La historia de Jerez, que la burguesía local -por motivos ideológicos- siempre ha querido reducir a la historia del vino de Jerez, es rica en acontecimientos sociales de gran repercusión y significación política. Uno de ellos, al que aquí se le presta escasísima atención a pesar de que aparece en todos los libros de historia contemporánea escritos en los últimos 100 años, son los sucesos de la Mano Negra de 1882-1883 y el asalto campesino anarquista de 1892 a la ciudad, ambos estrechamente conectados entre sí. La burguesía local, junto a la iglesia católica, sepultó esa importancia llenando las calles de Jerez, en todas las épocas, de esculturas en contrario: Rafael Rivero, Primo de Rivera, Álvaro Domecq, San Juan Bautista de la Salle, Manuel María González Ángel, virgen de la Asunción, Marqués de Domecq, Juan Pablo II… Por supuesto, la iconografía pública de la ciudad fue meticulosamente dominada, siempre, por quienes controlaron su poder político, económico y cultural. La historia del pueblo, que tiene en los sucesos de la Mano Negra uno de sus hitos más principales, fue literal y conscientemente arrasada por quienes esgrimieron siempre su gruesa práctica del palo y tentetieso; y a día de hoy, aunque hay dignos monumentos como el del diputado Ramón de Cala en Cruz Vieja, seguimos buscando a los 400 fusilados de la guerra civil en Jerez. En Jerez las cosas, desde el punto de vista icónico, simbólico, cultural, están no diré igual pero sí parecidas a como lo estuvieron desde que la burguesía vinatera y la latifundista implantaron en el XIX -ayudadas por la guardia civil- su férrea ley de muy ricos y muy pobres. Aquí la práctica de la memoria histórica es mal vista y de una calle dedicada a Sebastián Oliva, gran líder anarquista de los obreros jerezanos del primer tercio del s. XX, nada de nada y pase lo que pase.
En un día como el de hoy 14 de junio, Día de la Memoria Histórica de Andalucía, que debería ser una fiesta de la democracia impulsada por las instituciones locales, pero que pasa casi totalmente desapercibido, en Jerez seguimos sin monumento a las víctimas inocentes de la Mano Negra (recordemos que un 14 de junio de 1884 dieron garrote vil a 7 personas en plaza del Mercado) y a las víctimas inocentes del franquismo (unas 400 o más cuyos restos óseos aún no han aparecido). Monumentos que los partidos políticos, de derechas y de izquierdas, ven completamente irrelevantes para nuestro presente y para nuestro futuro, a pesar de que lo que se despacha a su través es la comprensión de nuestra historia más genuina y el reconocimiento de nuestra secular trayectoria social. Se proyectan otros monumentos y otros museos, pero la parte más importante de nuestra historia se oculta a conciencia, sin el más mínimo pudor. A Lola Flores (esto lo digo con el máximo respeto hacia la artista) se le levanta si hace falta un mausoleo, a la Mano Negra y a las víctimas del franquismo ni agua, ni sombra, ni mu.
A nuestros políticos no les importa nada prestar atención a las verdaderas raíces de nuestra historia ni en el 14 de junio, Día de la Memoria Histórica de Andalucía, ni en ningún otro momento. Prefieren otra historia, más de andar por casa y edulcorada, que sea útil a los intereses publicitarios del vino, el flamenco y los toros… la España cañí de siempre. Una situación que no va a cambiar, según parece, y que va a perpetuarse hasta la parusía, hasta el fin de los tiempos, con la salida del pendón rabo de gallo desde el Ayuntamiento hasta la iglesia de San Dionisio el día 9 de octubre, el belicoso día de la ciudad, cuyo santo patrón, con la cabeza cortada entre sus manos, será por siempre amén San Dionisio Areopagita. El 14 de junio, Día de la Memoria Histórica, que en Jerez debería celebrarse por todo lo alto para conmemorar la resistencia antifranquista, la oposición a las dictaduras y la apuesta por la convivencia democrática, no importa nada, es decir, nada.
El Ayuntamiento de Jerez, hace unos dos años atrás, se comprometió públicamente a erigir en Jerez un memorial a las víctimas del franquismo. Se habló del parque Williams, junto al antiguo cementerio de Santo Domingo, hoy rotulado con el nombre de Parque Scout, pero a día de hoy el Ayuntamiento sigue renqueando, perdiendo el tiempo, sin dar un paso adelante para cumplir su compromiso de erigirlo de verdad. Esta modorra la practica con un estilo plúmbeo y pastoso, dejando pasar el tiempo lacónicamente, como si supiera que nadie en la ciudad, excepto un grupo de personas a las que ha tildado de radicales guerracivilistas, le fuera a pedir cuentas. El Ayuntamiento está entretenido con los adoquines de la plaza Esteve.
La historia de Jerez tiene un guardián de hierro que ningún partido político tiene la valentía de tocar. Es la estatua ecuestre del general Primo de Rivera que preside la plaza principal de la ciudad. Y da la pequeña casualidad de que este general jerezano fue un dictador que, en África, amamantó a los generales que luego dieron el golpe de estado contra a II República en 18 de julio de 1936. Y también resulta que, curiosamente, esos generales, siguen felices y refulgentes en el pedestal de dicha estatua ecuestre del general. Es decir, ahí están felices, dando esplendor al Jerez de la burguesía triunfante y el rancio catolicismo de antes, los generales Sanjurjo, Despujol, Fernández Pérez, Saro Marín y Guerra Goyena. El general Emilio Fernández Pérez (1871-1941), por ejemplo, fue, y esto en el Ayuntamiento lo saben muy bien, nombrado por Franco presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar en noviembre de 1939 (http://memoriahistoricadejerez.blogspot.com/2015/11/quienes-son-los-generales-que-estan-al.html). Monumento a las víctimas del franquismo o a las víctimas inocentes de la Mano Negra, hombres inocentes del pueblo de Jerez, no, eso no. Un pedazo de monumento a las dictaduras sí, eso sí.
Aunque yo no propongo esta vía, en Estados Unidos y en Inglaterra el pueblo acaba de protestar masivamente en contra de la represión política contra los negros haciendo, entre otras cosas, que estatuas a Cristóbal Colón (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53016315) o a esclavistas como Edward Colston (https://www.rtve.es/noticias/20200611/crisis-estatuas/2017020.shtml) queden decapitadas, caídas en el suelo o arrastradas al río más cercano. Porque en estos países ya no pueden consentir ni un minuto más que quienes dieron origen, de un modo o de otro, a la segregación racial en sus distintas formas de dominio o de represión política directa, caso de la reciente muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, señoreen las calles del país eternizados en homenajes escultóricos cuyo significado es claramente antidemocrático o contrario a los DDHH. Yo prefiero que ese tipo de estatuas, como la del Marqués de Domecq en Jerez, que representa el caciquismo más deleznable, queden expuestas en museos de historia de la ciudad. Los ideales de esta sociedad ya no pueden ser y no son los de antes y, en consecuencia, ya nuestras calles y nuestras plazas no pueden estar dedicadas a “José María Pemán”, “Comandante Paz Varela”, “alcalde Juan José del Junco”, “avenida Tomás García Figueras”, “Pedro Pemartín”, “avenida Duque de Abrantes”, etc., etc. Mantener esto así es profundamente antisocial y, aunque el Ayuntamiento de Jerez no quiera darse cuenta, peligrosamente antidemocrático. La mirada histórica de Jerez tiene que reformularse, tiene que desasirse de franquismo, de represión y de olvido del pueblo. Blasco Ibáñez, García Lorca y Fermín Salvoechea no pueden seguir siendo unos parias en Jerez.
Aquí en Jerez el día 14 de junio, Día de la Memoria Histórica de Andalucía, importa un bledo, un comino, una nada. Las instituciones locales no han velado por la cultura democrática, no la han hecho valer, no la han fomentado. Esto es tan así que ni siquiera el día 6 de diciembre hacen gran cosa, como todos sabemos. Porque Jerez, en la plaza del Arenal, tiene una veleta de hierro, a caballo golpista, a quien no rechistan ni los partidos de izquierda. No se atreven.