los castillos de Arévalo, Sigüenza, Toledo y Medina
Sidonia, y el rey la miraba como un motivo que en parte contribuía á sus
sinsabores y conflictos, porque realmente su nombre había sido en más de una
vez tomado por sus contrarios como causa de rebelión. Un día que el rey se solazaba
cazando solitario por las sierras de Jerez, vino un hombre en traje de pastor á
sorprenderlo de repente y le recordó sus deberes para con la reina: y esto que
tal vez sirviera de intimación á un alma de menos temple, acabó de irritar su
ánimo contra aquella y se decidió terminantemente á deshacerse de su persona.
La cruel orden de muerte fue entonces dada con toda decisión, y Pérez de
Rebolledo fue el único de entre los servidores del monarca que se atrevió a
manchar su nombre con un crimen, que la historia no podrá jamás justificar. Dña. Blanca se vio en el duro trance de
tener que obedecer a sus verdugos y con yerbas que le dieron acabó aquella
infeliz princesa una vida de que no había disfrutado sino entre penas y
sufrimientos. Su cadáver fue desde el castillo trasladado sigilosamente al
convento de San Francisco de Jerez y enterrado en una capilla que por donación
de los reyes católicos fue luego de propiedad de la familia de los Vargas (1)
Después de este lamentable suceso, que en la ciudad debió causar honda
impresión, Juan Pérez de Rebolledo siguió mandando en el alcázar hasta el año
de 1366 en que apoderados, como ya hemos dicho, del gobierno de la población
los partidarios de D. Enrique, hicieron preso a Juan Pérez, y llevado ante el
infante, que a la sazón se hallaba en Sevilla, fue mandado arrastrar y colgar
públicamente su cuerpo en los caños de Carmona">>.
Pero en el mismo
libro de Parada y Barreto encontramos una llamativa anotación que trata de dar
cuenta de la autenticidad de los hechos (que la reina fue asesinada en Jerez y
que fue enterrada en San Francisco): “Esta
donación [se refiere a la capilla de los Vargas] fue hecha a Alonso Pérez de
Vargas, en privilegio de 10 de Agosto de 1483, donde se dice así: "Vos
fago merced de un suelo e capilla que es en el monasterio de San Francisco de
la ciudad de Xerez de la Frontera, el
cual suelo é capilla de que yo vos fago merced es en el que estaba la reina D.
Blanca, que Dios haya, que yo obe mandado sacar sus huesos é poner encima del
altar mayor”. En tiempos de Felipe II, se mandó averiguar si efectivamente
existía en Jerez dicho enterramiento, por dudas que en ello había, y se halló
efectivamente en el sitio indicado por el anterior privilegio, de lo que
extendió certificado el escribano Francisco Núñez, según aseguran los
historiadores jerezanos, y principalmente el Padre Rallón, que dice vio el
certificado y conoció al escribano, además de asegurar que con ocasión de un
hundimiento de la iglesia se sacó otra vez el cadáver y tuvo ocasión de verlo
encerrado en una caja de cedro que estuvo depositada durante la obra en la
celda del Padre Guardián del convento". El historiador Hipólito Sancho
dice (T. I, p. 38, nota 2) que esa concesión a los Vargas es un apócrifo.
Hipólito Sancho
(cap. IX del T.I de su historia de Jerez) señala tres líneas de investigación
en este asunto: 1ª) “Sobre la tesis asidonense de la prisión y muerte de la reina doña
Blanca cfr.: Datos históricos
relativos a la inscripción que en el año de 1859 se colocó en una torre de Medina Sidonia donde estuvo presa y murió la
reina doña Blanca de Barbón, esposa de don Pedro de Cas tilla. Cádiz,
1859, punto de partida de una polémica en que intervinieron varios escritores
comarcales”, 2º) “La tesis tudelana tiene un voto de calidad a su favor, el del P. Fr. Enrique Florez en
sus Memorias de las Reinas Católicas. Madrid,
1790. en que siguiendo la opinión de Garibay en su Compendio historial. vol. II, pág. 311, señala como el lugar del
entierro de la esposa de Don Pedro el Cruel, la colegial, luego catedral, de
Tudela, confundiéndola con otra princesa de su misma casa y nombre”, y 3)
“En
general, los modernos como Llaguna y otros aceptan la tesis jerezana en
sus ediciones de la Crónica del canciller Ayala, la Historia de Mariana y otras
obras clásicas”.
El insigne
historiador, finalmente, da por hecho que sí es cierto que la reina Dª Blanca fue asesinada en Jerez y que fue
enterrada en San Francisco: “Frente a
todo esto, Jerez tiene a su favor un hecho y una creencia secular, la permanencia
en la capilla mayor del convento de San Francisco de la tumba de la malograda
reina, con la noticia exacta y puntual de sus diversas traslaciones dentro del
mismo sagrado lugar, y la creencia de sus habitantes, consignada en documentos
públicos a partir de 1440, de que alli están los restos de quien pudo ser una
reina poderosa y no fue más que una mujer desgraciada”.