(texto inédito de Mª Luisa Cobo Peña)
"A las mujeres.
Después
de pensarlo mucho, me dispongo a combatir el mal concepto que de las mujeres
del pueblo se tiene formado.
Como
nunca fuimos dueñas de nuestros actos, no supimos a punto fijo de cuanto éramos
capaces. Mas hoy que se nos quiere dar una poca de libertad, como no estamos
acostumbradas a ello, no sabemos aprovecharla.
Nunca
fuimos libres para vivir felices, cada una en su ambiente. Nunca
dimos nuestra opinión en nada ni para nada. Nunca pudimos ni salir solas de
casa a pasear; la mujer se consideró siempre como una cosa. Ya es hora que esto
termine. Es preciso recuperemos lo que por derecho propio nos pertenece. No más
ligaduras.
Es
por esto, por no estar acostumbradas, por no estar educadas para gozar de la libertad,
por lo que las mujeres soportamos una múltiple tiranía en el hogar, en la calle
y en todas las manifestaciones de nuestra vida.
Se da el caso absurdo de que la mujer no tiene derecho a elegir el hombre con quien pudiera ser feliz. Esto no lo tolera la sociedad, y menos aún si el elegido resulta ser de clase social diferente. La mujer ha de callar sus sentimientos, sus idas, los impulsos de su corazón, cual si la mujer no poseyera ese sensible órgano ni la facultad de desear.
El
hombre, la parte fuerte de la sociedad, no permite a la mujer equipararse a él.
Ante el caso de que una mujer declare sus sentimientos a aquél con quien
pudiera ser feliz, si éste es obrero, se burlará
de ella; si privilegiado, cuando más, aquella manifestación de lo más grande y
sublime que en la vida existe, el amor, querrá pagarla con dinero, cual si el
amor pudiera comprarse con dinero.
¡Maldito
dinero!, con él todo se tiene, todo se compra, menos el verdadero amor.
Por
ello yo me dirijo a todas las mujeres sin distinción de ideas, y
particularmente a las mujeres del pueblo, para decirles que no se dejen vencer
por el vil metal, que tantas víctimas
y vicios acarrea. Cuando un hombre de la llamada buena sociedad les
salga al paso, que no se dejen seducir por el dinero, que el amor para ser tal,
para ser sublime, ha de ser dado y correspondido sincera, recíproca y espontáneamente;
el amor que se vende, deja de ser amor para convertirse en comercio".
María Luisa Cobo (en La Voz del Campesino nº 61, Jerez, 19/11/1932)
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Mª Luisa Cobo Peña quizás bebió en las fuentes del poco estudiado feminismo jerezano que ya en 1917 el albañil José Blanco, seguidor de Ferrer i Guardia, había expresado claramente, a su modo, en el siguiente artículo del periódico El Martillo (05/01/1917):