GLORIAS XEREZANAS. Romances
Históricos
por Manuel Bellido González
Precedidos de un
prólogo del distinguido catedrático D. Antonio Roma, y de unos apuntes
históricos de Xerez, escritos en 1894 por el malogrado Archivero de esta ciudad
D. Agustín Muñoz y Gómez.
Edición de 1000 ejemplares hecha
por el Excmo. Ayuntamiento, para servir de premio a los niños de las Escuelas
públicas de Xerez.
JEREZ: Tipografía del Excmo.
Ayuntamiento, 1906.
Dedicatoria a la M.N. y M.L. ciudad
de Xerez de la Frontera
Gloria majorum,
posteris lumen
(C. Salustio)
A ti, gloriosísima ciudad, entre
cuyo polvo reposan las cenizas venerandas de mis padres, y bajo cuyo cielo
esplendoroso sentí los primeros halagos de la vida, a ti dedico esta pobrísima
ofrenda, nacida de lo más hondo del corazón y repleta de verdadero y filial
cariño.
No mueven mi tosca pluma la necia
pretensión de aspirar a los elogios del presente, ni mucho menos a los más
imparciales y justos de la posteridad, como premio a estos humildes cantos, que
me inspiran tus grandezas pasadas; muy otro es mi noble propósito: el que tus
hijos conozcan las imponderables excelencias de tu preclara Historia, el
esfuerzo abnegado de sus antecesores, y el puesto envidiable que en las pasadas
centurias alcanzaste en el concierto de los pueblos que disputaron heroicamente
el invadido territorio á los menguados hijos del Profeta.
Así, que al encerrar en el clásico
romance castellano algunos de los más heroicos hechos de nuestros progenitores,
ha sido mi único deseo vulgarizarlos, hacerlos descender desde el obscuro y
empolvado rincón del olvidado archivo, a las amplias y ventiladas llanuras del
pueblo, donde se forja la vida con la efervescencia del trabajo, y se cree, se
aguarda en las tentadoras promesas del porvenir.
Ningún vehículo más adecuado para
llevar esos retazos épicos a la imaginación popular, que el armonioso, el
castizo romance, alma de la poesía española y guardador de nuestras más
caballerescas y gloriosas hazañas.
Por ello, fiado en la acción divulgadora
del popular romance, he pedido todas sus mermadas energías a mi voluntad y
todas sus potencias creadoras a mi estéril fantasía, para acometer con fruto la
ardua empresa de comenzar, siquiera, con estos Romances históricos, el
futuro y glorioso Romancero jerezano, que ha de encerrar como arca bendecida
el sagrado depósito de nuestras inmortales glorias; reliquias venerandas que deben
llenar de legítimo orgullo el corazón de todo buen xerezano, y servir de poderoso estímulo, tanto a la presente como a las generaciones venideras, para honrar
dignamente el bendito suelo de nuestro invicta
ciudad.
Ese es mi anhelo más fervoroso al
dedicar hoy este pobrísimo homenaje á Xerez, a la ciudad de esclarecida
Historia, muchas de cuyas páginas fueron escritas con la propia sangre de sus
heroicos hijos; a la ciudad predilecta de aquellos ilustres monarcas que se
llamaron el Santo, el Sabio, el Bravo, el Emplazado, el Justiciero, etc.,
quienes la honraron con tan preferentes distinciones, que cumplidamente
justifican el afecto señaladísimo que la profesaban.
Nada prueba de modo más elocuente
las afirmaciones sentadas, relativas a la cariñosa predilección que sentían
dichos monarcas por su «amada villa de Xerez» como afectuosamente la llamaba
Alonso el Sabio (1),
(1) Este ilustre monarca fue quien
dio a Xerez su escudo en 1255, confirmándolo en 1264. Consta dicho escudo de
cuatro castillos de oro en campo rojo, cuatro leones rojos en campo de plata y olas
azules en campo de plata. Su símbolo heráldico es: «Que los xerezanos debían ser
fuertes como castillos y bravos como leones; y como las olas de la mar combaten
la playa en continuo movimiento, así ellos debían combatir la chusma morisca,
sin tregua ni descanso, como siempre lo hicieron».
que el hecho significativo de haber
asignado este ilustre Rey a Xerez, a raíz de la reconquista en 1264, 300
caballeros para poblarla, y sin embargo, á Cádiz y Sevilla no concedió más que
200 a cada una.
A tal altura habían llegado en esta
época los prestigios guerreros de Xerez, que además de enviarle el Sabio
Monarca los 40 caballeros del feudo para la custodia de las Puertas de la
ciudad, y establecido en ella el Adelantado Mayor de la Frontera, equivalente a
nuestros capitanes generales de hoy, remitió los mil caballeros de la Mesnada.
Si a esto se agrega el considerable
número de Mercedes, Franquezas y Privilegios concedidos hasta nuestros días,
que ascienden a la respetable suma de 423 (1), no cabe dudar de la estima en
que tuvieron a esta ciudad sus Monarcas, ya por su importancia militar, ya por
su situación topográfica y casi frontera al Estrecho, ya por la inmen-
(1) Según el Prontuario, debido
á la paciente labor de mi llorado amigo y competente archivero que fue este ayuntamiento.
D. Agustín Muñoz y Gómez (q. D. h.). Dicho Prontuario obra inédito en mi
poder por falta de patriotismo, al que he recurrido en vano con repetidas y
calurosas instancias. De igual triste suerte goza el curiosísimo y muchas veces
públicamente elogiado libro, titulado Epigrafía Xerczana.
sidad de su fecundo y bellísimo
territorio, o ya por todas estas circunstancias juntas; es lo cierto, que siempre ha merecido
ser colocada al lado de las más ilustres y esforzadas ciudades de España.
¿Qué prueba más fehaciente y
honrosa de su acendrado patriotismo y meritísima bizarría, que la de haber
obtenido un privilegio de Enrique IV en 9 de Julio de 1465, presentado en
Cabildo por el ilustre caballero xerezano D. Juan Riquelme, y en el cual
privilegio se exime para siempre jamás a los vecinos de Xerez de toda clase
de empréstitos pedidos por sus grandes servicios en la guerra contra tos moros:
gracia singularísima que hace exclamar a nuestro gran historiador Juan de
Spínola: <<que en ningún tiempo ninguna ciudad de España había disfrutado
tan excepcional privilegio?»
Tanto fue el renombre por Xerez
conquistado en el transcurso de los tiempos, que a muchos pareció exagerado; de
ello nos da testimonio la visita que en 4 de Junio de 1491, hizo a nuestra
ciudad el célebre historiador Gratia Dei, con el solo objeto de comprobar
por sí mismo la verdad por todos reconocida de su riqueza prodigiosa y de su fama.
En todas sus excelencias ponderadas
y particularmente en su hidalguía y hazañosas proezas, unánimes convienen
cuantos de sus grandiosas tradiciones se han ocupado.
Por no pecar de prolijo, citaré
solamente las palabras del insigne panegirista de nuestras glorias D. Manuel de
Bertemati, en su inestimable obra Las Historias y los historiadores de Jerez
de la Frontera: ”Rico en hazañas y en grandes acciones, el pueblo jerezano desdeñaría
ocuparse en su narración si la verdad histórica y la justicia que debe a sus
mayores no condenaran su silencio. En esta frontera donde se vivía para pelear
y se peleaba para vivir, fue destino de nuestros guerreros el distinguirse en las
grandes ocasiones por esfuerzos individuales, que provocaron la emulación de sus
coetáneos y son el orgullo de sus descendientes”. (p. 154.)
No quiero dar por terminada esta mal
perjeñada Dedicatoria, sin antes copiar por creerlo oportuno, el
fragmento de un romance que conservo inédito, y que en obsequio a Xerez escribí
en cierta memorable ocasión, como pálido trasunto del hondo afecto que guardo y
conservaré mientras viva á este suelo en que deseo dormir el eterno sueño de la
muerte:
Lo mismo el bajo pechero
que quien blasones ostenta,
el que viste la coguya
y el que se calza la espuela;
todos a una reconocen
que es Xerez de la frontera,
por su famosa campiña
tan fecunda como extensa,
por lo hermoso de su cielo,
por la gracia de sus hembras,
por lo grande de su Historia,
que de esplendores la llenan
tantas gloriosas conquistas
como insólitas proezas;
por su lealtad sin tacha,
por la bravura y nobleza
de sus valerosos hijos
en los lances de la guerra;
amantes de la justicia
por lo imparcial y lo recta,
tan esclavos del honor
como altivos en la afrenta;
estando al igual dispuestos
sin ampulosa soberbia,
á castigar las audacias
y á perdonar las ofensas;
que es Xerez por todo ello
y mucho que no se cuenta,
orgullo de los de casa
y envidia de los de
fuera.
No es extraño, por consiguiente,
que dado mi filial cuanto profundo cariño a esta población, exprima hasta la
tortura mi esquilmado cerebro, para convertir su escaso fósforo en ardorosas
alabanzas; contribuyendo con la acción eficaz de la publicación de sus grandezas
imponderables, a fomentar el verdadero patriotismo, no el externo superficial y
aparatoso, sino el que arraigando en el corazón brota con exuberante lozanía,
siendo capaz de las más arriesgadas empresas y abnegados sacrificios.
Ese patriotismo sano y hondo,
necesita para robustecerse el claro conocimiento de las grandezas innúmeras de
nuestro solar ilustre; originando esa íntima satisfacción, ese amor tan
profundo hacia esta tierra xerezana, que nos haga exclamar convencidos y
orgullosos de nuestra inmortal ejecutoria: ¡xerezanos somos¡ a semejanza
de aquellos que al pasear triunfantes por el orbe las águilas romanas,
ostentaron como el más alto timbre de dominación y poderío, como la síntesis de
todos los prestigios y honores, el nombre de ciudadanos romanos; civis sum romanus,
que repetían enorgullecidos de tener por madre a la señora del mundo.
Por ello, debe procurarse
que legado tan inestimable y glorioso, lleve sus fecundos gérmenes hasta las
últimas capas sociales, y sean de todos conocidas y amadas cual se merecen sus
inmortales glorias, que quien bien ama á su pueblo, á esa patria chica, tan
encarecida y ensalzada por eminentes escritores, no puede por menos que amar a la
patria grande, a esa que uniéndonos con estrechísimos vínculos en una gran
familia, nos llama a sus hijos con el bendecido nombro de españoles.
A esa patria chica, por ser
los hechos referidos en estos Romances, de su particular pertenencia,
dedico esta prueba inequívoca de mi acendrado afecto, siempre temeroso de que
sean tan débiles los acentos con que lo exprese que no alcancen a sus
maternales oídos, ni enciendan en el corazón de sus amantes hijos el fuego
generoso del amor patrio.
M. BELLIDO.
Jerez: Mayo de 1906.
PRÓLOGO
Con delectación inenarrable hemos
aportado nuestro concurso modestísimo a la patriótica idea de erigir un hermoso
monumento a las jerezanas glorias, más perenne que los bronces y los mármoles,
insensible en absoluto a la acción demoledora de los siglos; baste esta
consideración para significar con cuánto entusiasmo asociamos nuestro nombre humilde
a este libro meritísimo que, enriquecido con futuras creaciones del mismo
eximio vate y con las de otros varios poetas ilustres, constituirá un día el Romancero
Xerezano.
Nuestro objeto, al trazar las presentes
líneas, no es discurrir sobre el incuestionable mérito y bellezas innúmeras de
los magníficos cantos que a las inmarcesibles glorias de esta tierra generosa
consagra uno de sus hijos más preclaros, ya que en las columnas del ilustrado Guadalete
hemos dado público testimonio de la admiración sincera que sentimos hacia tan
excelsas producciones; nuestra misión se reduce a exponer sucintamente, sin pretensiones
de ningún genero, la finalidad que se persigue, que es la patriótica de
popularizar la brillante historia de esta cuidad famosa, la de difundir el
conocimiento de sus glorias entre todas las clases sociales, y, muy principalmente,
la de sembrar en el tierno corazón de la niñez el afecto y amor acrisolados al
venerando suelo nativo, para que tan puros sentimientos se conviertan
gradualmente en veneración acendrada a la santa Patria de todos los que nos enorgullecemos con el nombre de españoles.
Nuestros plácemes más calurosos a
la Excma. Corporación Municipal, y particularmente a la dignísima personalidad
que la preside, Excmo. Sr. D. Julio González Hontoria, por su levantada
decisión de publicar estos Retazos Poéticos, como los llama su autor con suma
propiedad, guardadores de hechos legendarios que pregonan la grandeza heroica de
esta ciudad, objeto constante de los cantos, de los estudios y de las
investigaciones de nuestro amigo queridísimo y compañero distinguido, Sr. D.
Manuel Bellido y González.
No hemos de terminar este desabrido
prefacio sin rendir las más afectuosas gracias a cuantas personalidades han
manifestado sus simpatías por la publicación de este libro, y especialmente al
docto Presidente del Ateneo Científico, Literario y Artístico Sr. D. Agustín de
Ondovilla Durán, y a nuestros queridos compañeros D. Antonio Lora Chaves y D.
Juan Rubio Carretero, por el entusiasmo con que, accediendo a nuestro ruego, han
realizado las oportunas gestiones para tan laudable objeto.
Libros como el presente, han de
colmar de gozo el corazón de todo buen patriota. Contribuyamos todos a disipar
el pesimismo, abramos nuestros corazones a la esperanza, que España resurgirá
potente y rica si dirigimos nuestras miras a la educación de la niñez, si encaminamos
nuestros esfuerzos a la formación de una juventud más culta, si no olvidamos que
la tan suspirada regeneración ha de buscarse en la Escuela.
Antonio Roma y
Rubíes.
BREVES APUNTES
HISTÓRICOS DE XEREZ DE LA FRONTERA
Pertinente y aun
metódico nos parece que a modo de noticia indispensable y previa, vayan
precedidos los Romances puestos a continuación, siquiera de un brevísimo resumen
histórico de nuestra ciudad. Ninguno que intentemos hacer llena más cumplidamente
esta importante misión que el escrito en el año de 1894 por nuestro inolvidable
amigo el erudito y competente Archivero que fue de este Municipio D. Agustín Muñoz
y Gómez (q.D.h.), cuya autoridad en materias históricas locales es por todos reconocida.
Es Xerez una de las ciudades más
importantes y considerables de España, tanto por lo feraz de su terreno, como
por su vasto término de 46,5 leguas, o sea una extensión de 314.000 aranzadas,
que equivalen a 140.462 hectáreas. Su término linda con el de los pueblos
siguientes: Puerto de Santa María, Puerto Real, Medina Sidonia, Paterna, Alcalá
de los Gazules, Cortes, Ubrique, Algar, Arcos, Lebrija, Trebujena del Campo y
Sanlúcar de Barrameda, dato este rarísimo, tratándose de un solo pueblo, y muy
digno de ser conocido; no obstante su singularidad, no ha sido consignado hasta
ahora en ninguna reseña xerezana, pues todas las consultadas se limitan a decir
un lindero, de otra población, por cada viento. El territorio, pues, de Xerez
comprende casi el de una provincia; la menor de España es Guipúzcoa, con la
extensión de 52 leguas, y ésta tiene con la de Xerez la diferencia de 5,5 más,
solamente.
Su situación a los 36° 41' y 45"
latitud y 2° 25' 20" de longitud, contados por el meridiano de Madrid, y
por tanto al N.E. de la capital de la provincia, la hace disfrutar de un clima
sanísimo, y muy templado en las estaciones extremas.
La fundación de este pueblo se
contrae a tan lejana época, que no es posible discernir con certeza sobre ello.
Siguiendo al P. Rallón, repútanla muchos como la heredera de Hasta Regia, colonia
griega fundada unos XIV siglos antes de J.C.; de que hacen grandes elogios, por
su importancia, Estrabón y Plinio, y cuyas ruinas se conservan hoy soterradas
en nuestro termino, a 2 leguas de la ciudad y sitio de la Mesa de Hasta. Pero
la opinión más probable y fundada, según el parecer de eruditos investigadores
y arqueólogos y anticuarios, es que sea la antigua Ceret, población
romana que existió en la Bética Turdetana, y de la que se han encontrado muchas
monedas en la plaza del Mercado y otros sitios de esta ciudad. Algunos,
sin embargo, entre ellos el ilustrado escritor D. Manuel de Bertemati, se
inclinan a juzgarla como la sucesora de Xera, ciudad cercana al Estrecho
de Hércules, citada por los historiadores Theopompo y Estéfano de Bizancio,
pero sus ruinas se asientan donde hoy se halla Torre-Cera, predio
rústico de este término, como sostienen otros escritores que tratan de este
complejo asunto.
En tiempo de los Godos, llevó dicho
nombre de Ceret ó Ceritium en las crónicas de fines del período
gótico, aparece citada con dichos nombres al hablarse de la memorable batalla
llamada del Guadalete, en que sucumbió el Rey Rodrigo con la dominación
goda, el año 711 de nuestra Era (que otros dicen fue el 714). Hoy se discute
mucho este caso, siendo muy común la opinión entre serios historiadores, de que
la batalla se dio junto a la laguna de la Janda y cerca del río Barbate,
término de Vejer de la Frontera. En sellos antiguos del siglo XVI , que se
conservan en el Archivo Capitular, se lee el nombre do Xiericii, derivado,
como so ve, del Ceritium o Xeritium de los Godos.
Conquistada por los árabes en dicha
fecha, fue de ellos muy estimada, citándose en las crónicas arábigas que
corresponden a nuestro año de 744, como habitada por las tribus palestinas, que
al territorio de Medina destinó el Emir Ebn-Dirar.
Entre los gobernadores árabes de
Xerez, se mencionan como personas ilustres a Mohamad, conocido por Ebn
Mocasir, profesor de Retórica y Derecho en Valeneia, su patria, el cual
murió en Xerez el año 603 de la hegira; á Abul-Camar de la alcurnia de los
Aben-Gamias, a Abul-Hamri, prefecto también de Arcos, y a otros
alcaides y walíes de notoria fama, tales como Aben Ubeit, su postrer
reyezuelo.
Fué conquistada por Fernando III el
Santo en 1251, quedando como tributaria suya. Perdida de nuevo, reconquistóla
en 1255 su hijo D. Alonso el Sabio, dejándola también como tributaria, con la
guarnición de 100 caballos al mando del célebre Garci Gómez Carrillo, progenitor
de los Condes de Priego. Pero sublevados los moros en 1261, tuvo lugar en el
alcázar xerezano la memorable defensa de dicho Garci Gómez y de su
alférez Fortún de Torres. Este sucumbió mutilado horriblemente, mas
sosteniendo en sus labios los últimos girones de la bandera que llevaba: aquél,
cogido prisionero de los moros, por medio de garfios, curado fué por ellos,
llenos de admiración; y devuelto al rey castellano, fue luego premiado con
insignes honras, entre ellas la de casar con la Infanta Dña. Urraca, prima de D.
Alonso el Sabio, y ser nombrado en 1270 Alealde de los Fijosdalgos de
Castilla, según consta de la historia de los Marqueses de Trocifal, sus
descendientes. No murió, pues, en 1261, como consignan algunas crónicas locales
y ciertas historias generales, que desconocen dicha genealogía.
Volvió a recuperar la ciudad en
1264 (el 9 de octubre), D. Alonso el Sabio, y entonces dejó en ella 300
hidalgos, al mando de Alvar Fáñez, que quedó nombrado Frontero y Alcaide del
Alcázar, con el gobierno militar. Para lo civil nombró D. Alonso dos alcaides y
seis jurados, con un justicia o alguacil: los jurados correspondían a las seis
parroquias, en que se convirtieron las seis mezquitas mayores, elevando la más principal
a la categoría de Colegiata, con un Abad para su régimen y dirección.
Concedióle D. Alonso multitud de
privilegios y franquicias, que constan de las historias de la ciudad. En 1258 celebró
Cortes en Xerez, dándole en ellas voto, que luego le quitó Carlos I.
Agradecidos los xerezanos a tantas
mercedes, defendieron siempre heroicamente la ciudad, demostrando eran dignos
del simbólico escudo que el Rey les otorgara, consistente en las olas del mar,
orladas de castillos y leones, para significarles que fueran bravos como
leones, fuertes como castillos, y estuvieran en perpetua guerra
contra los infieles, como las ondas del mar la tienen en la playa.
Ocupan tantas páginas los hechos
jerezanos, que es imposible relatarlos en estos ligeros apuntes. Entre los más
notables guerreros de la Reconquista, se citan a Beltrán Riquelme, Mateo de Ávila,
Ferrant de Mendoza, Gonzalo Mateos el de los Buenos Fijuelos, y Fernant Núñez
de Ávila, ganador del pendón de Tempul, que luego puso en su escudo.
En 1285 distinguiéronse por su
heroicidad Domingo Mateos de Amaya y Gonzalo Núñez de Villavicencio, que se
rompieron las venas, para escribir a Sancho el Bravo el estrechísimo cerco de
Aben-Jusuf y la horrible y desesperada situación de la ciudad.
En 1291 brilló, como valeroso
guerrero, en los campos de Tarifa, Garci Pérez de Burgos, progenitor de los Rendones
de Xerez, a quien premió Sancho IV con uno de los privilegios más honrosos
de España.
Muy celebrados, también, fueron los
hijos de Xerez en las batallas de Majaceite, donde fue hecho prisionero el Rey
de Algeciras, año de 1314; la de Matanza y Matanzuela, llamada de los Cueros,
que tuvo lugar en 1325, y desde cuya fecha data la hermandad de Xerez y
Córdoba; la de los Llanos de Aína,
acaecida en 1339 y que inmortaliza la acción de Diego Fernández de Herrera; y
en otros acontecimientos militares de que obtuvieron inolvidables triunfos para
el brillo de su nombre y grandes premios de
Alonso XI; especialmente en la batalla del Salado (1340) en que ganó el
pendón morisco Aparicio Gaitán, caballero de Xerez, en unión de Juan de
Guevara, que lo era de Lorca.
En 1350 murió de peste en el cerco
de Gibraltar el insigne monarca D. Alfonso XI, predilecto de los xerezanos, y
sus intestinos se enterraron en el Alcázar de Xerez, al pasar su cadáver con
dirección a Sevilla, siendo embalsamado en esta ciudad.
El hecho más notable en tiempos de D.
Pedro I es el fallecimiento de doña Blanca de Borbón, su esposa, envenenada de
su orden por Juan Pérez de Rebolledo, ballestero del Rey, de la guarnición de
Xerez. Dícese por unos que murió en el castillo de Sidueña; otros
afirman que en el Alcázar de Xerez, y varios aseguran sucumbió en Medina Sidonia; habiendo inscripciones alusivas
al caso primero y último, contradictorias entre sí. Las pruebas se inclinan en
favor de Xerez, pues de un privilegio de la Reina Católica en favor de Alonso Pérez de Vargas (Xerez,
10 Agosto 1483), consta que donó al mismo el enterramiento de dicha infeliz princesa,
existente en el convento de San Francisco de Xerez, con todas las menciones
y facultades que el convento y frailes dieron a la dicha Reina Doña Blanca
que Dios haya. Dicho privilegio, inédito hasta ahora poco, lo traen
Bartolomé Gutiérrez y Mesa Xinete, y existe original en el archivo de los Sres.
Marqueses de Campo Real, descendientes do los Pérez de Vargas. Es evidente, por
tanto, que Dña. Blanca murió estando presa en Xerez, pues no puede
suponerse que, estándolo en Medina, mandase contratar con los frailes de Xerez las
menciones y facultades para su sepelio.
Durante los reinados de D. Pedro y
D. Enrique su hermano, se dieron en término de Xerez las batallas del Sotillo (1367),
donde luego se fundo el monasterio de la Cartuja en 1476, y las de Jigonza y
Valhermoso; ésta perpetuada en un título nobiliario, que todavía subsiste.
En 12 de junio de 1379 juróse en
Xerez al Rey D. Juan I; en su reinado, creciendo la importancia de Xerez,
diósele el cognomen de Frontera por Real Cédula, fechada en Sevilla 22
de Abril de 1380, si bien ya se lo dio D. Alonso el Sabio en cartas por él
expedidas.
En 1394 vino a Xerez el primer corregidor,
llamado D. Martín Fernández de Portocarrero, célebre por sus crueldades. Este
cargo lo crea el monarca D. Enrique III, hijo de D. Juan I.
Es también hecho notable en los
xericiensos anales, la batalla de Redira, dada junto a la mesa de Benalú en
1389, por el gran botín y dinero de cautivos que lograron los xerezanos.
Igualmente son famosos, de los
tiempos de D. Juan I I (que empezó a reinar en 1407), las valerosas proezas del
Alcaide de Zahara (1408), el caudillo xerezano Alonso Fernández de Melgarejo
y la hazaña de los cuatro Juanes, llamados Juan García Picazo, Juan Fernández de Herrera, Juan
Fernández Catalán y Juan Sánchez de Cuenca; que en el camino de Zahara,
vencieron a 27 moros, junto al arroyo de Comares; la batalla del Rancho (1425),
en que fueron sinnúmero los cautivos, y la destrucción de la villa de Patria,
cercana a Vejer, la toma de Jimena, asaltada heroicamente por los xerezanos en
1438, en la que se portó heroicamente el Alférez mayor Francisco López de Grajales.
También ayudaron los xerezanos en este reinado a la conquista de
Antequera.
D. Enrique IV distinguió a Xerez
con los títulos de Muy Noble y Muy Leal ciudad por cédula de 6 de septiembre
de 1465: y por otra de 1469 se creó en Xerez una chancillería o juzgado
de apelación, cuyo primer juez fue Agustín de Spínola.
También este Rey hizo la merced a
Xerez, de que sus regidores se titulasen Veinticuatros, como los de
Sevilla, por R. Cédula de 15 de Julio de 1465.
Los Reyes Católicos vinieron a
Xerez en dos ocasiones: la primera en octubre de 1477; entonces fue cuando el
noble caballero D. García Dávila, en la puerta de la Iglesia de Santiago
salió a pedirles el juramento de guardar y respetar los fueros y franquicias de
Xerez, lo cual otorgaron los Reyes; la segunda en 1483, por el mes de agosto,
cuando hizo la Reina Dña. Isabel la donación de la capilla y entierro de Doña Blanca
de Borbón a su Continuo D. Alonso Pérez de Vargas, caballero xerezano.
En 1477 se mandó fundar la villa de
Puerto Peal en término de Xerez, para surgidero de las naves del Rey, según
Bartolomé Gutiérrez. En 17 de agosto de 1483 el licenciado de la Fuente en
nombre del Rey, hizo la formalidad de su fundación, demarcando la plaza, en que
quedó levantada una horca en señal de jurisdicción. Por privilegio de 1488 se le
concedió a Xerez la jurisdicción y señorío de dicha villa, confirmando el
privilegio por D. Felipe V en 25 de octubre de 1701.
En 1490 dichos Reyes revisaron las
leyes municipales y ordenanzas de la ciudad, mandando observar las establecidas
por el Bachiller Rodríguez Lillo y licenciado de la Fuente,
pesquisidores que fueron en la población.
En este glorioso reinado se
realizaron la conquista de Melilla y la adquisición de la Gran
Canaria, por los valerosos capitanes jerezanos Pedro de Estupiñán y Pedro
de Vera, muy favorecidos de los Reyes Católicos y del Duque de Medina
Sidonia.
En la reconquista del Reino de
Granada brillaron también por su heroísmo las armas xerezanas, acompañando al
Marqués de Cádiz en las tomas de Alhama y de Zahara, Cardela, Garciago y
Montefrío.
Xerez, para la toma de la capital
de dicho reino y para la fundación de Santa Fe, facilitó 1200 hombres en esta
forma: 200 caballos, 500 lanzas, 270 ballesteros y 100 espingarderos; 60 cavadores, 19 tapiadores, 10
carpinteros, 21 paleros, 10 albañiles y 10 picapedreros.
En premio de este contingente y
tantos otros, suministrados por Xerez, sin negar jamás sus recursos de gentes y
dinero a la Corona, los Reyes escribieron a la ciudad honrosísima carta, llamando a toda su
nobleza, para que, como partícipes del trabajo, fuesen también a gozar los
honores del triunfo; acrecentándole sus términos en la extensión que hoy
disfruta, tanto por este heroico comportamiento, como por su eficaz ayuda para
la conquista de Ronda en 1485 y la de Málaga en 1487.
Tantas glorias y singulares
servicios nada valieron a Xerez en el reinado de los monarcas austríacos.
Xerez, que se distinguió por su lealtad, y concurrió con su gente al cerco de
Toledo, al frente de su valeroso Corregidor D. Pedro Manrique de Lara, para sofocar
la rebelión de los Comuneros de Castilla, vio mermados sus privilegios,
perdiendo entre ellos el de tener voto en cortes, que sin consideración a sus
méritos suprimió D. Carlos I.
En estos tiempos edificóse por los
xerezanos el castillo de Matagorda para defensa de la costa de Cádiz (lo
destruyeron los franceses en la guerra de la Independencia, el emperador
D. Carlos I dio gracias a Xerez por ello, en carta de 1° de noviembre de 1534.
Asistió también Xerez con sus
refuerzos a la gloriosísima batalla de Lepanto, citándose,
como héroes dignos de inmortal
memoria, por su valor en ella, los hermanos D. Juan y D. Bartolomé de
Villavicencio, según consta de carta del mismo D. Juan de Austria, jefe de la
expedición, a un hermano de los dichos capitanes, fecha en Mesina a 30 de noviembre
de 1571 (publicada en Xerez en 1886).
Antes de tener lugar la batalla de
Lepanto, en 1569, vino a Xerez D. Juan de Austria, por lo cual hubo en la
ciudad muchos festejos de toros, manejos, cañas, etc., quedando D. Juan muy
complacido de la nobleza de Xerez.
Distinguióse también nuestra ciudad
en 1596, con motivo del cerco y saqueo de Cádiz por los ingleses al frente de
numerosa armada; Xerez llevó para su defensa cinco compañías de infantería y
300 hombres de caballería. Señaláronse por su valor el corregidor de Xerez D.
Leonardo de Cos y los caballeros xerezanos D. Diego de Villavicencio y D.
Esteban de Finojosa; éstos murieron en la refriega; aquél se escapó disfrazado.
Sucumbieron también, víctimas de su celo por la Religión y la Patria, los
ilustres xerezanos D. Pedro y D. Juan García de Cuenca, en cuyo honor se hizo
información testifical en 1653, mandada pedir a esta ciudad, como pueblo de
su naturaleza, por el rey D. Felipe IV.
La primera casa de comedias
edificóse en Xerez en 1621, siendo Corregidor D. Fernando de Quesada; según
noticias estuvo en la calle de la Cárcel (hoy Princesa), esquina a de Limones: en esta se conserva un
resto del pórtico de dicho edificio.
En 1636, al crearse la Milicia de a
caballo, Xerez organizó también su compañía, nombrando por su capitán a D. Agustín
de Mexía y Villavicencio, que se había hecho famoso por sus proezas en Flandes
y en Italia.
En 1648 solicitó la ciudad del rey
D. Felipe IV la restitución del voto en cortes y de otros privilegios, pero
ningún resultado dieron sus gestiones; antes bien hubo propósito en años
posteriores de quitarle los títulos Muy Noble y Muy Leal, porque venidos
de tránsito a esta ciudad, en 1664, procedentes del Puerto de Santa María, 2100
soldados alemanes, al mando del conde de Porcia, hubo una seria colisión entre
ellos y los vecinos, muriendo 400 soldados tudescos, y con ellos su jefe, que
fue enterrado en San Agustín. El rey mandó un delegado para averiguación de los
hechos y severo castigo de los culpables.
Con motivo de la guerra de sucesión
y para ayudar en ella al rey D. Felipe V, que fue jurado en Xerez en 7 de
Diciembre de 1700,1a ciudad dio tantos tributos, empréstitos y donativos, que
quedó completamente empobrecida; por ello solicitó de S.M. que le aliviase en
el pago de contribuciones, y el monarca, en vista de los señalados servicios de
la ciudad y de lo justísimo de su petición, así lo concedió, confirmando todos
sus privilegios y mercedes en 1701.
El 3 de octubre de 1759
celebráronse en Xerez solemnes honras fúnebres por el alma de D. Fernando VI,
fallecido en dicho año el 14 de agosto, llamando la atención dicha función
religiosa por su gran pompa y riqueza, y numerosa asistencia de fieles, lo cual
prueba el aprecio y veneración para con tan excelente monarca.
En 1767 tuvo lugar en esta ciudad
la expulsión de los Jesuitas, según lo ordenado por Carlos III. Xerez fue
designado como depósito general para albergar los procedentes de esta provincia
y los de la de Sevilla.
En. 1787 tomó posesión del cargo de
corregidor D. José de Eguiluz, célebre por sus reformas en la policía urbana de
la ciudad; a él se debe la obra de la Alameda Vieja, hoy Fortún de
Torres.
En 1796 visitaron a Xerez Carlos IV
y su corte, permaneciendo aquí algunos días en el Alcázar.
En 1800 causó la fiebre amarilla
tantos estragos en Xerez, que según datos de un diario de la época, llegaron las
víctimas a la horrorosa cifra de 20000 almas, habiendo días de morir unas 300 personas.
Dicha epidemia repitióse en 1804, aunque con menos rigor.
José Bonaparie, rey intruso de
España, vino a Jerez, en 10 de Febrero de 1810, y se hospedó en la calle de
Francos, casa hoy número 30, del Sr. Marqués de los Álamos. Los franceses
entraron en Jerez el 4 de dicho mes, y se fueron el 26 de agosto de 1812,
dejando la ciudad tan exhausta y saqueada que admira el número de
contribuciones y suministros que exigieron a la ciudad los ejércitos
imperiales.
Fernando VII visitó también esta
ciudad en octubre de 1820.
El año de 1842 es glorioso para
Xerez, por haberse elevado a Instituto local su Colegio de San Juan Bautista,
fundado en 1838 por D. Juan Sánchez. Desde 1857 goza las prerrogativas de
Instituto Provincial.
En 1852 se comenzó la línea férrea
de Jerez al Trocadero; una de las primeras de España (la tercera), abriéndose
a la explotación en junio de 1854, con gran regocijo de la población y ciudades
comarcanas, como consta de La Gaceta de Madrid.
Esta línea, cuya concesión fué
hecha al Sr. D. Luis Díez, se construyó merced al patriotismo de la Junta
Directiva de la Empresa que se constituyó, presidida por el insigne patricio D.
Rafael Rivero y por los dignos señores D. Pedro López Ruiz, don Julián
Pemartín, D. Simón de la Sierra, don Manuel Domecq, D. Juan de Dios Lasanta, D.
Pedro Pascual Vela, D. Luis A. Coma, don José de Abarzuza, D. Julián López y
don Luis Díez.
En 1860 se expidió en favor de
Xerez un honroso decreto, concediendo a su Ilma. Corporación Municipal el
tratamiento de Excelencia. El de Señoría lo gozaba desdo tiempos de
Felipe III.
En 1862 vino a Xerez Dña. Isabel II;
en el propio año se inauguró el establecimiento benéfico de la Caja de Ahorros
y Monte de Piedad, cuyos estatutos están aprobados por el Gobierno.
En 1868 se inauguró la feria de Caulina,
siendo corregidor el Sr. D. Manuel Vivanco.
También es memorable el año de
1869, por la inauguración de las aguas de Tempul, obra de Hidráulica, de alto mérito, que
realizó el afamado y probo Ingeniero D.
Ángel Mayo, muerto prematuramente a causa de un descarrilamiento en la
provincia de León. Los festejos y regocijos populares habidos con motivo de
esta bendición y acto oficial, consta en un precioso álbum de artículos y
poesías, debidos a escritores jerezanos en su mayor parte.
La junta de Gobierno de la Empresa
de las Aguas se compuso de los Sres. D. Rafael Rivero, D. Pedro López Puiz, Sr.
Marqués del Castillo, D. José A. de Agreda, D. Antonio Sánchez Pomate, P. Justo
de Goñi y Plou, D. Manuel de Bertemati y D. Julián Pemartín.
En 23 de abril de 1873, se puso la
primera piedra del Mercado Central de Abastos que hoy existe, terminando en abril
de 1885, bajo la acertada dirección del arquitecto D. José Esteve y López,
titular de esta ciudad: y en 19 de marzo de 1890 se colocó también la primera
piedra del cuartel de Caballería, en el pago de Miraflores o Picadueñas, siendo
Alcalde D. Eduardo Freyre y Góngora, que falleció en el año de 1893, el día 6 de
septiembre, y cuyo celo e iniciativa dejaron perdurable memoria.
Por los datos arriba expuestos, y
otros que en obsequio de la brevedad omitimos, especialmente los hechos
ocurridos de pocos años a esta parte, pues están en memoria de todos, veso que
siempre Xerez ha ocupado un lugar muy distinguido en la provincia y en la nación,
por su riqueza e importancia, por el fecundo impulso que constantemente ha dado
a toda empresa útil, patriótica y noble; por el valor y virtud de sus
habitantes, y por la pléyade de ilustres hombres en ella nacidos, que honran
las Armas y las Letras, y las Ciencias profanas, y eclesiásticas.
En el concepto estadístico, es de
notar que ocupa el lugar segundo entre los pueblos de la provincia, siendo el
número de sus habitantes por la población de hecho, 61708 almas, y por la de derecho 58.421, de que son varones
29.504 y hembras 28.917, según el último censo de la población formado en 31 de
Diciembre de 1887.
Bajo el aspecto arquitectónico, es de
las ciudades más dignas de ser visitada por los que rinden culto á las Bellas
Arles. Entre sus edificios eclesiásticos son de citar su elegante y magnífica
iglesia de San Miguel, de la época de transición del estilo ojival terciario al
del Renacimiento, restaurada por el dicho arquitecto Sr. Esteve y abierta de
nuevo al culto en 1878: la de Santiago, notable por la gallardía de su
construcción y severidad de su conjunto, obra también de fines del siglo XV, y
en cuyo templo se conserva la delicada joya del Coro de la Cartuja, obra
prodigiosa de talla, que es la admiración de propios y extraños: San Mateo, de
atrevidísima nave gótica, con preciosa portada del Renacimiento en la capilla
del Señor de las Penas: San Dionisio, notable por sus ajimeces (hoy tapiados)
y puerta del Evangelio, de estilo mudejar, junto a la cual se halla la
torre de la Atalaya, propia de la ciudad, de estilo mudéjar también, y
construida en el segundo tercio del siglo XV; San Marcos, que se distingue por
la graciosa combinación de las nervosidades de sus bóvedas, y otras bellezas:
San Juan de Jos Caballeros, con ábside mudejar, recientemente restaurado por el
propio Sr. Arquitecto, y que es una de las construcciones más raras de la
ciudad, por su especial configuración y adornos que la enriquecen, siendo también
dignas de mención en este templo, la histórica capilla de los Amayas y Villavicencios,
que en 1285 escribieron en ella una carta a Sancho IV, con la sangre de sus
venas; la capilla de San José que se acaba de restaurar primorosamente, a par de la
contigua del Sagrario, y la escalera principal de su torre, objeto de
elogios continuos por parte de los inteligentes, por la atrevida y segura
disposición de sus piedras, colocadas a rosca y vuelta.
Debemos también incluir en esta
nota la iglesia parroquial de San Lucas, bastardamente desfigurada, como San
Dionisio, en el pasado siglo, perdiendo así las singulares bellezas de su
primitiva construcción, de que aun quedan apreciables restos y detalles; y el
bellísimo templo de monjas de Espíritu Santo, tesoro arquitectónico que
honra a Xerez, y que escondido en la calle de su nombre, pasa desapercibido a
los ojos de propios y extraños, siendo uno de los monumentos más
notables de Xerez, por su portada del Renacimiento, tan clásica en sus detalles,
como majestuosa en su conjunto.
Respeto a edificios profanos,
figura en primer lugar el Consistorio Viejo, obra delicadísima de 1575,
de los artistas jerezanos Andrés de Ribera, Martín de Oliva y Bartolomé
Sánchez, en cuyo elogio los señores Madrazo y Parcerisa en sus Recuerdos
y bellezas de España, aseguran ser una de las flores más delicadas de la
arquitectura del Renacimiento.
Fuera de la ciudad son muy notables
el Monasterio de la Cartuja y su portada, ésta debida también al dicho
arquitecto Andrés de Ribera, que la hizo en 1571.
De ellos hace también grandes alabanzas
el Sr. D. Pedro de Madrazo, en su Diario de Viaje, editado en 1853. De
entonces a la fecha se ha deteriorado tanto dicha construcción, por el punible
y censurable abandono en que yace, que el día menos pensado lamentaremos su
completa ruina. Desdoro y vergüenza para esta nación, tan indiferente a sus
glorias, que así abandona monumentos muy preciados, creaciones un tiempo, de
altos ideales, y hoy testigos venerandos de sus pasadas grandezas.