En estos momentos en que van a comenzar las catas arqueológicas, en el antiguo cementerio de Santo Domingo, para averiguar si existen indicios de las fosas de fusilados de la guerra civil en Jerez, me pregunto cómo es posible que sigan esparcidos por nuestra ciudad símbolos del franquismo como, por ejemplo, este del nuevo cementerio municipal de Jerez: la lápida conmemorativa de los "méritos" militares del comandante golpista Salvador Arizón Mejías.
En mi opinión, esta simultaneidad de las necesarias catas con la permanencia de, por ejemplo, esa simbólica lápida, revela el tipo de memoria histórica descafeinada y poco ruidosa, desprovista de significación política en favor de la democracia, que se pretende desde las instituciones, un intento de corromper dulcemente la memoria histórica (la que el estado español ha rechazado, no lo olvidemos, en 40 años de silencio) que es tan peligrosa como la que se quiere desde el PP y desde Vox.
En mi opinión, esta simultaneidad de las necesarias catas con la permanencia de, por ejemplo, esa simbólica lápida, revela el tipo de memoria histórica descafeinada y poco ruidosa, desprovista de significación política en favor de la democracia, que se pretende desde las instituciones, un intento de corromper dulcemente la memoria histórica (la que el estado español ha rechazado, no lo olvidemos, en 40 años de silencio) que es tan peligrosa como la que se quiere desde el PP y desde Vox.
De esto no faltan otros ejemplos muy claros en Jerez, siendo el más destacado el haber puesto junto al acceso al salón de plenos municipal una lápida que en vez de recordar a los concejales y trabajadores municipales asesinados por los golpistas, solo dice, generando confusión y corrompiendo la interpretación de los hechos, a los represaliados.
Esa memoria histórica, la única que -lógicamente- van a permitir los que se olvidaron de los fusilados del franquismo durante muchísimo años tras la muerte del dictador y que vociferan su defensa de la modélica Transición, no es la memoria histórica que busca de verdad a sus muertos en las cunetas y las fosas olvidadas de tantos pueblos y ciudades (con muy escasa ayuda, claro, de las instituciones). Hasta en esto los políticos españoles están fallando. Hasta en esto son ejemplo de ineficacia, cuando no de complicidad. Ellos, aunque acudirán a algunos actos, jamás apostarán en firme por la memoria histórica que quiere verdad, justicia y reparación. Se harán las fotos, pero darán míseras cantidades de dinero y con cuentagotas, como está haciendo el PP ahora.
No debemos perder de vista lo que en verdad es la memoria histórica, su significación política a favor de la democracia y su condición de germen para un nuevo estado de cosas que devuelva al pueblo, por ejemplo, la libertad de elegir al jefe del estado, o de reconfigurar la territorialidad del estado español. Desenterrar a nuestros muertos pero dejar vigente el ducado de Franco concedido por el rey Juan Carlos, o permitir que el Tribunal Supremo diga que Franco fue jefe de estado desde el otoño de 1936, por poner otros ejemplos simbólicos, sería humillante para quienes lucharon y murieron por la libertad. Sería sacar sus restos de algunas fosas, sí, pero enterrar su memoria y su legado para siempre. Como si hubieran muerto por nada.
Hay quienes pretenden reducir la memoria histórica a un ejercicio emocional, a modo de desahogo, de familiares que recuperan los restos óseos de sus seres queridos. Permiten que se recuperen los restos óseos de aquellas personas, pero están deseando que no afloren los ideales de libertad, justicia y democracia por los que lucharon. Permiten, y sin hacer demasiado ruido, unas catas en el cementerio viejo de Santo Domingo, pero no que se quite la lápida del golpista Arizón en el cementerio nuevo de La Merced.
Vídeo sobre la memoria Histórica (por Paco de Jerez):
https://vimeo.com/202297253
Jornadas por la Memoria Histórica y Democrática (Jerez, 2017)