sábado, 2 de octubre de 2021

El turismo en Jerez en los felices años 20

 

EL TURISMO EN JEREZ EN LOS FELICES AÑOS 20


Tomás García Figueras, el que sería alcalde de Jerez entre 1958 y 1965, dejó claro ya en un artículo de 1925 cuál era el marco en donde iban a despegar las primeras iniciativas turísticas en nuestra ciudad: “La contemplación de la actividad que Sevilla muestra en la organización de los festejos del mes de mayo para atracción de forasteros y divulgación preparatoria de sus bellezas como obligado antecedente de la Exposición Hispano-Americana de 1927 y unas notas que llegan a mis manos de la propaganda pro-turismo que hace Tánger, me han proporcionado el tema de este trabajo…”. Sevilla, Toledo y Barcelona eran las ciudades que en la época se consideraban “centros de turismo”, pero algunos -como el delegado de turismo en la provincia Pelayo Quintero- querían hacer de Jerez “una población digna de ser conocida por todo turista que visite Andalucía”.

Juan Luis Durán Moya, presidente del Ateneo de Jerez, decía en un discurso, publicado en la Revista del Ateneo en enero de 1925, lo siguiente sobre el turismo y sobre el vino: “Jerez debe aspirar, por considerarse con elementos y medios para ello, a ser lugar de turismo y sería sitio preferido, porque con pruebas se demuestra, que no hay quien gane al jerezano, a grandeza y esplendidez en el recibimiento y agasajos de sus huéspedes que siendo cada vez más numerosos, se encargarían aunque sólo fuera por agradecimiento, de destruir fuera de aquí y haciendo valer su propia experiencia (influencia) el concepto equivocado de nuestros caldos, que mercaderes exóticos han desacreditado, expendiendo en lugar del vino de los vinos, asquerosos mejungcs, que la química ha inventado y que los jerezanos no han podido o no han sabido hasta ahora eliminar de los mercados”.

Y también en la misma revista Tomás García Figueras, en un artículo titulado “Jerez, Centro de Turismo”, alababa las bodegas, los monumentos, clima, facilidad de comunicaciones, bellezas naturales, el acogedor talante de los habitantes, rematando su opinión con: “Faltará solamente, y esta es la labor de nuestro Ayuntamiento, una propaganda seria y constante, un enlace perfecto con Sevilla hasta conseguir que la visita a Jerez forme parte del programa de todas las expediciones…” Asimismo, con el mismo título de artículo escribía, en la misma revista, el Delegado de Turismo en la provincia de Cádiz, Pelayo Quintero: “La Diputación y el Ayuntamiento deben ocuparse preferentemente de esto; pero los particulares amantes de su pueblo, pueden hacer mucho más y por el momento y con escaso esfuerzo pueden conseguir que los miles de turistas americanos, ingleses y alemanes que pasan por Sevilla y Cádiz, se detengan en Jerez y no olviden que además de las bodegas tiene otras cosas de tanto valor y que interesan tanto al forastero como éstas”. Por último, Alfonso Patrón, en “El turismo y Jerez de la Frontera”, insistía sobre las mismas cuestiones y añadía: “Si esto se tuviera en cuenta, Xerez estaría preparado para detener a los viajeros, orientaría su propaganda hacia la atracción de los extranjeros e incluso de los nacionales, ofreciéndoles los tesoros de sus monumentos, para los amantes del arte, el clima dulce y suave y silencio siempre claro, para los que gustan de las caricias templadas del sol y huyen del frío extremo y del calor excesivo”.

 

El Ateneo instó, a fines de los años 20, con éxito, al Ayuntamiento de Jerez a abrir una oficina de turismo local en la calle Larga, nº 8. Véase folleto nº 327 de: https://www.jerez.es/webs_municipales/turismo_cultura_y_fiestas/servicios/archivo_municipal/libros_y_folletos/; y https://www.jerez.es/fileadmin/Documentos/Archivo_Municipal/Folletos/322.pdf.

En una reseña de un libro, publicado por Jerez Gráfico en 1927, se decía: “Don Pedro Gutiérrez de Quijano, Cronista Oficial de la Provincia, fomentador incansable del turismo, nos ofrece en su folleto, de reciente publicación, una acabada síntesis de lo que vale en el mundo del arte nuestra Cartuja, joya arquitectónica que, casi podemos decir, conservamos gracias al desvelo y amor del señor Gutiérrez, incansable propagandista de las bellezas del monasterio, su historiador y gestor afortunado, cerca de los públicos poderes, de todo auxilio oficial encaminado a su restauración”. Un ejemplo más del papel del patrimonio artístico (la Cartuja tenía que competir con la Giralda) considerado como atractivo turístico para viajeros, visitantes y excursionistas a la ciudad.

El mismo Pelayo Quintero, en 1925, lo dejó meridianamente claro para siempre: “Si Jerez quiere competir pronto en importancia y riqueza con Sevilla y ser como ésta verdadero centro de turismo, procúrese: un buen servicio de trenes, buena carretera a Sevilla, Cádiz, Málaga y Sanlúcar, un teatro moderno, hoteles chicos o grandes, pero modernos, explotación de la Cartuja (sin frailes) y establezca relaciones con las empresas extranjeras de turismo, y procure un buen servicio de información y propaganda; todo lo demás lo tiene ya”.



Pero hubo en Jerez un par de ciclistas que protagonizaron una divertida (y esforzada) iniciativa para dar a conocer Jerez en sus aspectos comercial, artístico y de turismo: “En los últimos días del pasado noviembre, llegaron a Jerez después de su viaje de 4 meses, de vuelta a España en bicicleta, los jóvenes don José Mª Martín y don Cristino Amwander. Durante su bizarra excursión, han recorrido cerca de 7.000 kilómetros, habiendo visitado las principales ciudades de la Península, haciendo en todas ellas, buena y atinada propaganda de Jerez, en sus aspectos comercial, artístico y de turismo, que los ha acreditado como tan buenos amantes de su Patria chica como fortísimos cultivadores del pedal. Nuestra enhorabuena” (Revista del Ateneo, 1925).

Por supuesto, en la época había una conciencia clara de algunos de los riesgos más preocupantes (seguridad, medidas sanitarias, etc.) para los turistas: “Me consta que muchos turistas se lamentan de que capitales españolas, llenas de bellezas, de monumentos de valor extraordinario, tengan unos suburbios asquerosos, repugnantes y que inspiran el temor de epidemias. No ignoro cuanto haya de exageración, que la hay a veces, y que sirve de contra-propaganda para nuestro turismo, en el supuesto de que en España se hiciera propaganda, propaganda eficaz e importante, propaganda <<industrializada>>” (Fernando Carrasco, Revista del Ateneo de Jerez)

No sabemos si finalmente, como fue la intención explícita, marchó un ateneista jerezano a Nueva York, en una expedición organizada por el Ateneo de Sevilla, a predicar nuestras excelencias como ciudad turística: “El Ateneo de Sevilla, en su afán de laborar por la Ciudad de la Gracia, está organizando un viaje colectivo a Nueva York, ulilizando para ello el magnífico vapor Manuel Armís, de la Compañía Trasatlántica Española; en este viaje, los ateneistas sevillanos servirán de mensajeros del saludo de Andalucía a los Estados Unidos, y allí propagarán por medio de conferencias, exposiciones, películas cinematográficas y exhibiciones de manufacturas, nuestras artes, las bellezas de Sevilla, los adelantos científicos y las distintas industrias, todas florecientes, que en la ciudad hispalense se cultivan” (Revista el Ateneo, 1926).

Sabemos también que en aquellos años se constituyó en el Círculo Mercantil de Jerez una asociación que tenía como fin principal el fomento del turismo en nuestra ciudad: “Finalmente, en el orden del fomento del turismo y de propaganda local, se ha constituido en dicho Centro una agrupación titulada <<juventud jerezanista>>, que colaborando en gran número de periódicos y revistas de toda España se proponen conseguir la difusión del nombre de Jerez por el orbe entero”.

Y el propio Ateneo de Jerez se desvivía en iniciativas para fomentar el turismo, entre las que habría que citar la traída a Jerez de los participantes del XI Congreso de Ciencias (celebrado en Cádiz) o la visita que realizaron a la ciudad del vino “numerosos individuos de la Sociedad Excursionista de Málaga”.

Había en la sociedad española un cierto clima positivista y desenvuelto, para ciertas clases sociales, claro está, que se deja ver en estas curiosas palabras de aquel momento: “Las Hurdes otra vez de moda. El Turismo se intensifica de día en día por toda España. Hasta las Hurdes llega la afluencia de <<sportmen>> que continuamente recorren el misterioso país ávidos de intensas y desconocidas emociones”.