domingo, 9 de junio de 2019

"Lo que Yo te di, te Lo puedo quitar" (los Gómez de Barreda, Sanlúcar s. XVIII)

(Ignoro de qué fecha puede ser este azulejo)


Hay mucha gente que se afana en, por ejemplo, labrarse una imagen pública. Obsesivamente, casi sin darse tiempo a respirar, hablan de sí mismos en cada acción que emprenden, sin otro triste objetivo que lograr reconocimiento al precio que sea. Jamás sacian, claro, esta oscura compulsividad, deambulando erráticos por su lastimera vida como elefantes por cacharrería. Otros transitan el camino de atesorar dinero en la cantidad que pueden, o les dejan. Estos se sacian menos aún. Algunos se agarran a este o aquel afecto, que consideran insustituible y eterno... para salvarles, quizás, de sí mismos, quiero decir de sus inseguros y vacíos corazones. Los de más allá prueban el atractivo bocado del poder; y así piensan que ejerciendo un carguito más o menos ridículo han de pasar por virreyes de un pegujal. La vida humana, tan llena de vanidad, tan torpe y tan sórdida a partes iguales, en estado puro. Lo sé. Y, sin embargo, ahí está, afortunadamente, ese texto faro que nos recuerda a todos, a los que se afanan como niños en llenar ese hoyito en la arena de la playa con toda el agua del mar y a los que creemos sobrevolar por encima del bien y del mal, que todo es efímero.


El texto "Lo que yo te di te lo puedo quitar..." es del famoso Tomás de Kempis (1380-1471) en su obra mística y devocional "Imitación de Christo" (1418)... una frase que aparece en lo alto del zaguán de la casa nº 38 de la c/ Santo Domingo (esquina con c/ Don Claudio) de Sanlúcar de Barrameda.

"Lo que yo te di...". Desde luego, sí, porque los aplausos, el dinero, el amor encadenado y un trocito de poder no son más que basura, hojas caídas, momentos efímeros que no logran llenar más que los corazones carcomidos, ciegos, tristes de tantos seres cuyas almas, de verdad cuajadas en el miedo y la ignorancia, se agarran a clavos ardiendo. La gente, tanta y tanta gente mustia y roma, emplea fácilmente una vida entera por un minuto de gloria.

En esta web aparece un detallado inventario de los edificios históricos de Sanlúcar: http://sanlucarprimeravueltaalmundo.com/catalogo-general/, y se dice que el nº 38 de la impresionante casona de c/ Santo Domingo perteneció al cargador de Indias Gómez de Barreda:


Quizás en el actual nº 36 se alojó la escritora Fernán Caballero: "Fue una familia de vitivinicultores sanluqueños, sus amigos los Pastrana, quienes atendieron a Cecilia [Bohl de Faber] cediendo parte de su casona en calle Santo Domingo para el avituallamiento temporal de la escritora en Sanlúcar" (en: http://www.sanlucarturismo.com/wp-content/uploads/2015/04/sabores_saberes_sanlucar.pdf)

Hablando de un tal Fernando Bustillo de la Cueva, el historiador Narciso Climent dice de los Gómez de Barreda y de los García Pastrana: "Casó en Ferrol [el Fernando Bustillo], en la Parroquia de San Julián el 28 de julio de 1828 con doña Juana Gómez de Barreda Pastrana, que había nacido en Sanlúcar de Barrameda y bautizada en la Iglesia Mayor el 12 de julio de 1765. Esta señora era hija de Diego Gómez de la Barreda Solar, natural de Saro del Valle de Carriedo y de doña Josefa García de Pastrana de Sanlúcar de Barrameda. Los Gómez de Barreda eran también oriundos de Santander, del lugar de Saro, en el Valle de Carriedo y anteriormente el lugar del linaje de Barreda era la Villa de Santillana. Don Diego Gómez de Barreda Solar se trasladó a Sanlúcar alrededor de 1733 y ganó Real Carta Executoria de Nobleza en Granada, fechada el 30 de marzo de 1746. Fue Capitán de Milicias y Regidor Perpetuo de Sanlúcar".

Por mi parte, solo puedo añadir que tomarse una copa de manzanilla en la taberna de Argüeso y luego unas acedías fritas en Tapas Santo Domingo-Taberna marinera es, a la sombra de la casa del cargador a Indias Diego Gómez de Barreda y su "Lo que Yo te di, te Lo puedo quitar", un efímero éxtasis que no recomiendo a quienes tengan la fea costumbre de creer que hay algo que no pase. Que fray Tomás de Kempis me perdone por criticar los vicios de los demás siendo yo el primero en caer en los míos, como se ve.