He oído a algunos cantar las alabanzas de la Constitución de 1978 como si el franquismo no hubiera existido y Franco no hubiese muerto dulcemente en la cama. Algunos que, a pesar de su edad, quieren ignorar ahora que hubo una sangrienta dictadura que supo y logró evitar, mucho más allá de noviembre de 1975, toda comisión de la verdad, que supo poner en pie todo lo que significa políticamente la ley de amnistía (a la impunidad me refiero), que supo mantener en las cunetas a muchas decenas de miles de españoles fusilados solo por defender la legitimidad democrática. Hoy, quienes canturrean interesadamente las bendiciones de la Constitución de 1978, ya del PP, ya del PSOE, quieren que no se hable de la fuerza de Franco tras su muerte, de su influencia, de su ley de silencio impuesta a base de un mito espúreo: la idílica Transición. Algunos quieren hacernos creer que no fue Franco quien nos dejó un testamento vivo de democracia limitada, de baja intensidad, manca y gris. Algunos bodoques quisieran que nos tragáramos que ellos, heroicamente, abatieron al genocida y que, por eso, este es el mejor de los mundos posibles sin discusión.
Sin embargo, los hechos son tozudos, los hechos no se ajustan nunca a los relatos mohosamente oficiales, cargados de silencio, ocultaciones y complicidades. Oír a los cantores de estos supuestamente felices 40 años de postfranquismo cansa y causa rubor por, sobre todo, ocultar los importantes matices de historias que, habiendo tenido una enorme significación, deberían haber pasado, en realidad, a los libros de textos en vez de al limbo de lo políticamente incorrecto y censurable.
En este artículo, de Fernando Gonzalo (1948-1980), de la revista Triunfo (17/09/1977) leemos cosas como la relativa a los rumores de resistencia armada en nuestra zona (al final del artículo), cosas de las que nadie de los oficialistas ha hecho ni siquiera mención pero que en aquellos días era una cuestión suficientemente conocida. Junto a fuertes huelgas obreras en el sector de la construcción, por ejemplo, no es un asunto menor si se considera que, en principio, esa preparación a la resistencia armada sería un claro signo de que, sin duda, no todos en la comarca de Jerez estaban de acuerdo con el sendero de "democracia representativa" y pacto de silencio que se estaba cocinando en las alturas del franquismo y que, parece ser, nos ha traído hasta el lugar en que ahora estamos: un humillante debate entre la poderosa familia Franco y el pusilánime gobierno del PSOE que ya veremos a dónde nos lleva.