Es curioso que en ninguna de las reseñas biográficas acerca del profesor José Cádiz Salvatierra (1905, Huelva-1967, Jerez) se mencione su historial de compromiso consciente y duradero con las ideas rectoras del franquismo (por ejemplo: https://www.diariodejerez.es/jerez/Don-Jose-Cadiz-Salvatierra_0_1016298957.html). Incluso, lo que sorprende más, en estudios más detenidos sobre la historia de la cultura local se habla de él como si hubiera sido una víctima del franquismo (lo cual es completamente incierto): “…en los peores años de la dictadura, la enorme figura de D. José Cádiz Salvatierra, llegado a Jerez a consecuencia de las lamentables depuraciones realizadas por el Régimen. D. José Cádiz supo desde el primer momento asumir el compromiso que el Instituto jerezano tenía con el pueblo de Jerez y supo también asumir con la misma dignidad de aquella época dorada toda su herencia cultural. El Instituto Padre Luis Coloma, bajo su dirección, su sabio magisterio y apoyado en un claustro de profesores que también supo mantener el espíritu del centro, siguió siendo a pesar de los malos tiempos que corrían el referente cultural de Jerez, referente que proyectó, como sus antecesores en el Ateneo, en la Real Academia de Ciencias, Artes y Letras de San Dionisio, de la que fue miembro fundador” (pp. 377-378 de R. Clavijo, J. López, etc.: “Historia general del libro y la cultura en Jerez de la Frontera”). El error ha llegado hasta tratar de alejar la significación ideológica de su figura pública precisamente del contexto político que dio sentido a su actividad pedagógica: “… o el que algunos de sus mejores amigos fueran personas como Cádiz Salvatierra, Higinio Capote o Roma Rubi, no sospechosos precisamente de simpatías hacia el régimen anterior” (Ramón Clavijo en su libro sobre el bibliotecario Manuel Esteve, p.41).
Pero estos errores, o ausencia de referencias a la vida política de José Cádiz Salvatierra, impiden, en realidad, comprender correctamente, digamos con fundamento historiográfico cierto, la obra educativa y cultural de este profesor de Geografía e historia que se especializó en historia del arte y que, al parecer, tanto llamó la atención de sus coetáneos. Veamos, por tanto, otro enfoque de este intelectual del régimen en nuestra ciudad.
Pero antes debo señalar que me parece muy penoso, hasta el
punto de que provoca cierta indignación a cualquier persona de sensibilidad
honestamente democrática, que el falangista José Cádiz Salvatierra, concejal del Ayuntamiento de Jerez entre 1948 y 1955,
sea el que dé nombre a la calle que cruza el antiguo cementerio de Santo
Domingo, donde quizás estén aún los restos, en fosas todavía desconocidas y por
explorar, de los cientos de personas que los golpistas fusilaron en Jerez entre
1936 y aproximadamente 1942.
Por su cercanía con el
Instituto Padre Luis Coloma, que por nombramiento ministerial regentó durante
muchos años, se le puso su nombre a la calle que va de la de Santo Domingo a la
rotonda de Juan Holgado para premiar la tarea educativa y cultural que Cádiz Salvatierra desarrolló en Jerez entre los años 42 al 67, aproximadamente,
pero sin tener en cuenta que ese era el lugar, por la razón expuesta, más
inapropiado posible, pues sus ideas políticas eran abiertamente
antidemocráticas.
Como algunos saben en Jerez, Cádiz Salvatierra, sin ser un político importante, ni un
falangista de primera línea, sí representó en todo momento el papel de un
intelectual de la dictadura en el ámbito comarcal en que le tocó vivir, el
marco de Jerez. Junto a personas como Tomás García Figueras, Manuel Esteve
Guerrero, etc., sostuvo con su dedicación cultural, pedagógica y política
(porque tomó parte en el Ayuntamiento de Jerez, como concejal, durante
unos ocho años) el régimen franquista.
No fue un profesor cualquiera, discretamente circunscrito a su tarea educativa,
sino un activo baluarte local del sistema político que el golpe militar impuso
en España durante 40 años. Un investigador como Manuel Toribio dice de
él: “…destinado en el instituto de Jaén
coincidiendo con los años de la guerra civil, como militante falangista
encubierto al que el gobierno de la República le encargó la defensa del
patrimonio histórico provincial. Posteriormente desempeñaría puestos de
responsabilidad en el nuevo régimen, en el mundo de la educación y del
adoctrinamiento ideológico” (véase: Manuel Toribio García: “José Cádiz Salvatierra (1902-1967). Testimonio de un historiador del arte en Jaén durante la Guerra Civil y la inmediata posguerra”, en Elucidario, nº 8, sept. 2009, pp. 57-61).
Otros párrafos del estudio de este investigador Manuel Toribio, que reproducimos aquí, dan cuenta de las convicciones fuertemente conservadoras de José Cádiz Salvatierra:
“El 7 de abril de 1934 contrae matrimonio con Doña Blanca de Aragón
Gómez y con ella viaja de luna de miel a Alemania, un país en ebullición con
los primeros años del nazismo hitleriano. Probablemente, -esto es sólo una
conjetura-, Cádiz Salvatierra ya está cercano a estas ideologías totalitarias,
si bien, él no confesará hasta mucho más tarde su adscripción falangista”.
“Falangista militante y convencido, tendrá que guardar en secreto su
simpatía política e incluso colaborará con el gobierno republicano, así sabemos
que el 22 de diciembre de 1937 la Dirección General de Bellas Artes lo nombra
vocal de la Junta Delegada de protección del tesoro artístico de Jaén y su
provincia. Su labor fundamental se iba a centrar en la protección de la
Catedral…”
“Y en cuanto a su labor docente, Cádiz [Salvatierra] nos confiesa
<<Sumergido en las tareas de las clases –aparentemente- vi desfilar el
cortejo inacabable de los días del período rojo. Y subrepticiamente, ocupado en
otras tareas de marcado carácter falangista>> (CÁDIZ, 1972, pág. 20). El
instituto, según nos confiesa, debía ser un reducto de enemigos del régimen
republicano, pues tanto en el profesorado como en el alumnado, estaba muy
extendida la militancia falangista o de otras opciones derechistas”
“Además de las clases, desarrolla una amplia labor propagandística del
nuevo régimen político a través de los micrófonos de Radio Jaén y además, se
hizo cargo del cursillo de orientación y perfeccionamiento del Magisterio
Provincial. Los títulos de los temas que desarrolla nos muestran claramente sus
parámetros ideológicos: <<Imperialismo pictórico español>>,
<<Visita simbólica a la catedral de Jaén>>, <<La unidad,
símbolo del imperio>>, etc…. su actividad de adoctrinamiento como
director de la obra cultura de la Organización Juvenil Española o su cargo de
asesor provincial de Cultura”
“Antes de marcharse a
Osuna, se encargó de organizar el Instituto Jiennense dentro de los presupuestos
educativos del nacionalcatolicismo, por ejemplo, desdoblamiento [su ‘Plan
Anticoeducacionista’ -sic-] en los institutos, uno femenino y otro masculino…
Además, no tiene obstáculo ya para dar rienda suelta a su forma de concebir la
historia en las clases: <<Explicando en los siglos XVI y XVII, siglos
hispanos de imperial granazón… Expansión de la Hispanidad convertida en fuerza
universal>>… y aún más en las clases que imparte en magisterio, donde se
ocupa del Curso de Capacitación para que los Alféreces provisionales pasasen a
desempeñar el cargo de maestro y con los que va a desarrollar un cursillo
monográfico sobre ‘Historia del Movimiento Nacional; Génesis del mismo; La
guerra de liberación, sus principales hechos vistos desde zona roja’, y además
se ocupa de actividades para el Frente de Juventudes, en las que se
desarrollaban temas de nacional sindicalismo”
El mencionado historiador Manuel Toribio señala que parece ser que con
apuntes que dictó en la Escuela Elemental de Trabajo de Jaén “esbozó un posible
libro titulado <<Eje del imperio>>, que no llegó a publicar”.
El Ayuntamiento de Jerez alabó y premió la figura de José Cádiz Salvatierra sin descanso. En 1960 le tributó un homenaje; en 1967 lo nombró hijo adoptivo de Jerez; luego apoyó la colocación de un monolito en el mismo instituto Padre Luis Coloma; y sobre 1973 le dedicó una calle que es la ya comentada que cruza el antiguo solar del cementerio municipal de Santo Domingo.
No puede extrañar, en definitiva, que en 1952 José Cádiz Salvatierra promoviera el cambio de nombre de "Instituto Provincial" a "Instituto Padre Luis Coloma", ya que este moralizante jesuita jerezano (1851-1914), defensor del catolicismo tradicionalista "de nuevo cuño", destacó por ofrecer una concepción de las relaciones sociales basada, por un lado, en la conocida actitud teocrática rectora de la iglesia católica y, por otro, en un marco estamental jerárquico donde el pueblo y las clases dirigentes (con mediación de la Iglesia) habían de conformar un dulce binomio al margen de las teorías socialistas de la lucha de clases. El conservador mensaje central del Padre Coloma era, en realidad, el motor ideológico de José Cádiz Salvatierra: "Aunque con la misma función que el Padre Atanasio
(adoctrinar a Juan Miseria y llevarlo a la fe de Dios) pero con mayor peso en
los acontecimientos, se presenta fray Juan en la obra de Coloma. Es fray Juan quien
consuela a través de su mensaje de amor cristiano al condenado a muerte, el que
le pide a la condesa de Bardira que interceda por él ante las autoridades y
consiga el indulto, y el que finalmente descubre los criminales propósitos de
Lopillo y su tía la Salamanca..." (José López Romero en "Política y sociedad. Crítica e ideología en tres novelistas jerezanos del siglo XIX: Luis Coloma, Juan Gallardo y Manuel Bellido")
José Cádiz Salvatierra, un educado falangista avecindado en Jerez, recibió numerosos homenajes que el régimen franquista quiso concederle. Bien, pero hoy, en democracia, quizás deberíamos revisar ese reconocimiento público que recibió y sustituirlo por otras ideas y otros nombres de personas que representen mejor el ideal de convivencia y respeto mutuo por el que todos hemos de apostar. Obviamente que la historia no puede cambiarse, pero sí los símbolos que elegimos para asentar la convivencia y la democracia, aquellos que permitan avanzar mejor en el desarrollo de las libertades públicas.
Su concepción medievalista y ultracatolicista de la familia estaba en perfecta sintonía con la ortodoxia franquista, en la cual, para él, tiene sentido hasta descalificar -en este texto suyo de 1945- el Renacimiento "como regresión a un sentido individualista del mundo":